Edrick
Pasaba por la habitación de Ella cuando oí hablar a Moana y a Ella, y se me encogió un poco el corazón al oír la pregunta de Ella.
-Um... ¿Crees que tú y mi papi os casaréis de verdad algún día?-, preguntó, sin duda porque los niños del orfanato pensaban que Moana y yo estábamos prometidos.
Hubo una larga pausa; estuve a punto de plantearme entrar y hablar yo misma con Ella, pues no estaba muy segura de lo bien que lo llevaría Moana, sobre todo después de lo alterada que había estado aquella mañana, pero resultó que no hacía falta.
-A veces las cosas no salen así-, respondió Moana. Su voz era suave y dulce.
-Bueno... ¿Por qué no?- preguntó Ella. -En todos mis cuentos de hadas y películas de princesas, el chico y la chica siempre se enamoran y se casan y viven felices para siempre.
Otra pausa.
-La vida real no siempre es como los cuentos de hadas o las películas de princesas-, dice Moana tras unos largos momentos. -Pero no pasa nada. Te prometo que todos seguiremos teniendo nuestro 'felices para siempre'... Solo que será un poco diferente.
Me sorprendió un poco lo bien que Moana manejó la situación. Sinceramente, me reconfortó oír la dulzura con la que se dirigió a Ella. Podría haber dicho fácilmente algo sarcástico o despectivo debido a lo enfadada que estaba conmigo por lo que había pasado aquella mañana, pero no empañó la percepción que mi hija tenía de mí. Sinceramente, ¿me lo merecía? A veces me preguntaba si Ella debía saber que su padre era... No el hombre que ella creía que yo era. Tampoco podía evitar preguntarme si Ella siempre se sentiría un poco amargada por mi relación con Moana; especialmente si alguna vez descubría que su madre no estaba muerta en realidad.
Ella pareció satisfecha con esta respuesta y, mientras yo estaba allí, vi cómo se apagaba la luz de la habitación y cómo se acercaban los pasos de Moana. No tuve tiempo de apartarme antes de que abriera la puerta y me viera allí de pie.
-Oh-, dijo ella, con rostro adusto y frío, -no sabía que estabas aquí.
-Venía a darte las buenas noches-, le contesté.
Moana asintió. -Bueno, aún está despierta, así que ahora es tu oportunidad-. Entonces se apartó de mi camino, evitando mi mirada, y se dirigió hacia su habitación... pero yo no pude contener más mi frustración y la seguí.
-En realidad-, dije, poniéndome detrás de ella mientras abría la puerta de su habitación, -me gustaría hablar contigo.
Moana se quedó inmóvil, con la mano en el pomo. Parecía no estar segura de si quería hablar conmigo o no, y yo lo entendía, pero al mismo tiempo sentía que tenía derecho a explicarme. Aquella mañana se había hecho una idea equivocada de mí que yo debía aclarar, y no me había dado la oportunidad de explicarle nada en todo el día. Aunque hoy intenté compensarla a ella y a Ella, seguía sin estar satisfecha.
-Está bien-, dijo finalmente, con la voz baja. Abrió la puerta y entró. La seguí y cerré la puerta tras nosotros. -¿Qué pasa?-, preguntó mientras cruzaba los brazos sobre el pecho.
Fruncí el ceño, un poco molesto aún por su dura actitud, pero decidí apartar mis propios pensamientos airados para intentar al menos mantener una conversación civilizada.
Moana, al darse cuenta, respiró hondo y entrecerró los ojos.
-Si no tienes nada más que decir, puedes salir de mi habitación-, dijo, señalando la puerta detrás de mí con una mano temblorosa.
Asentí y me volví hacia la puerta. Pero cuando puse la mano en el pomo, no me atreví a abrirla. Fue ahora cuando por fin me salieron las palabras. Quizá apartarme de ella, no mirarla a los ojos, me dio fuerzas para hacerlo.
-Decidí no hacerlo porque no puedo dejar de pensar en ti-, le dije.
Moana guardó silencio. Todavía no me atrevía a darme la vuelta y mirarla, porque si lo hacía, sabía que no sería capaz de controlarme de nuevo. Al igual que la noche anterior, sabía que la besaría si la miraba, y probablemente llevaría las cosas aún más lejos de lo que secretamente deseaba.
Tenía que irme antes de que eso ocurriera. Sólo sería malo para nosotros dos, así como para Ella y el bebé, si dejaba que sucediera.
Sin decir nada más, abrí la puerta y salí, oyendo cómo se cerraba tras de mí.
Mientras estaba en el pasillo, sólo podía pensar en lo que iba a hacer si ya no podía controlarme con esta niñera humana extrañamente cautivadora.
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