La venganza de la ex esposa romance Capítulo 20

El sonido de una botella quebrandose, rompía el silencio que reinaba en aquella mansión casi vacía. Los sirvientes miraban hacia otra parte, o simplemente se concentraban en hacer sus deberes, sin prestar atención intencionalmente a lo que sea que estuviese aconteciendo con los señores de la casa. Ya no era extraño escucharlos discutir, como tampoco eran extraños aquellos terribles arrebatos de ira que el señor Stone sufría todos los días. Limpiando, cocinando, cualquier deber o pequeña tarea, era mucho mejor que escuchar lo que los amos tenían para decir.

—¡Maldición! — gritaba de ira Enzo una vez más, aunque, esta vez, era tanta la rabia y el odio que estaba sintiendo, que realmente quería destrozarlo todo a su paso.

Una hoja arrugada yacía en el suelo, una copa de cristal era lanzada al fuego, cada cachivache que había sobre el escritorio, era arrojado con violencia, y las frágiles sillas eran una presa fácil de destruir ante aquella ira tan atroz que Enzo no se estaba conteniendo.

El resultado le había sido entregado, pero aquella m*****a hoja debía de estar mintiendo, todos los doctores estaban equivocados, aquello simplemente no podía ser cierto, y no iba a aceptarlo jamás.

Sara tomaba su bolso para salir, mientras miraba a su marido destrozando todo a su paso, no lo negaría, en realidad, estaba feliz, se burlaba internamente de aquel infeliz que le había hecho tan miserable e insostenible la vida, ahora, ya no tendría cara para echarle nada encima, pues no era ella la que tenia un problema de infertilidad, si no el, que a raíz de aquel accidente sufrido hace cinco años y esa pequeña operación de emergencia, había quedado estéril, y realmente le parecía incluso ridículo que el no relacionara con el corte que necesariamente le tuvieron que hacer en los ductos seminales con el hecho de no haber procreado un solo hijo, eran tan patético que tenia que salir a burlarse de su desgracia.

Enzo, abría una botella de vodka, necesitaba beber y olvidar el resultado de hoja, necesitaba olvidarse del hecho de que jamás podría tener un hijo propio, y necesitaba olvidar aquella sonrisa cruel y burlona que su malnacida esposa le estaba regalando antes de salir de la mansión. Adalet, solo quería que Adalet ocupara sus pensamientos, pero, aun así, la maldijo tambien a ella por ser la madre de un hijo sano, parecía que el Dios de los cielos se estaba burlando de él, haciéndole pagar algún karma…haciéndole pagar lo que a Adalet le había hecho.

Horas más tarde, en la mansión de los Lestrange, Sara y su hermana menor, Rebekah, se burlaban de la desgracia que al infeliz de Enzo Stone le había caído encima.

—Sera el hazmerreír de todos, ya quiero ver la cara que hará el viejo Stone cuando sepa que su hijo no podrá darle un heredero — decía Rebekah en tono abiertamente burlón.

Sara se reía a carcajadas, después de haber sido humillada durante cinco años al no poder embarazarse, aquello era casi como un regalo del cielo, su esposo había tenido que tragarse cada insulto y cada palabra que le había dicho para ofenderla por su supuesta infertilidad.

—Es tan pintoresco que tenía que venir rápidamente a contarte, al menos me he librado de tener que parir a un mocoso que me arruinaría el cuerpo, Enzo no tendrá a su heredero y yo podre seguir disfrutando de la vida que he tenido hasta ahora, se que el viejo Stone no querrá pasar por esa vergüenza, así que seguramente conseguirá a algún apestoso huérfano para cubrir el hecho de que su hijo no puede tener hijos, es tan gracioso que ya puedo imaginarme todo el escandalo que se desatara por esto, como a pedir de boca — dijo la frívola mujer bebiendo un poco de vino después de ello.

—Al menos a una de nosotras le va estupendo, yo en cambio sigo aquí, comprometida, y sin una fecha fija para la boda — dijo Rebekah con desanimo y decepción.

Sara miro a su hermana menor con extrañeza. — ¿Cómo? ¿Qué ha pasado está vez? — cuestionó.

Rebekah suspiró. — Bastián, eso ha pasado, aplazó la boda una vez sacando la excusa de sus proyectos con los Stone y otros clientes, nos casaríamos en diciembre, pero ahora me ha salido con esta estúpida novedad y ya no hay una fecha fija para la boda, escogí el vestido desde hace meses y el sigue solo aplazando lo inevitable — dijo la egoísta chica.

—No puede seguir así Rebekah, Bastián no tiene opción, ustedes están comprometidos desde que eran muy jóvenes, el simplemente no puede hacer caso omiso, aunque no te ame tiene la obligación de estar a tu lado — respondió Sara con indignación.

—¡Lo sé! Pero el no lo entiende, además, no es solo eso, hace poco lo vi comiendo con una mujer, estaban riéndose como si se conocieran de toda la vida, parecía estar pasando un agradable momento con esa zorra, a mi ni siquiera me sonríe, solo me mira como si tuviera yo la peste — dijo Rebekah con frustración.

—¿Te esta engañando? ¿Sabes quien es o como era? Si es así debemos actuar rápido para deshacernos de tu problema, créeme, ya pasé por eso y se puede solucionar muy fácilmente — dijo Sara recordando a la ex esposa de Enzo y lo que el padre de su esposo había hecho.

—No tengo idea de quien es esa mujer, jamás la había visto, era hermosa, lo admitiré, piel muy blanca, algunas pecas, ojos azules muy intensos, y ese maldito cabello tan rojo que parecía de fuego…dios, en serio que me sentí terrible al verlo con esa mujer tan bella — dijo Rebekah sin notar como el rostro de su hermana se iba deformando por el asombro.

—¿E-estás segura de que ella era así? — cuestiono Sara esforzándose por disimular aquella ansia que la había comenzado a consumir.

—Si, estoy segura, me tomé el tiempo de mirar bien a mi enemiga, ¿Por qué preguntas? — respondió y cuestiono Rebekah.

Sara trago duro, aunque sonrió en el acto para que sus crecientes nervios no fueran notados por su hermana menor.

—Te lo pregunto porque debemos saber quien es esa mujer para poder atacarla, no dejaremos a Bastián en las manos de una cualquiera, tu y solo tu será su esposa — dijo Sara.

Rebekah sonrió y asintió, sin embargo, Sara se sentía intranquila, tanto que le temblaban las piernas. Aquella descripción dada por su hermana, concordaba perfectamente con la inigualable apariencia de Adalet Jones, pero, eso era imposible, ¿O no lo era? Aquella mujer debía de seguir en prisión, así tenia que ser para el resto de su miserable vida.

—No tengo idea de quien será esa Lara que dices, pero creo que tener conocimientos básicos de primeros auxilios es de suma importancia, además, saber mantener la calma en cualquier situación es crucial, de eso depende tu supervivencia o la de otros — respondió Adalet.

Bastián guardo silencio un momento, aquella última frase había capturado toda su atención, ¿Por qué Adalet tendría que sobrevivir? ¿O a qué?

—Eres todo un misterio, eso, es lo único cierto — reconoció el castaño.

La charla se volvió amena, y copa tras copa la temperatura del ambiente parecía ir subiendo. Adalet miraba los carnosos labios de Bastián, y Bastián no podía evitar notar aquella sensualidad y belleza que la mujer con cabellos de fuego irradiaba por cada poro de su tersa piel.

Acercándose el uno al otro, repentinamente la charla se había detenido y la pasión se había encendido. Atreviéndose, Adalet besaba nuevamente los carnosos labios del apuesto Bastián Myers, sintiendo como la sangre en sus venas comenzaba a arder de deseos prohibidos e indecibles que la llevaban al borde a cada segundo un poco más.

Bastián, sentía como el pequeño y curvilíneo cuerpo de aquella ardiente pelirroja, se pegaba contra el suyo, y sus manos comenzaban a recorrer casi de manera casta aquellos bordes secretos que había debajo de aquel pijama de seda que la mujer estaba usando.

—Me gustas, Bastián Myers — dijo Adalet mirando con deseo a aquel hermoso hombre que la hacia sentirse deseada, que la hacia sentirse diferente. Besándolo de nuevo con pasión, tomaba la mano de Bastián para ponerla sobre su seno izquierdo, animándolo a sentir su cuerpo por primera vez.

La masculinidad de Bastián comenzaba a doler, clamaba con hambre y deseo hundirse en aquel cuerpo de diosa. Sintiendo aquel brote de rosa que se erigía orgullos ante la excitación de ser tocado, se sintió insoportablemente hambriento y deseoso de descubrir todos aquellos secretos que el cuerpo de Adalet Williams le tenia aguardando.

Levantándose del sofá, Adalet ofreció su mano a Bastián, y caminando ambos sintiendo el cuerpo del otro, lo guiaba hacia su habitación.

Ninguno de los dos estaba pensando en lógica, en venganzas o en compromisos, ninguno se negaba tampoco a disfrutar aquello. Tan solo sentían aquella insaciable hambre por el otro, y besándose una vez más, se perdían en aquel oscuro rincón para entregarse a sus más pecaminosos deseos.

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