Las amantes del Señor Garret romance Capítulo 45

Me vuelvo a la habitación porque en el fondo no quiero saber lo que está pasando. Seguro que se cuerpo ahora mismo descansa en el fondo del lago, con los peces... o en un agujero en medio del campo para convertirse en alimento de los animales... cualquiera de las opciones me parece terrible y aunque me afecta y siento la respiración agitada, por algún extraño motivo estoy tranquila. Mi corazón late a un ritmo normal y tengo tal cansancio que creo que lo de Peter puede esperar a mañana. La cama parece demasiado cómoda.

- ¿Cómo estás? - pregunta acercándose a mí.

-No se... supongo que bien - me encojo de hombros porque no lo entiendo - estoy tranquila.

- Eso es por lo que te ha dado el médico - me sonríe con ternura. Una faceta suya que no conocía y que me encanta - ven, túmbate conmigo.

Se sienta en la cama con la espalda apoyada en el cabecero, levanta un brazo y mi cabeza se amolda a la perfección sobre su pecho.

- ¿Qué va a pasar ahora?

- No lo se, pero no te preocupes. Yo voy a cuidar de ti - me da un beso en la coronilla.

Siento el cansancio apoderarse de todos los músculos de mi cuerpo y como los párpados se me van cerrando como si unos hilos invisibles tiraran de ellos.

Por la mañana, despierto sobresaltada cuando los rayos del sol me dan directamente en la cara ¿Pero qué hora es? Sujeto el despertador delante de la cara, entrecerrando los ojos. Salto literalmente fuera de la cama, me he quedado dormida, mierda.

-¿Puedo saber que estás haciendo? - pregunta Ian saliendo del baño. Todavía lleva el pijama puesto. Es demasiada coincidencia, el nunca se duerme.

-Nos hemos dormido ¿Qué haces en pijama todavía?

-No, te han dado dos días de vacaciones forzosas así que vuelve a la cama porque se supone que tienes gripe - me lleva hasta la cama y cuando me tumbo, comienza a taparme como si fuera una niña pequeña - voy a por el desayuno.

-Espera, espera ¿Qué voy a hacer dos días aquí dentro?- empiezo a notar como el pánico se apodera de mi. En la cama metida sin nada que hacer, voy a darle demasiadas vueltas a la cabeza - ¿No puedo estar ni por la casa?

-Había pensado descansar yo también. No se, podríamos hacer muchas cosas - capta mi atención al momento.

De repente la idea ya no me parece tan mala, dos días con él solo para mi.

- ¿Qué tipo de cosas?

- Podemos bañarnos, ver alguna película ñoña de esas que te gustan... hay un abanico de posibilidades para aprovechar el tiempo - me guiña un ojo - ahora voy a por el desayuno, tu espera aquí.

Ahora que no está Ian haciendo que mi mente divague, vuelvo a ser consciente del dolor de garganta, de la voz rasposa y de lo más importante; Peter, como en unos malos minutos he acabado con su vida. Un horrible calor asciende por mi cuello hasta terminar en mi cara, la respiración se me agita y siento como las palmas de mis manos comienzan a humedecerse por el sudor. Aunque cada vez respiro más rápido, sigue faltándome el aire. Siento unas terribles nauseas que no puedo contener, quiero volver a sentir la calma de anoche, quiero dejar esta culpabilidad y seguir con mi vida aunque se como soy y eso no va a ocurrir. Corro hacia el baño y corro el pestillo de la puerta, no quiero ni que Ian me va así ni que se preocupe más por mi. Nada más subir la tapa del retrete, vomito todo lo que había en mi estómago. Me siento tan impotente. Desearía volver atrás y cambiar lo que he hecho.

- ¿Emma? - pregunta llamando a la puerta.

-Ya, ya salgo - balbuceo mientras intento respirar.

- ¿Estás bien? - Ahora suena más fuerte - ¿Quieres que entre?

Vuelvo a escucharle como un sonido sordo y lejano. Esto es lo que llaman crisis de ansiedad. No puedo contestarle en un tono que parezca normal porque ahora mismo estoy histérica así que decido hacer como que no le he escuchado.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Las amantes del Señor Garret