No es el mejor momento, lo sé, pero... tengo la necesidad de sincerarme.
- Ian... me ha llamado Henry...
- ¿Quién es Henry?
- Henry es el médico que trajiste a la isla. El que me ha llamado ahora mismo y... bueno... que... vas a ser padre.
Baja los brazos que terminan colgando como si fuera un pelele. Pues si que se ha quedado más en shock que yo.
De pronto enfoca la vista en mis ojos. Ni un pestañeo interrumpe nuestras miradas.
Se quita el gorro que se había puesto mientras hablaba y me lo coloca en la cabeza. Se quita los guantes y con sumo cuidado me los pone.
No sé si me cuida a mi o a nuestro pequeñín, pero esta faceta protectora es tan tierna que tengo que resistir las ganas de llorar.
- Si tu caes, yo caigo - dice pegando la frente en mi mejilla.
- Nadie va a caer hoy mi vida.
- ¿Vamos a ser padres? ¿Es en serio? Pero el test salió negativo.
- Si, vamos a ser padres - me abraza pegándome a su cuerpo - por eso he estado tan rara, el doctor dijo que había posibilidades de que hubiera fallado la prueba.
- Vámonos. Está empezando a refrescar.
Me agarra por la cintura con mi cuerpo pegado al suyo. En unos pocos minutos llegamos a una casita de madera de la que sale humo por la chimenea.
No se parece en nada a los lujos y las atenciones que hemos tenido hasta ahora. Saca una llave del bolsillo y la introduce en la cerradura. Es tan raro que nadie venga a recibirnos...
- ¿Dónde está todo el mundo? - me quito los guantes y los dejo sobre la mesa.
- ¿Quiénes?
- Los empleados... no se... está tan vacío, hay tanta tranquilidad...
- Eso es lo que pretendía. Puedo contratar servicio si es lo que quieres, pero pensé que te gustaría más que tuviéramos la casa para nosotros solos.
Nada de lujos. Nada de personas preguntándote a cada momento si necesitas algo más. Nada de tener que comportarme de una forma determinada.
En el fondo me da lástima que no recuerde nuestro primer encuentro real, pero es lógico. Estaba totalmente enamorada de Sarah.
-No, un día iba caminando por la calle y chocamos - explico sin levantar la cabeza de su pecho. Me siento como una niña pequeña admitiendo una travesura.
- Lo recuerdo.
Espero algo más. Una explicación. Alguna historia bonita de como él tampoco pudo olvidarse de mí, pero no dice nada.
Aunque no tenga ninguna culpa en este momento estoy enfadada y triste a la vez. Me hubiera gustado dejarle algún tipo de marca, algo que me hiciera especial a sus ojos y la triste realidad es que no fue nada. Volvió a su casa junto a su mujer y yo quedé en el olvido.
- Es tarde, me voy a la cama.
No miro atrás cuando salgo del salón. Bien por ti Emma, otra estupidez más. Te haces la digna y te vas enfadada a una habitación que no tienes ni idea de donde está.
La casita rústica de poco glamur que parecía al principio era una farsa. Camino por un pasillo lleno de puertas a ambos lados. Las voy abriendo y cerrando hasta que llego a una que tiene una cama enorme en el centro.
Me tumbo sobre ella con los brazos y las piernas estirados, como si hiciera un ángel en la nieve ¿Tan difícil le habría resultado decir que él tampoco pudo olvidarme desde ese momento? Pero no, su silencio solo hace que recuerde hasta que punto estaba enamorado de Sarah. Como cambió cuando ella lo engañó y todo lo que sufrió con esa relación.
Ella ha sido el gran amor de su vida y no yo.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Las amantes del Señor Garret