—No puedes seguir de esta manera Ada —
Aquella mañana comenzaba con un fuerte regaño de Niklaus hacia la pelirroja. Adalet bebía café, era fin de semana, no había oficina, y al menos por esos días, no estaba en peligro de encontrarse con su ex esposo, aunque realmente aquello no era lo que estaba dentro de su mente en esos momentos, no, era aquel beso tan intenso y pasional que ella y Bastián habían compartido, en todo lo que realmente quería pensar, al menos en ese momento.
—Escúchame, ¡diablos! — se quejó Nick quitándole a Adalet la taza de café.
—Hey, devuélveme eso — se quejo la pelirroja.
—¿Qué diablos te pasa hoy? Estás muy distraída — reprocho Nick y la otra suspiró. —Bien, como sea, pero en verdad tienes que poner tierra de por medio. Ya tenemos el camino preparado para la caída de los Stone, tal cual, y como querías, pero es mejor que te vayas y te lleves contigo a Dante — termino de decir.
Adalet frunció el ceño. —No voy a irme, no puedo irme, tengo que estar aquí, quiero ver como arden esos malditos — respondió finalmente reaccionando.
Nick se tocó el puente de la nariz con frustración. — No seas necia Ada, ¿No fue suficiente lo que ese loco te hizo ayer? Se esta obsesionando contigo, realmente obsesionando, ¿Qué pasará si intenta hacerte algo peor? O mucho peor aún, ¿Qué tal si le hace algo a Dante? La violencia de ese hombre esta escalando cada vez más, llegara al punto en que no serás capaz de detenerlo si quiere hacerte daño, debes de irte de la ciudad junto con Dante, o los dos estarán en peligro — dijo el rubio con seriedad mirando a Adalet.
Adalet dejaba aquella taza sobre el fregadero, su café se había enfriado, y las palabras de Nick tenían todo de ciertas, sin embargo, no lo podía permitir, ella no podía irse, no todavía.
—Lo siento Nick, pero no puedo irme, todo esto es parte de mi venganza, y no huire como una cobarde, no me iré de aquí hasta que mire a esos malnacidos en el mismo suelo de la humillación en donde a mi me dejaron — respondió.
Nick resopló frustrado. — No eres solo tu Ada, tienes a tu hijo y pronto el mismo estará en el ojo de la tormenta — dijo tomando a Adalet de las manos y mirándola a los ojos. — Se que quieres vengarte, y estas en tu derecho de hacerlo, pero pon en una balanza lo que te es más importante, porque puede que te arrepientas, y aun cuando yo te apoyare en lo que tu decidas, no estoy de acuerdo con que te expongas a ti misma y a ese niño al peligro — remató.
Adalet no respondió nada. Sabia que Niklaus tenia la razón, pero no podía dar un paso atrás…y no lo haría.
En la comisaria, Sara Lestrange miraba con desprecio a su ebrio marido tras de las rejas; había recibido su llamada la noche anterior, pero decidida a ir por el hasta el amanecer, esperaba darle una lección.
—Por fin llegas, estúpida, me tuviste aquí toda la noche junta a esta…escoria…paga y ya sácame de aquí — dijo Enzo sintiendo como si las sienes estuvieran a punto de explotarle debido a la borrachera anterior.
Sara miro a su esposo, era simplemente deplorable, una completa vergüenza para ella y su familia, sin embargo, seguía siendo el hombre más rico de la ciudad y uno de los mas influyentes del país; si había pasado la noche en ese agujero, había sido únicamente a petición de ella. Sin decirle nada, la elegante mujer dirigió sus pasos hacia el jefe de policía, y dándole una fuerte cantidad de dinero, pagó por el favor de retener a Enzo Stone allí la noche entera, y, además, pagó para que aquella vergonzosa situación no se diera a conocer a nadie.
—En verdad me das asco, eres un ebrio sin remedio y un patán de quinta, agradece el tener dinero, de lo contrario, te dejaría aquí a que te pudrieras — dijo Sara antes de entrar a su vehículo.
Enzo miró a la mujer con desprecio. — Todo lo que tu eres y ceras es gracias a mí, perra, así que no intentes sentirse en posición de reprocharme nada, yo te compré, y tu tienes la obligación de hacer lo que quiera, ¿Lo entiendes, estúpida? — dijo con crueldad.
Sara dejo que una lagrima de frustración se le escapara. Odiaba a aquel hombre, en verdad lo odiaba.
Bastián despertaba esa mañana con una sensación diferente que le calentaba el pecho. Levantándose de la cama, sentía necesitar una ducha fría después de aquel húmedo sueño que lo había dejado con algún problema al despertarse. Abriendo el agua fría, sus pensamientos menos respetuosos y más prohibidos, comenzaban a poblar sus agitadas imaginaciones, y lo hacían añorar tener a esa ardiente pelirroja allí, desnuda junto a él, para hacer cosas indecibles bajo el agua.
Aquel beso que ella le había dado lo mantenía en vilo, completamente apasionado y completamente confundido. había sido tan pasional, tan ardiente, y tan esperado, que la noche anterior había tenido que atenderse a sí mismo como justo en ese momento tenia que volver a hacerlo; nunca había deseado tanto a una mujer como la deseaba a ella, Adalet Williams lo estaba volviendo loco.
El jabón resbalaba entre los cuadros de su abdomen, haciendo que estos se notaran aún más. Su virilidad le dolía, clamando por aquella mujer que lo había dejado deseando más y más de ella, deseando perderse entre sus piernas y besarle aquellos sitios en donde no llegaba la luz.
—Querida, me alegra tanto verte bien, ¿En dónde está pequeño diablito? He traído muchas cosas para Dante — dijo con alegría la mujer mayor de cabellos oscuros y unos impresionantes ojos de azul zafiro.
—¡Abuela! — gritaba Dante saliendo apresurado de su habitación demasiado emocionado y corriendo hacia los brazos de la mujer mayor.
—Ahí estas mi pequeño angelito, ¡Pero mira como has crecido! Veo que mami te esta alimentando muy bien — dijo la mujer.
Adalet miraba aquella tierna escena con micha alegría, realmente aquella buena mujer había sido su salvación, su única esperanza, y la luz en medio de su oscuridad. Aun no terminaba de comprender que la hubiese ayudado tan amablemente en sus peores momentos aun sin conocerla, pero Adrienne Williams era así, amable y generosa, una filántropa que ayudaba a mujeres vulnerares y una de las pocas personas que pensaba en la vida de las que estaban en prisión, así era que la había conocido.
Acercándose a su madre y su hijo, Adalet se sintió segura, como si aquel fuese el sitio más seguro del mundo y nadie pudiese dañarla.
Pasando la tarde llena de juegos, charlas amenas y buena comida en compañía de Adrienne y Dante, la noche finalmente había llegado y ambas mujeres arropaban al pequeño infante que había pasado la tarde más feliz del mundo, sin embargo, el rostro entristecido de la mujer mayor, se hizo presente.
Cuando ambas mujeres estaban en la sala, Adalet tomo la mano de su madre, algo estaba pasando.
—¿Qué ocurre mamá? ¿Todo está bien? — cuestiono Adalet con un deje de seria preocupación por aquella mujer que le salvo la vida.
Adrienne tomo ambas manos de su hija adoptiva, aquella a la que amaba más que a nadie en el mundo y que le había regresado un poco de su fuerza para seguir peleando. Mirandola a los ojos, no pudo evitar derramar algunas lágrimas al tener que decir aquella razón por la cual había llegado a New York.
—Ada, estoy muriendo —
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