La Fuga de su Esposa Prisionera romance Capítulo 132

Roque me amaba, pero no podía aceptar a este niño. Ahora que he perdido al bebé, él quiere que volvamos a ser una pareja normal y cariñosa.

Reyna negaba con la cabeza una y otra vez: "¡No, es imposible!"

"Si no me crees, pregúntale tú misma."

"¡Cómo demonios le vas a gustar al Sr. Malavé!", gritó Reyna sin poder creerlo, "¡Eres la bastarda hija de su enemigo!"

"Cuando hay amor, todo es posible, lo ha admitido él mismo," Zulema se acercó a ella y bajó la voz, "pero yo no lo amo. Así que... dime quién era el hombre de esa noche, y yo me hago a un lado para que tú tengas otra oportunidad."

Reyna se limpiaba la cara, sucia de agua, y guardaba silencio.

Roque aún podría enamorarse de Zulema a pesar de saber que Zulema era hija de su enemigo y no saber que Zulema era la mujer de esa noche.

¡Qué profundos debían ser sus sentimientos por ella!

"¿Vas a hablar o no?" preguntaba Zulema, "¿Podrás guardar este secreto toda la vida?"

Reyna la miraba fijamente: "No te lo diré, ¡nunca!"

El hombre, ¡era el propio Roque!

¡Cómo podría decirlo Reyna!

Lo que no se puede revelar, tiene que quedarse con ella para siempre.

"Bien, bien," asentía Zulema, "parece que aún no has bebido suficiente agua. Vamos, te llevaré a otro lugar."

Ella agarraba el hombro de Reyna y la levantaba.

"¡Zulema! ¡Suéltame, a dónde me llevas!"

"Al baño, al inodoro."

El rostro de Reyna palidecía: "¡No voy! ¡Auxilio, alguien ayúdeme... qué están esperando, acaso van a permitir que me hagan beber agua del inodoro... auxilio!"

Nadie se acercaba.

Normalmente, Reyna era tan arrogante que se había ganado la antipatía general.

Además, durante el tiempo que vivió en Villa Aurora, siempre encontraba defectos en los sirvientes y a menudo los insultaba, generando resentimientos.

Así que verla en esa situación humillante, para ellos era un deleite verlo.

Solo querían que la señora tomara cartas en el asunto y le diera una lección a esa insolente amante.

La señora solía ser demasiado amable, pero en realidad debería ser tan firme como ahora.

Al lado del inodoro.

Zulema decía: "Te doy una última oportunidad, Reyna, si no hablas..."

"¡Espérate, Zulema, espérate! ¡Lo que me has hecho hoy, te lo hare pagar un día!"

"Roque ya no quiere verte, ¿crees realmente que tienes alguna oportunidad de recuperarte?"

"¡Por supuesto que sí!"

Zulema encogía los hombros: "Eres muy confiada. El tiempo corre."

Reinaba el silencio.

Reyna apretaba los dientes, mirando el agua dentro del inodoro y comenzaba a arcadas.

"Cinco, cuatro, tres, dos, uno..."

Al terminar el tiempo, Zulema, sin ninguna duda, presionaba la cabeza de Reyna hacia el inodoro.

"¡No, por favor! ¡Ayu..."

Zulema actuaba con rapidez y precisión, sin piedad.

Esta vez, no levantaba la cabeza de Reyna, sino que la mantenía presionada.

"Si quieres hablar, asiente con la cabeza," decía Zulema, "si no, quédate en el inodoro."

Las manos de Reyna se agitaban en el aire, arrodillada frente al inodoro, sin poder levantar la cabeza y temerosa de abrir la boca para no tragar agua del inodoro.

Hasta que...

"Zulema", llegó la voz de Roque, "¿ya has tenido suficiente?"

Zulema giraba la cabeza para ver al apuesto hombre que apareció de repente en la puerta del baño.

Zulema lo experimentó por primera vez.

Pero parecía... demasiado tarde.

"¿Quién te pidió que vinieras al hospital?", Roque frunció el ceño, "¿Estás ignorando mis palabras?"

El desprecio y la aversión en su tono eran evidentes.

Reyna volvió a usar su táctica de hacerse la víctima: "Sr. Malavé, sé que lo del falso embarazo te ha disgustado mucho. Ya reconozco mi error, si no me perdonas está bien, pero que te pongas del lado de Zulema... eso sí me duele."

"Ella me hizo beber agua sucia, agua del inodoro, nunca en mi vida había sufrido tal humillación. Con ansias esperé que llegaras y tú, tú todavía la apoyas."

"Sr. Malavé, de cualquier manera, aún queda algo entre nosotros."

Dicho esto, ella intentó agarrar la manga de Roque.

Roque se apartó inmediatamente.

Ahora, al mirar a Reyna, ya no sentía nada.

En cuanto a lo ocurrido esa noche, él será responsable y la compensará.

"Vuelve a casa." Roque habló, "Este no es tu lugar."

"Solo quería..."

"Bueno, ustedes sigan hablando." Zulema de repente interrumpió, "Estoy cansada, voy a descansar un rato."

Ella se soltó de la mano de Roque y se fue sin mirar atrás.

Roque observó su silueta alejarse, su mirada se oscureció.

"Ves, ella es desagradecida, hasta te trata mal." Reyna acusó de inmediato, "Una mujer así no merece estar a tu lado... Sr. Malavé, deberías divorciarte de ella y casarte conmigo pronto."

"¡Tienes prohibido volver al hospital!"

Roque dejó caer esa frase y se marchó rápidamente, siguiendo los pasos de Zulema.

Al ver las siluetas de los dos, una detrás de la otra, los ojos de Reyna se llenaron de celos y odio.

Cuando estaba en el manicomio, era la hija mimada del director, todos se desvivían por complacerla, así que... ¡solo ella tenía el derecho de maltratar a Zulema!

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Fuga de su Esposa Prisionera