Cuando termino de empaquetar todo me dirijo a la parte habilitada para los helicópteros. Ian espera allí con su maleta apoyada en un lateral. Camino hasta él, vamos a hablar quiera o no. La época en la que me intimidaba y me comportaba como un cordero asustado tiene que terminar de una vez. Somos marido y mujer, las parejas se pelean y lo arreglan, es así.
- No pienso que puedas ser un mal padre.
- Entonces ¿Por qué estabas tan disgustada? - pregunta sin dignarse a mirarme.
- Ha sido algo repentino, algo que no esperaba. No he sabido reaccionar mejor.
-Bien. En nuestro próximo destino te espera un médico para decirte como debes tomarte el nuevo tratamiento. Así evitamos sustos repentinos.
No me ha perdonado ¿Por qué demonios le ha molestado tanto? ¿Quería que saltara de alegría y cruzara los dedos con la esperanza de estar embarazada después de tan poco tiempo casados?
Tengo que admitir que al principio me he acojonado pero... no se... cuando ha salido negativo me ha dado pena. Una familia, un bebe correteando por la casa, algo que sería de Ian y mío...
El helicóptero empieza a descender levantando mucho aire y como soy una mujer previsora que terminó con el pelo enredado la última vez, me he hecho una coleta aunque nadie libra a mi flequillo.
Muy bien, si quiere que estemos enfadados en nuestra luna de miel, lo estaremos.
En cuanto el helicóptero toca tierra dejo a Ian atrás y camino decidida hasta él aunque las hélices aun no han parado y me cuesta respirar, mantengo el ritmo. Puede más mi orgullo que la tierra que vuela hasta mi pelo y mi cara y me hacen andar casi con los ojos cerrados.
Me subo y me ato el cinturón. Miro por la ventanilla aunque no hay nada nuevo que ver pero he decidido ignorarlo todo el trayecto.
Un par de horas más tarde estaría más cómoda en la boca de un tiburón que encerrada aquí con Ian. La situación es realmente triste. Algo como lo que ha pasado hoy debería unirnos, hacer que hablemos y tomar una decisión, no ignorarnos.
Algo humedece mis mejillas. Al darme cuenta de que son mis lágrimas giro la cabeza para que no las vea. La pobrecita Emma que llora cuando su marido se enfada con ella, ni hablar.
-Emma... - susurra en mi oído.
-Estoy bien - ni disimular se...
Enrosca sus dedos entre los míos y aprieta en lo que intenta parecer un abrazo.
Una gran mansión me llama la atención. Descendemos sobre ella, es enorme. Hay dos piscinas iluminadas que dejaría las olímpicas a la altura del suelo.
Al tocar tierra un hombre con traje nos recibe y después de lo que parece un escueto bienvenido sujeta nuestras maletas y camina hasta la mansión.
Ian se baja sin ninguna dificultad, pero esta vez me espera al final de la escalerilla para ayudarme. Una vez sobre el suelo intento mantener mi pose de paso de ti pero no me permite que me separe y lo agradezco. Me encanta cuando me rodea entre sus brazos, sentir el calor de su piel calentando la mía, me encanta sentir que le importo.
-Ni una pelea más, te quiero demasiado - ahí están otra vez las mariposas que aparecen con cada te quiero.
-Quizás deberíamos hablar del tema.
-No en nuestra luna de miel. Si no estás preparada no lo estás, da igual lo que yo quiera.
Quiero contestarle y abro la boca para hacerlo pero el hombre que se llevó nuestras maletas se planta delante de nosotros y creo que es un tema íntimo que no le importa a nadie más.
-Buenas noches y bienvenidos a la isla de Calivigny. Voy a ser vuestro mayordomo este fin de semana junto con el resto de los veintinueve empleados. Estamos a vuestra disposición.
- Gracias. Nos gustaría cenar algo antes de acostarnos.
No tengo ni idea de la hora que es, pero sé que es muy tarde y a Ian no parece importarle que estas personas tengan que ponerse a cocinar para nosotros.
-Muy bien señor - asiente con la cabeza y se va.
- Solo he bostezado, creo que podré aguantar un poco de sueño.
¿Por qué no me pregunta? Odio que tome decisiones sin preguntarme, aunque tengo que admitir que es un detallazo
- Pero no es necesario que lo hagas, hemos venido a disfrutar no a hacer esfuerzos innecesarios como pedir que te dejen cocinar.
-Es tarde y querrán acostarse y nosotros hemos llegado a las tantas de la noche pidiendo la cena - explico como si fuera obvio.
- ¿Crees que les importa? Este sitio cuesta más de cien mil dólares el fin de semana. Por ese precio puedo pedir la cenar de madrugada y el desayuno a las seis de la tarde.
¿Cuánto ha dicho que cuesta? Debería cerrar la boca y disimular lo impresionada que estoy. Si es capaz de gastarse ese dineral en tan solo tres días ¿Hasta qué punto es rico?
-Os acompañaré a vuestra habitación - el joven aparece detrás de mí.
-Yo iré ahora mismo cariño.
Sigo al muchacho entre un laberinto de pasillos hasta pararse delante de una puerta doble de madera con unos grabados impresionantes.
-Buenas noches.
-Buenas noches - contesto viendo como se aleja.
Dentro hay varias puertas y aunque tengo muchísima intriga por inspeccionar este lugar, estoy realmente cansada. Me tiro sobre la cama sin quitarme ni los zapatos. Si en lugar de un cama me dijera que estoy tumbada sobre un trozo de nube me lo creería, es tan cómoda que se amolda a la perfección a mi cuerpo y de un momento a otro me duermo.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Las amantes del Señor Garret