Escucho las pisadas acercarse antes de que abra la puerta. Cierro los ojos y me hago la dormida. No quiero discutir ni reprocharle nada porque en el fondo no puedo exigirle un sentimiento. Un sentimiento que no me correspondía a mí en aquella época, pero que me habría gustado que lo tuviera.
Abre la puerta y camina hasta la cama. Se sienta en el borde, a mi lado.
- Nunca se te ha dado bien mentir - bromea pasando sus dedos entre mi pelo.
Abro los ojos abochornada.
- ¿Te vas a acostar?
- No recuerdo ese día como tu Emma, pero la primera vez que nos acostamos en mi despacho para mí ya fue especial - continua acariciándome el pelo - cuando quise volver a quedar contigo y me rechazaste no me lo podía creer. No te enfades, pero hay mujeres que han perdido vuelos por pasar una noche conmigo - se me escapa una risa. Sé que es verdad eso porque yo misma tenía que hacer una nueva reserva - fui al restaurante y... cuando tu novio... ex novio se alejaba tirándote del brazo quise matarlo, quería arrancarle la cabeza.
- Pero me miraste como si no te importara. Te diste media vuelta y te fuiste - recrimino enfadándome de nuevo.
- No quería que me importaras. Te estoy contando todo esto para que sepas que tú eres lo más importante para mí no para que te enfades.
Me siento en la cama para prestarle atención. Quiero saber más. Quiero saberlo todo.
-Vale, vale.
- Al día siguiente no fuiste a trabajar y... no sabía si te había hecho algo... estaba de los nervios. Creo que esa fue la primera vez que dejé de engañarme y fui a tu casa. Tu pómulo, lo recuerdo a la perfección. No iba a irme de allí sin ti. No iba a permitir que volviera a ponerte la mano encima.
- Me gustó mucho ir a tu casa. Iba a estar contigo todo el día - admito sonrrojándome.
- Es tarde Emma. Ahora tienes que cuidar del pequeñajo también.
-Pero me gusta que me cuentes que sentías. Transmitías tan poco...
- Mañana te contaré más. Ahora duerme - ordena contento.
Se tumba a mi lado. Apoyo la cabeza sobre su hombro y cierro los ojos. Me concentro en su lenta y acompasada respiración hasta que finalmente me duermo.
Preparo algo para desayunar. Ian sigue durmiendo así que voy a aprovechar para llevarle el desayuno a la cama. Todos los armarios y la nevera están repletos de comida.
Rebusco hasta que me decido por unas tostadas con mantequilla y mermelada y un café con leche.
Lo coloco en una bandeja y voy a buscar a Ian para sorprenderlo. Abro la puerta haciendo malabares para que no se me caiga nada.
- Exacto... Para esta noche sin falta - habla por teléfono con alguien.
Dejo la bandeja sobre la cama. Para que no parezca que estoy cotilleando me pongo a untar una de las tostadas prestándole una atención fingida bastante real o eso espero.
- Ese no es mi problema. Lo quiero aquí antes de las diez.
Levanto la vista sorprendida. Hacía mucho tiempo que no le hablaba así a nadie.
- ¿Ocurre algo? - no quiero parecer entrometida, pero si pasa algo quiero saberlo.
Paso el día en el salón con la chimenea encendida y las maletas preparadas en la puerta. Desde el mismo momento en el que Ian supo que iba a ser padre se terminó nuestro viaje.
- ¿Dónde está el avión? Ya debería estar aquí - da vueltas por la habitación mirando el reloj sin parar.
- Cálmate, seguro que está a punto de llegar.
- Como se retrase un solo minuto lo voy a despedir, los voy a despedir a todos -murmura para él mismo.
Este es mi límite. No pienso aguantar nueve meses a un hombre crispado con la protección y los horarios despidiendo a diestro y siniestro.
- Bueno, ya está bien. Estoy embarazada no enferma ¿Qué más da que llegue diez minutos tarde? Tienes que relajarte porque me estás estresando - juego la baza de lo malo que es el estrés para una mujer embarazada a ver si de ese modo logro que se calme - no es bueno para el bebé.
Camina hasta el sofá y se sienta en él. Mira el fuego pensativo mientras espero a que diga algo y reaccione.
- Tienes razón perdona. Solo quiero que todo salga bien.
Ahora lo entiendo. Esto es algo que no depende ni de él, ni de su dinero, ni de las influencias que tiene gracias a su cargo. No puede hacer nada y se siente impotente. Vuelvo a sentirme como una bruja egoísta.
- Nada va a salir mal. Relájate.
Me siento a su lado a esperar el avión. Nuestro cuento de hadas se termina hoy. Volvemos a la vida normal y solo puedo preguntarme una cosa ¿Seguirá todo igual de bien que esta última semana?
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