Moana
Mientras caminaba por la habitación y ayudaba a los niños con su arte, de repente oí el sonido de las tablas del suelo crujiendo en la puerta. Pensando que era Sophia que venía a ver cómo iba todo, levanté la vista con una sonrisa.
Sin embargo, esa sonrisa se desvaneció rápidamente cuando me di cuenta de que no era Sophia, sino Edrick quien estaba allí de pie. Tenía una expresión indiscernible en el rostro y permanecía quieto como una estatua en el umbral de la puerta, con las manos en los bolsillos y los ojos clavados en los míos durante unos largos y palpables instantes.
¿Estaba viendo cosas, o el frío multimillonario alfa se había dado cuenta por fin de la culpa que tenía al romper la promesa que le había hecho a su hija?
Pero antes de que pudiera siquiera procesar el hecho de que al parecer había cambiado de opinión por alguna razón, Ella levantó la cabeza y jadeó ruidosamente.
-¡Papá!-, exclamó saltando de la silla y corriendo hacia él. -¡Has venido!
Edrick esbozó una sonrisa y cogió en brazos a Ella, abrazándola con fuerza y plantándole un beso en la mejilla, mientras los demás niños también tiraban los pinceles y corrían hacia él. -¡Señor Morgan!-, gritaban entusiasmados, saltando de puntillas mientras se arremolinaban a su alrededor. Para mi sorpresa, Edrick dejó a Ella en el suelo y procedió a saludar a todos y cada uno de los niños... Nada menos que por su nombre.
-Hola, Clara-, dijo, pellizcando la mejilla de la niña. -Hola, Matthew. Bonita camisa llevas hoy. Joshua...
Mientras todo esto ocurría, yo me quedé en estado de shock con los ojos muy abiertos y la boca abierta. Parecía que, después de todo, el multimillonario alfa había cambiado de opinión y había acabado cumpliendo la promesa que le había hecho a su hija; eso no significaba que yo no siguiera furiosa con él, no sólo por haber roto inicialmente su promesa, sino también por apestar a perfume de mujer y estar borracho en el sofá, pero mi actitud se suavizó un poco al verle tan amable con los niños.
Finalmente, Edrick se levantó y me miró fijamente. -¿Interrumpo una clase de arte?-, preguntó.
-Um... Bueno...- Tartamudeé, todavía con la guardia baja.
Antes de que pudiera pronunciar mis palabras, afortunadamente Ella intervino. -Estamos pintando flores, papá-, le dijo, cogiéndole de la mano y llevándole a su puesto de trabajo mientras los demás niños volvían a sus pinturas.
-Oooh-. Edrick se metió las manos en los bolsillos mientras miraba el lienzo de su hija, que a estas alturas contenía cualquier cosa menos una flor. -Eso está muy bien, Ella-, dijo.
Ella sonrió. -¿Vas a pintar con nosotros?
-Oh, cariño, no sé...
-¿Por favor?- Ella suplicó, juntando las manos.
-Sí-, añadió Joshua, -eso parece un... hm....
-¡Parece un perrito caliente! Con pelo-. gritó Ella, provocando un coro de risitas entre los niños. Finalmente me acerqué y miré el cuadro; de hecho, parecía un perrito caliente con pelo. El -tallo- de la flor era grueso y rojo, y los -pétalos- eran grandes remolinos marrones que parecían una mata de pelo rizado. Si le hubiera añadido un moño y una cara sonriente, y tal vez algunos brazos y piernas, podría haber sido fácilmente un personaje de dibujos animados para niños.
Ahogando una carcajada, abrí la boca para decirles a los niños que fueran amables... Pero antes de que pudiera hacerlo, el multimillonario alfa echó la cabeza hacia atrás y soltó una sonora carcajada, golpeándose el delantal con la mano cubierta de pintura. Su risa hizo que los niños se rieran aún más, e incluso me arrancó una sonrisa; sin embargo, no estaba segura de si sonreía más porque era gracioso, o porque me hacía feliz ver al frío director general de los hombres lobo tan lleno de alegría.
-Supongo que tienes razón, ahora que lo miro-, dijo finalmente, secándose las lágrimas que se le formaron en los ojos de tanto reír. -Supongo que no soy un artista, ¿verdad?
Edrick se volvió para mirarme. Sus acerados ojos grises, que acababan de estar llenos de alegría, se suavizaron cuando nos miramos. Percibí un aire de disculpa en su expresión que me hizo palpitar un poco el corazón.
-Bueno-, dije finalmente, aclarándome la garganta, -todo el mundo puede ser artista con mucha práctica.
Edrick asintió. -Quizá mejore con más lecciones suyas, señorita Moana-, dijo.
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