Moana
Sophia no volvió a preguntar por Edrick. Sabía que se daba cuenta de que pasaba algo más de lo que yo le hacía creer, pero no siguió indagando y se limitó a disfrutar del resto del paseo conmigo. Hablamos un poco de sus planes con la fundación y de su necesidad de una secretaria que la ayudara; más adelante, mientras hablábamos de la secretaria, juré que veía a Edrick mirándonos por encima del hombro como si estuviera escuchando atentamente.
Finalmente, llegamos a la heladería. Era una pequeña tienda familiar en una pequeña franja de tiendas pintorescas, y cuando entramos fue como retroceder en el tiempo. Había un mostrador largo con taburetes para sentarse y un hombre mayor muy simpático que trabajaba detrás del mostrador con un uniforme a rayas rojas y blancas.
-¡Vaya, hola!-, dijo alegremente el anciano cuando entramos. -¡Cuántos pequeños!
Sophia y yo sonreímos y ayudamos a los niños a sentarse en el mostrador. Una vez sentados, nos quedamos de pie con Edrick, ya que no quedaban sillas.
-¿Qué puedo ofrecerles a todos?-, preguntó el anciano, apoyándose en el mostrador y sonriendo a los niños, que miraban a Sophia expectantes.
-Adelante, decidle al señor qué sabor os apetece-, dijo Sophia en tono alentador. Casi todos a la vez, los niños empezaron a bombardear al anciano con los sabores de su elección, pero de alguna manera se las arregló para acertar con todos sus pedidos. Sophia también pidió un bol de helado de chocolate, y yo pedí vainilla francesa. El anciano nos dio nuestros helados y Sophia se lo agradeció profusamente a él y a Edrick mientras éste pagaba.
El helado era refrescante después de estar fuera en un día tan caluroso. La vainilla francesa siempre fue uno de mis sabores favoritos, y no pude evitar sonreír un poco al sentir su dulce frescor en la lengua.
Me di cuenta, sin embargo, de que Edrick no parecía conseguirse ningún helado.
-¿No vas a tomar nada?-. pregunté, frunciendo el ceño. Me resultaba un poco extraño que pagara por todos nosotros y no se llevara nada para él.
Edrick negó con la cabeza. -En realidad no como helado, así que no estoy seguro de lo que tomaría-, admitió.
Los niños se quedaron boquiabiertos casi al unísono. -¿No coméis helado?-. insistió Clara. -¡Eso es una locura!
-Clara, sé buena-, dijo Sophia, ahogando una carcajada. Me di cuenta de que Edrick no sabía cómo reaccionar, así que, sin pensarlo, cogí un poco de helado con la cuchara y se lo tendí.
-Toma-, le dije. -Prueba el mío. No es demasiado dulce.
Los ojos de Edrick se abrieron de par en par por un momento. Parecía estar debatiéndose sobre si debía bajarse la máscara para probar el helado, pero yo me había sentido cómodo desde el momento en que entramos aquí, ya que el simpático anciano era la única otra persona del lugar y parecía del tipo que se muestra totalmente indiferente a los famosos. Edrick, que parecía haber llegado a la misma conclusión, por fin se bajó un poco la máscara y se comió el helado directamente de la cuchara, sin siquiera quitármelo de la mano como yo esperaba. Noté que sus mejillas se ponían un poco rojas al saborear el helado en su lengua, pero asintió rápidamente y se dio la vuelta antes de que tuviera la oportunidad de burlarme de él por ello.
Me frotó la mejilla con el pulgar antes de que pudiera comprender lo que estaba ocurriendo. Como si mi cara no estuviera ya lo bastante roja, ahora estaba segura de que tenía el tono exacto de un coche de bomberos y sentí que el corazón me daba un vuelco en el pecho. Su mano se quedó un momento en mi mejilla mientras me limpiaba el helado y, en ese momento, me olvidé por completo de dónde estábamos mientras nos mirábamos a los ojos.
Pero entonces, de repente, nuestro breve trance se rompió.
-¡Qué asco!-, exclamó uno de los niños, Joshua, mientras nos señalaba con su dedito rechoncho. -¡Se van a besar!
El resto de los niños prorrumpió en un coro de -asco- y arcadas. De repente, Edrick apartó la mano y se miró el pulgar un momento antes de limpiárselo en la servilleta. Ahora, su cara estaba tan roja como la mía.
-Ya está-, dijo, alejándose. -Entendido.
-Está bien, está bien-, dijo Sophia riendo, calmando a los niños. -Sed buenos. Venga, todos. Vamos a terminar para poder irnos a casa.
Los niños volvieron rápidamente a su helado, pero mi corazón se aceleraba demasiado como para terminar el mío. Y cuando volví a mirar a Edrick, juré que le había pillado mirándome de reojo.
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