Las amantes del Señor Garret romance Capítulo 43

Todo lo que ha pasado... Peter está muerto... ha intentado matarme... y ha faltado tan poco...

Por primera vez me fijo donde estoy, veo el salpicadero del coche de Ian frente a mi, y él está a mi lado.

No se cuanto tiempo ha pasado desde... desde lo sucedido en el despacho, pero allí creía que no volvería a verlo y tenerlo a mi lado es un regalo. Bajo la vista hasta su mano, la que está en la palanca de cambio de marchas y aunque quiero entrelazar mis dedos con los suyos y sentir su tacto y su calor, soy incapaz de moverme, es como si mis músculos ignoraran mis ordenes, como si no me hicieran caso. Solo puedo observarle mientras conduce a toda velocidad, con el ceño fruncido y las manos temblorosas.

Espero en el asiento a que se baje del coche y venga a buscarme, soy incapaz de tomar ninguna decisión por muy trivial que sea. Con cada parpadeo veo el cuerpo de Peter tirado en el suelo y el horrible charco de sangre que salía desde su cuello. También viene a mi memoria sus rasgos cuando intentaba asfixiarme, esa mirada totalmente ida.

He matado a una persona. Este momento me perseguirá durante el resto de mi vida. Cuando Willian se sentó a mi lado mientras esperaba a Ian, me fijé en algo extraño que sobresalía de un lado de su cuello, era el abrecartas de mi mesa... durante el forcejeo es lo único que encontré para golpearle pero se lo clavé y ahora está muerto.

¿Cómo voy a seguir adelante con esta culpabilidad? ¡Su madre! Vivía con su madre enferma. Pensar que esa pobre mujer ha perdido a su hijo y su única ayuda forma un nudo en mi estómago desgarrador. Las lágrimas me salen a borbotones y no hago nada para ocultarlas, no tiene sentido que lo haga, sería algún tipo de bestia sin corazón si toda esta situación no me afectara.

Ian rompe mis pensamientos abriendo la puerta de sopetón y tirando de mi para rodearme entre sus brazos, y por extraño que parezca, sentir el calor de su cuerpo y la suave voz me calma.

- Vamos a solucionarlo - susurra - no te preocupes pequeña, yo estoy contigo.

- Lo...lo... he matado - balbuceo entre lágrimas - está... muer...muerto... Ian.

-Shhhh. Vamos a casa - con su cuerpo aun pegado al mío comienza a caminar, obligándome a seguirle el paso - no vuelvas a decir eso, nadie puede saberlo.

Asiento con la cabeza aunque en el fondo creo que la pobre anciana enferma a la que cuidaba se merece un culpable, alguien que pague por su pérdida y ese alguien soy yo.

Llegamos a la casa y me alegra que no haya nadie a la que explicar el lamentable estado en el que me encuentro y el porque. Me lleva hasta el sofá, me siento en él a la espera de la siguiente orden. Tengo la mente colapsada, el cerebro abotargado y solo puedo aceptar lo que Ian me va diciendo que haga.

- Espera aquí un momento, voy a hacer una llamada - ¿En serio? ¿Ahora?

Se aleja unos pasos y se coloca el teléfono en la oreja, esperando que alguien descuelgue.

-Doctor Jonshon, soy Ian Garret... si.... buenas noche a usted también - resopla impaciente - es importante doctor ¿Podría venir a mi casa ahora?- me mira de reojo y sale de la habitación. Da igual que se vaya, se lo que le va a explicar y los nervios vuelven a invadirme. - Aquí le espero - dice entrando por la puerta - se lo agradezco.

Se acerca hasta mí con una mirada preocupada o eso creo, nunca le había visto esa expresión.

- Vamos a darnos una ducha antes de que venga el médico.

-No... no hace falta... de verdad.

-¿Te has escuchado? Casi no puedes ni hablar. Así que si, si hace falta.

Punto y final del señor Garret. No acepta un no por respuesta, pero en el fondo tiene razón. Ahora que lo ha dicho presto atención a mi voz, es un ronco sonido que logro articular haciendo un soberano esfuerzo. La garganta me duele muchísimo.

Con cuidado me desviste, abre el grifo del agua caliente y en cuestión de minutos todo el baño se llena de vapor.

Se fija en las marcas de mi cuello. Yo aun no las he mirado, ni quiero hacerlo. Me niego a ser un cervatillo asustado, no soy la víctima, no tengo derecho a auto compadecerme. Yo soy el verdugo, la asesina, la culpable...

Cuando pasea los dedos por lo que imagino que son señales que me ha dejado Peter en la garganta, le retiro la mano con cuidado.

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