La Verdadera Novia del CEO romance Capítulo 11

Pasaron un par de días más, Franco seguía decayendo en su salud y los doctores le habían dicho a Zoe que ya no quedaba nada por hacer más que esperar a que le llegara el momento.

Está sentada allí, con la vista fija en su mano aferrada a la de su abuelo, cuando Carlo entra a la habitación su corazón se estruja por completo, al ver a su prima en aquellas condiciones.

—Zoe… prima, por favor, ve a comer algo, yo me quedaré con el abuelo.

—No… —dice en un susurro perdido.

Carlo no insiste, porque sabe que su prima no le hará caso.

De pronto, las máquinas comienzan a sonar y ella se para enseguida. Carlo llama a una enfermera, que entra seguida de un médico y comienzan a reanimar a Franco. Todo pasa en cámara lenta para Zoe, cómo corren, Carlo abrazándola y luego la cara del doctor al ver la hora en su reloj.

—Hora del deceso… dieciocho horas, catorce minutos —se acerca a Zoe y Carlo, pero antes de que hable, Zoe lo detiene.

—No me lo diga… por favor no…

Poco a poco su cuerpo cae al suelo, deja salir un grito desgarrador que pone en alerta a Sanders, que entra en seguida. Ve el cuerpo de Franco cubierto con una sábana y a Zoe luchando por no salir de allí.

—¡¡No!! ¡¡No quiero que me aparten de él!! ¡¡Déjame Carlo, déjame… Me quiero ir con él!! Déjame…

Sanders la toma entre sus brazos y la saca de allí, aguantando los gritos y pataleos de Zoe, que está por completo fuera de sí. Llega con ella a una silla, la sienta y Carlo se arrodilla frente a ella, en lo que Sanders le avisa a su jefe.

—Sanders…

—El señor Amato acaba de morir —lo interrumpe, nadie está con Daryl para ver cómo se deja caer en el sillón de su oficina, pasando una mano por su cabeza y luego mirar por la ventana.

Pero Sanders no termina de hablar, porque debe ir tras ella que sale corriendo tras la camilla que trasladará a Franco a la morgue.

—¡No se lo lleven! ¡Abuelito, no me dejes sola, por favor, no…!

Sanders la toma por la cintura y ella se deja caer en el piso nuevamente. Entierra su rostro en el pecho de su primo, sin tener consuelo para aquella pérdida tan devastadora. Al final, Zoe solo siente un piquete en el brazo y luego que alguien la carga hasta algún lugar.

Para cuando abre los ojos, Carlo está con ella, se incorpora con dificultad y las lágrimas comienzan a caer de nuevo.

—¿Dónde está?

—La funeraria se está haciendo cargo de él, no te preocupes por eso ahora.

—Dime, Carlo, ¿qué haré ahora? Se me fue mi soporte, el hombre más importante de mi vida, el único que podía salvarme de todo este infierno que estoy viviendo…

—Zoe, tú solo debes decirme que quieres terminar con todo y yo te saco de allí.

—No es tan sencillo, Carlo. Si lo hago, Daryl sacará todo el dinero que mantienen invertido con nosotros y los dos sabemos que si eso pasa, Amato Inversiones se verá en un gran aprieto financiero.

—Pero…

—No puedo ser tan egoísta de echar a la basura el trabajo de mi abuelo… ya veré cómo terminar ese matrimonio, después de todo, yo no tengo nada que ofrecer más que mi cara a un hombre que no me puede ni ver.

El hombre se pone de pie y se acerca a su prima para abrazarla, hasta que ella decide que es momento de ir a casa para hacer los arreglos necesarios para el sepelio de su abuelo.

Al salir de la habitación, los dos se quedan estáticos cuando ven la figura de Daryl en el pasillo, está serio como siempre, pero al menos se ha guardado su amargura un rato.

—Zoe… lamento mucho tu pérdida —al menos no hay sarcasmo ni antagonismo en sus palabras, así que ella solo asiente y sigue caminando—. Hay un auto esperando por ti para que te lleve a donde quieras ir.

—Gracias, pero me iré con mi primo a la mansión Amato, tenemos que organizar todo para despedir a mi abuelo —Daryl va a hablar, pero ella lo detiene—. Si no quieres que vaya con él, puedes enviar a tus hombres conmigo, no tengo problema en que me mantengas vigilada, solo déjame hacer esto por mi abuelo, por favor.

Y sin esperar respuesta, Zoe sigue el camino con Carlo, que antes de avanzar mira a Daryl con cara de pocos amigos.

Al llegar a casa, Zoe no puede evitar sentirse peor al no encontrarse a su abuelo recibiéndola con los brazos abiertos y sonriendo con calidez, pero respira profundo, sube a la que fue su habitación, busca la ropa adecuada para el momento y se mete a la ducha.

Se queda allí un buen rato, esperando a que el agua la deshaga y se la lleve, para no tener que presenciar la despedida de su abuelo.

Cuando al fin sale, se coloca una bata, para luego comenzar a secarse el cabello con cierta torpeza, porque su cerebro no estaba coordinado con sus manos para nada. Al terminar, va hasta su cama y comienza a vestirse, instante en que llaman a la puerta.

—Señorita, su esposo está abajo.

—Que me espere en el despacho, por favor.

Termina de arreglarse, deja su hermoso cabello castaño suelto, da un suspiro para darse ánimo y baja para encontrarse con Daryl. Antes de llegar al despacho, una de las chicas del servicio le dice que Anabet ha llegado y está con él encerrada allí.

Zoe camina directo al lugar, algo molesta, pero cuando abre la puerta no puede creer el encontrarse a esos dos a punto de tener sexo.

—Zoe… ven, cariño, siéntate.

—No quiero alejarme de él —Carlo siente tanta pena por ella, porque de toda la familia es quien más afectada está.

Le acerca una silla, ella la acepta, para luego seguir velando a su abuelo, como cuando estuvo en el hospital esos días.

La gente comienza a llegar, presentando sus condolencias a Francesco, como hijo mayor y nuevo patriarca de la familia. Muy pocos se acercan a Zoe, que parece ausente y hasta indiferente de lo que se está viviendo.

Una de las chicas del servicio se acerca a ella con un té que Carlo le mandó a preparar, pero Zoe lo rechaza con delicadeza.

—No, gracias… solo el olor me da náuseas.

Y esas palabras no pasan desapercibidas para Daryl, que sospecha que ella pueda estar embarazada.

Luego de varias horas, Zoe se pone de pie para ir al baño, viendo aquella expresión demacrada en su rostro, pero el dolor en este momento no lo quiere ocultar. Al regresar, se detiene cuando oye su nombre.

—Hace unos días me reuní con Gisella, una de las mejores amigas de Anabet —susurra la mujer—. Y me dijo que Daryl Marchetti era el novio de Anabet, pero al parecer Zoe lo drogó y se acostó con él, por eso terminaron casándose, para no tener un escándalo.

—Pobre Anabet, es tan buena chica —Zoe sonríe sin poder creer lo que oye—. En realidad, de las dos, es la que más me conmueve. ¿Se dieron cuenta que Zoe ni siquiera llora? Solo está sentada allí, sin mirar a nadie, es que ni siquiera está saludando a quienes vinimos a presentar nuestros respetos.

—Que vergüenza deben sentir de tener a una chica así en su familia, ¡que horror!

Zoe retoma el camino y pasa por el lado de las tres mujeres que están susurrando, por supuesto que erguida y con un aire de dignidad que nadie le podría cuestionar.

Al menos ella y su abuelo saben la verdad, a ella es a quien drogaron, a la que obligaron a casarse, es ella la que está sufriendo en carne viva el perder a su abuelo.

Así, se pasó las horas en vela, sin dejar solo a su abuelo hasta el momento del sepelio.

Un largo cortejo lo acompaña a su última morada, Daryl permanece a su lado, pero sin tocarla. Del otro lado del hombre está Anabet, que no deja de llorar con suaves sollozos. Tras las palabras de Francesco y la bendición del sacerdote, Zoe se acerca al ataúd y deja una rosa blanca, las favoritas de su abuelo.

Deja un beso allí, se gira para buscar refugio en los brazos de alguien y su primo Carlo la atrae para consolarla, puesto que Anabet, sin importarle donde están, se ha refugiado en los brazos de Daryl, quien no se pudo negar, porque ya le ha causado demasiado daño.

Zoe no quiere ver cuando bajen a su abuelo a su última morada, eso sería más doloroso. Pero no sabe que el verdadero dolor solo está por comenzar.

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