Azul no pudo responder, ella amaba a su padre, pero tampoco quería terminar como una estadística más en este país, y luego se maldecía por poner sólo el nombre de Orlando en el celular.
—¿Azul?.... está bien, no insistiré más —dijo Orlando con tranquilidad y Azul lo miró, porque era la primera persona que no le gritaba por no querer denunciar a su padre, todos sus amigos le dieron la espalda poco a poco hasta que se quedó sola, y decidió dejar la pequeña ciudad.
—Or.... —antes de hablar fue interrumpida por la puerta que se abrió y era José.
—¡Ya despertaste!... yo sólo venía a ver a Orlando.... Sashis llamó preocupada de que algo te hubiera pasado, deberías llamarla y dejar de tenerlo en silencio.
—Lo haré enseguida —dijo Orlando y salió de la habitación, Azul se quedó con José y esta bajó la mirada.
—No sientas vergüenza, no es tu culpa.
Pero al escuchar a José, Azul sintió que esto era su culpa, ya que muchas veces había terminado golpeada aunque no tanto como para terminar en un hospital, pero también sentía que no era correcto mandar a la cárcel a su padre.
Por otro lado Orlando llamó a Sasha y esta enseguida contestó.
—¿Por qué no llamaste?.... sentía una opresión en el pecho y pensé que algo te había sucedido —dijo Sasha en queja fingiendo llorar.
—Lo siento hermanita, no llores por favor o el tío Jacob se enojará conmigo, y además estoy bien, sólo vuelve a dormir ¿sí? —dijo nervioso.
—Más te vale no volver a salir de ese modo y sin llamar para saber que estás bien —dijo Jacob en tono frío, ya que le había quitado el celular a Sasha al verla fingir llorar.
—Lo siento tío Jacob.... ¿mañana podríamos hablar? —Orlando siempre le decía tío a Jacob cuando sabía que estaba en problemas con él.
—Bien —dijo Jacob y colgó—, ¿ya más tranquila, cariño?
—Sí, qué tal y hacemos prácticas para tener bebés.
Jacob se rió un poco, pero aún así abrazó a Sasha y la dejó debajo de él para hacerle el amor.
Orlando se dirigió a la habitación de Azul después de terminar la llamada con Jacob y puso de nuevo el sonido de tono a su teléfono, al entrar miró a José que estaba un poco alejado y salió, Orlando se dirigió a la tablet para terminar lo que estaba haciendo.
—Orlando —dijo Azul y Orlando enseguida la miró.
—¿Necesitas algo? O ¿quieres que llame a un médico? —le preguntó preocupado.
—No... yo... deberías de regresar a tu casa.
—Lo haré por la mañana, deberías de descansar un poco más.
—¿Por qué te quedas aquí?
—Porque estoy preocupado por ti —le dijo Orlando volviendo a la tablet.
—¿Por qué?
Orlando subió la vista y miró a Azul con cariño.
—Porque me gustas —dijo francamente Orlando y Azul se quedó mirándolo.
—Deberías de buscar a alguien con menos problemas —le dijo Azul y miró al techo.
—Debería, pero no quiero, nadie tiene una vida de color de rosa, todos tenemos historias.
Azul pensaba que Orlando no veía el problema, o más bien no sabía la razón.
—Orlando....
Pero al Orlando sentir que la conversación iba a continuar la interrumpió.
—Vamos, tampoco soy virgen y Casto, no soy perfecto aunque Sasha creo que así me vende —dejó de nuevo la tablet—, me gustan las preparatorianas y universitarias, aún me pregunto por qué me gustas tú una pasante o más bien ya casi toda una abogada.
«La cual parece olvidar todo lo penal cuando se trata de su padre»
Pensó Orlando al final y Azul lo miró:
—¿Tienes novia?
—Novia formal no he tenido desde la preparatoria o eso creo, las demás sólo salí con ellas, ninguna ha ido a pasar tiempo con mi familia si las han conocido por accidente, pero nada mas....
Azul sintió un poco de celos al imaginar a Orlando con mujeres que imaginaba, y luego se reprendió a si misma, ya que no era su novio ni nada. Se quedó sin decir nada y al verla así Orlando continuó con su trabajo y Azul se volvió a quedar dormida.
Eran pasadas las nueve cuando Azul despertó, y al mirar el lugar donde había estado Orlando que estaba vacío, dio un suspiro que la hizo quejarse, ya que tenía las costillas lastimadas, la puerta se abrió y pensó que era Orlando, pero sólo era la enfermera.
—Buenos días ¿cómo se siente?
—Buenos días, bien —dijo Azul—, ¿cuándo me darán de alta?
—No sabría decirle, el médico que la atendió ayer no dejó alguna indicación de cuándo podría ser —la enfermera le tomó la presión y la glucosa, después le cambió el suero.
—¿El doctor Keiler es mi médico?
—No, su médico es el doctor Jiménez y vendrá por la tarde a hacerle un chequeo, eso sí si no hay alguna emergencia.
—Ah ok gracias....
Azul sólo se quedó mirando lo que hacía la enfermera y cuándo salió, media hora más tarde a Azul le comenzó a dar hambre, ya que desde la comida de ayer no había tenido alimento, tenía tanta hambre que empezó a imaginar una deliciosa torta de bistec con mucho aguacate, en eso se abre la puerta.
—Buen día dormilona —dijo Orlando al entrar, se había cambiado y bañado, se veía realmente fresco y con una sonrisa encantadora como esa que caracteriza a Sasha, esa misma la tenía Orlando.
—¿Cuándo podré salir?
—No lo sé, pero te traje el desayuno, esta mañana estabas dormida y terminaron por llevárselo —Orlando le enseñó una lonchera, acercó la mesa y la colocó frente a Azul, sacó una cazuela de plástico, la destapó, dentro estaban los hotcakes y sacó un plato tenedor y cuchillo, después la miel, lechera y Nutella—, no sabía con qué te gustaría acompañarlos.
—¿Tú los hiciste?
—Lo siento, estas cosas nunca me salen y es de las cosas que no me verás cocinando —dijo muy casual Orlando.
—Vaya, jamás habría imaginado que un señorito como usted cocinara.
—Jajaja señorito, esa palabra ya no se usa, es tan anticuada, pero siendo militar, aprendes unas cosas.
Azul frunció el ceño:
—¿Eres militar de carrera?
Orlando se encogió de hombros y miró cómo Azul le había puesto sólo miel:
—Jajaja espero que no....
Sasha y Orlando se despidieron, Sasha regresó a casa y Orlando a la oficina, dentro pensaba en cómo ayudar a Azul, pero no se le ocurrió nada, después de todo su única opción era Jacob, pero no quería ventilar la vida de Azul.
Al día siguiente Orlando fue a ver a Azul y supo que sería dada de alta, así que se quedó con ella para llevarla, aunque Azul se negó Orlando la persuadió, después de todo ella aún estaba muy lastimada, Orlando llevó a Azul a la vecindad y Azul se sorprendió de que supiera cómo llegar y recordar el lugar exacto.
—Ok, señorita, la llevaré hasta la puerta de su cuarto.
—No es necesario, en serio, ya con haberme traído ha sido mucho.
Orlando negó con la cabeza:
—Para mí no, y no estaré tranquilo si sólo te dejó aquí.
Orlando bajó y corrió para abrirle la puerta a Azul y la ayudó a bajar del auto, y justo cuando estaban por entrar, un hombre le gritó a Azul.
—¡Azul! ¡Ven acá!
Azul tembló al escuchar la voz de su padre llamarla, Orlando volteó a ver de dónde salió la voz y Alfonso salió, ambos hombres miraron al hombre de mediana edad caminar con prisa hacia ellos.
—Eres toda una flichita, mírate con dos hombres.
Azul volteó y miró a su padre que parecía llevar días sin afeitarse, inconscientemente se escondió detrás de Orlando.
—Señor, le voy a pedir respeto para la señorita —dijo con calma Orlando.
—Ja, señorita esta.
Orlando frunció en ceño, y cuando el hombre estaba de frente a Orlando, justo en ese momento sintió el aura de dominio de Orlando y la frialdad con que lo veía, tragó saliva el hombre.
—Lo es y será mejor que sea la última vez que lo mire por aquí.... —dijo Orlando y el hombre lo interrumpió.
—O si no ¿qué? Ella es mi hija y jamás podrá ir en mi contra, muchachito estúpido...
Y sin que nadie lo viera venir, Orlando le dio un puñetazo al hombre que lo hizo caer, Azul quiso ir con su padre, pero Orlando la detuvo.
—Usualmente no uso la violencia, pero hay personas que no merecen mi compasión, Alfonso, si lo ves merodeando la vecindad, ya sabes qué hacer —dijo Orlando y cargó en brazos a Azul quien se quejó y quería bajarse para ir donde su padre, pero Orlando la metió dentro del auto, y al tener el seguro para niños Azul no pudo abrir la puerta, el hombre se quedó tendido en el suelo aún impresionado por el puñetazo recibido.
—¡Orlando déjame salir! —le gritó Azul en cuanto entró al auto.
—¿Para qué? ¿Acaso quieres terminar de nuevo en el hospital por un empujón? —dijo y encendió el motor del auto y salió a toda velocidad del lugar.
—¿Estás loco?
Orlando se rió entre dientes y le dijo:
—Quizá lo esté, ya que me gustas.
Azul miró a Orlando y notó que fue bajando gradualmente la velocidad.
—No soy buena para ti, Orlando.
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