Las amantes del Señor Garret romance Capítulo 66

Ver amanecer desde la suite flotante es una pasada. No hemos pegado ojo en toda la noche. Ian puede resultar muy apasionante. Los recuerdos de todo lo que hemos hecho me colorean las mejillas y me saca una sonrisa de boba.

Sentada en la cama con la sábana enroscada alrededor de mi cuerpo espero a que traiga el desayuno. No puedo creer la suerte que he tenido. Jamás había sentido nada parecido por Toni y aun así estuvimos juntos diez años en una relación en la que creía que había amor.

- ¿En qué piensas? - pregunta entrando por la puerta con una bandeja entre las manos.

-Nada, tonterías.

No creo que le haga gracia que le admita que pensaba en Toni y en lo que sería de su vida en estos momentos.

- Toma, zumo de naranja.

Me paso la sábana por debajo de los brazos y la ato fuerte para que no se caiga. Camino con el zumo hasta la ventana. Una brisa fresca mueve mi pelo al mismo ritmo que las hojas de los árboles.

-Esta noche viene el helicóptero a buscarnos ¿Tienes intriga por saber dónde vamos a ir?

- Mucha, pero sé que no me vas a decir nada así que no pienso darte el gusto de preguntar - le saco la lengua en un momento de madurez.

-Tienes razón, no pienso decirte nada. El viaje va a ser un poco más largo. Deberías descansar.

- ¿Cómo de largo?

Me arrepiento al momento de la pregunta.

- ¿No decías que no ibas a preguntar? - ríe con suficiencia - ¿Quieres dormir un poco?

-Tienes que estar de broma. Estoy en el paraíso y tengo pensado seguir trabajando en mi moreno.

Sé que es una batalla perdida. Mi piel jamás tendrá ese tono anaranjado tan bonito que lucen algunas mujeres después de un día de playa, pero aun así voy a intentarlo.

- Lo único que conseguirás es quemarte. Ponte crema.

Dejo el vaso de zumo sobre la mesa y voy hasta la maleta donde están todos los bikinis. Ya que tengo tantos es una pena que se vayan a quedar con la etiqueta puesta.

Al final me decido por uno verde sin tirantes y que tiene unos volantitos muy graciosos. Al fondo de la maleta veo una cajetilla. El corazón me da un vuelco, me sube un calor por el cuello que llega hasta mi cara.

La sujeto entre los dedos sin ser capaz de abrirla. Se lo que hay dentro y lo que falta. Con todo el lío de la preparación del viaje se me ha olvidado y una vez aquí estaba tan impresionada que ni me acordé.

- ¿Has decidido cuál te vas a poner hoy? - pregunta Ian sin tener ni idea de lo que está ocurriendo.

-El verde - contesto en un tono monocorde. Lo único que tengo en la cabeza son las cuatro pastillas que no me he tomado.

- ¿Qué ocurre? -Se preocupa al momento - ¿Qué es eso? - me quita la caja de las manos.

Ian mira mi cajetilla de pastillas anticonceptivas. No hay que ser Einstein para leer las pegatinas con los días de la semana y ver cuantas me faltan.

- ¿Se te ha olvidado tomarlas?

Pregunta en un tono normal pero no estoy totalmente segura de que no esté enfadado. Yo lo estaría, si confías en una persona y te falla hasta este punto ¿Y si estoy embarazada? ¡Y yo tomando el sol sin ningún miramiento!

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Las amantes del Señor Garret