La venganza de la ex esposa romance Capítulo 24

El cielo estaba nublado esa tarde, como anticipando la tormenta que estaba a apunto de llegar y de la cual, no se escaparía nadie. El sonido de aquella maquina que capturaba los latidos de un corazón, comenzaba a desquiciarla tanto como la aliviaba.

Una mano sostenía a otra, y Adalet miraba como su madre yacía recostada en esa cama de hospital, con todos aquellos aparatos conectados a ella. Ella ya lo sabía, que a la mujer que salvo su vida le quedaba poco tiempo, pero quizás, confiando en milagros que no ocurrieron, esperaba tenerla un poco más a su lado…solo un poco más.

—Señora Williams, ¿Podría salir un momento? — decía el médico a cargo, y Adalet, como si caminara a su sentencia de muerte, iba tras de él ya esperando la peor de las noticias, pero aun aferrándose a la esperanza de que todo saldría bien.

El médico mantenía el temple serio, con el ceño fruncido, y miraba fijamente aquellos papeles que seguramente contenían en ellos el diagnostico de su madre. El cáncer era una cruel enfermedad, una que mermaba todas las fuerzas de quien lo padecía, y que consumía de manera atroz todos los sueños y esperanzas que tenían sus seres amados.

Adrienne Williams llevaba mucho tiempo luchando con todo lo que tenía en contra de ese monstruo, y ella la había visto ser vencida paulatinamente, sin embargo, aun y a pesar de que ya sabía cuál sería el destino final de aquello, no podría aceptarlo jamás, no quería aceptarlo jamás, pues su madre era, junto a Dante, todo lo que realmente tenía en el mundo.

—Dígame doctor, ella… ¿Se pondrá bien? — Adalet sabía que no tenía ningún caso preguntar aquello, pues la respuesta era más que evidente.

El médico la miro y negó con la cabeza.

—Lo lamento mucho, señora Williams, pero el cáncer de su madre ha hecho metástasis en la mayoría de los órganos de su cuerpo, ya no hay nada que podamos hacer por ella, con suerte y la gracia de Dios, le quedan solo unos cuantos días, no sabría precisar cuántos, con exactitud, pero es de esa manera, en verdad, lamento mucho que estén atravesando esto, sin embargo, es mejor que comience a preparar todo, usted sabe a lo que me refiero — dijo el médico palmeando el hombro de Adalet, y luego la dejo sola con sus pensamientos.

Los ojos zafiro de la pelirroja se inundaron de lágrimas. ¿Solo unos días más? ¿Tan poco tiempo? Sentándose en la sala de espera, intento respirar para poder calmarse, pero no lo había conseguido. Sus lagrimas brotaron sin detenerse, y ocultando su rostro humedecido entre sus manos, se sintió realmente sola, realmente adolorida, y aun tenía que decírselo a Dante.

En el edificio de la compañía Stone, Enzo escuchaba a cada uno de sus inversionistas. Esa tarde su padre no había acudido a las juntas; seguramente para evitarse aquel problema que el estaba sufriendo, pues a pesar de que la nota que había salido al aire la noche anterior ya había sido borrada y su quejoso amenazado, había sido muchísima gente la que lo había visto, y seguramente entre todos ellos, alguno debía tener el video grabado. Era mucha la presión, y por obvias razones, los inversionistas no estaban nada contentos.

—Primero necesitamos saber la verdad, ¿Stone Corp ha usado materiales de dudosa calidad? De hacerlo estamos faltando a los contratos y eso puede desembocar en un fraude, perderíamos millones en indemnizaciones si algo así vuelve a ocurrir…

Todos hablaban casi al mismo tiempo, haciendo que su cabeza le doliera aún más; tenia una fuerte resaca y lo menos que quería era estar en ese lugar lidiando con los inversionistas de su padre.

—Todo esto es culpa tuya Enzo, desde que tu tomaste el control las cosas solo han ido en picada, no tienes idea de como dirigir una empresa y eso ha comenzado a afectarnos — dijo uno de los hombres que señalaba a Enzo culpándolo.

—Tiene razón, este niño no tiene idea de lo que está haciendo, ¿Serás tu quien responda por nuestros intereses cuando esto se termine derrumbando? Fuiste tu quien se encargo de gestionar la construcción de ese edificio ¿No es así? —

Enzo, cansado de todos aquellos ataques y de que lo estuvieran cuestionando, se levantó de su silla directiva y salió sin decir una sola palabra ante el asombro y la indignación de los presentes quienes comenzaron a despotricar en su contra ante aquel acto de cobardía.

Encendiendo un cigarrillo, Enzo soltaba el humo hacia el aire y observaba las formas en la que este se iba distorsionando. Toda su vida se había convertido en un verdadero caos del cual no tenia ni la más remota idea de como salir. Todo en lo que podía pensar era en Adalet, en su infertilidad, en su herencia, y en el hecho de que todo se le había salido de las manos sin aparente remedio. Estaba cansado.

La ansiedad nuevamente se apoderaba de él. Necesitaba salir a beber, o, quizás, mejor remedio que ese sería el poder ver a Adalet, sin embargo, sabía que ya tenía prohibido el acceso al edificio de Triade Corp., no había hacia donde moverse. Entonces, recordando al pequeño hijo de esta, decidió subir a su auto para darle una pequeña visita al infante, quizás, había estado buscando las respuestas en la fuente equivocada.

En su colegio, Dante se hallaba tomando su almuerzo en las bancas que había en el edificio, estaba triste, sabia que su abuelita había tenido que ir al hospital, o al menos eso era lo que su madre le había dicho. Mirando hacia la nada, el pequeño notaba como un hombre desconocido parecía acercarse a él.

Enzo había logrado entrar fácilmente al colegio debido a las relaciones de su padre con el director, la excusa perfecta había sido ese evento de caridad que se estaba organizando. Mirando a los niños que se hallaban en su descanso, finalmente había logrado ubicar al hijo de Adalet, era fácil de encontrar ciertamente, pues al igual que su madre su cabello tan rojo como fuego era sencillo de distinguir, resaltaba entre tantos.

Acercándose a él, notó que el pequeño lo miraba con desconfianza, suponía que su madre le había enseñado a no hablar con desconocidos.

—Hola pequeño, ¿Cómo estás? — dijo Enzo intentando parecer amable, aun el niño lo seguía mirando con recelo.

Levantándose, Dante caminaba hacia su salón de clases, sin embargo, el hombre lo había tomado del hombro deteniendo sus pasos.

—Oye pequeño, ¿tu madre no te enseño a ser amable y responder cuando un adulto te llama? — cuestiono Enzo levemente molesto.

Dante miro una vez más a ese hombre, algo familiar en él, algo que reconocía de algún lado, sin embargo, no le agradaba, no parecía ser una buena persona, le recordaba al hombre viejo que lo había regañado días atrás.

—Lo siento señor, pero mi mamita me enseñó a no hablar con extraños — respondió Dante un poco asustado.

En el hospital, Bastián recién llegaba, Adalet había salido apresuradamente del restaurante en el que habían cenado la noche anterior sin explicarle nada. Recién le había mandado un mensaje diciéndole que su madre estaba grave en el centro médico.

—Bastián — dijo Adalet al mirarlo, y sin poder evitarlo, había corrido a sus brazos intentando buscar un consuelo para aquel terrible dolor que estaba sintiendo.

—Ada, cariño, ¿Dime que fue lo que pasó? ¿Estas bien? ¿Dante está bien? — cuestionaba Bastián.

Adalet estaba llorando, sentía sus gruesas lagrimas mojando su camisa. Abrazándola fuerte, entendía que ella estaba pasando por un muy mal momento, ella parecía estar realmente afectada, nunca la había visto así, tan asustada…tan vulnerable.

—Ella está muriendo Bastián, esta muriendo…y yo…yo no puedo hacer nada — dijo Adalet con voz entrecortada.

Bastián la apretó aun más contra su pecho. La madre de Adalet estaba muriendo, ella seguía llorando, estaba sufriendo. Acariciando su cabello, beso su corona y no dejo de abrazarla.

—Tranquila, mi pequeña Ada, yo estoy aquí, y no te dejare sola, te lo prometo — dijo intentando consolarla.

Adalet sentía como aquel nudo en su garganta la estaba lastimando. No quería llorar, no quería sentirse débil, no quería mostrarse vulnerable, pero aquello le dolía tanto que apenas podía sostenerse de pie. Abrazándose aún más a Bastián, agradeció por tenerlo a su lado con ella en ese momento, pues esta vez, no podría ella sola, no quería estar sola.

—No me dejes sola, te lo suplico — dijo Adalet entre sollozos.

Bastián continúo abrazándola y acariciando sus cabellos de fuego.

—No lo haré, te lo prometo, no te dejare sola — respondió.

Mirándose a los ojos, Adalet y Bastián no dijeron nada más, y besándose dulcemente, Adalet nunca sintió necesitar tanto de aquello como en ese momento.

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