Vuelve de la cocina con una botella entre las manos ¿Se ha vuelto loco? Ha pasado de ser un psicótico a traer vino para cenar. Lo coloca sobre la mesa y al leer la etiqueta, no puedo evitar sonreír.
- Una ocasión especial lo merece ¿No crees? - pregunta contestando a mi sonrisa.
- ¿Champín? Eso lo beben los niños pequeños.
Es una botella de champan, solo que es un refresco con burbujas sin una pizca de alcohol.
-...Y las embarazadas que no pueden beber alcohol - puntualiza.
- Así que hoy es una ocasión especial ¿Me he perdido algo?
Ignora mi pregunta y vuelve a irse de nuevo a la cocina. Espero sentada como un buen comensal. Doy un sorbo a mi copa de champan falso.
- Hoy es el día que vamos a hablarlo todo. Sin peleas, sin gritos y sobretodo sin lágrimas.
Deja dos platos con caldo de pollo. Lo ha hecho Dorotea. Será tramposo, pero con todo el esfuerzo que está haciendo no pienso delatarlo.
- Me parece bien. Creo que es lo mejor.
- Venga, empieza tu.
Pienso por donde empezar. Lo de Leti es importante, lo de tomar decisiones sin contármelo también, pero lo que más me afecta es el cambio que ha dado nuestra relación.
- Desde que te enteraste del embarazo... no se... es como si yo no te importara - digo triste tal y como me siento cada vez que recuerdo todo lo que hemos cambiado.
- Emma, siento que pienses así - suelto la cuchara sobre el plato para prestarle atención - la condición para que hablemos es que te comas todo lo que traiga, señorita. Vamos come - espera hasta que vuelvo a introducir la cuchara en el plato - Como iba diciendo, la realidad no es esa. Te quiero más que a nada. Eres la mujer que sacó de la espiral destructiva en la que estaba. Tu me has salvado, Emma.
Es cierto que llevaba una vida entre mujeres y sexo, pero llegar al punto de salvarle es pasarse. Además, no se le veía muy mal dentro de esa espiral...
- Creo que exageras.
- ¿Si? -Pregunta levantando una ceja - ¿Sabes cuantos matrimonios he roto? ¿Sabes cuantas mujeres he dejado tiradas cuando me hablaban de lo que sentían por mi? No tienes ni idea de las cosas que he hecho.
Al recordar esos años su cara se torna en una mueca entristecida. Acción reacción. Ying y yang. Siempre ha habido una creencia mística de que toda acción tiene una reacción igual y opuesta. Supongo que en este caso es el sentimiento de culpabilidad.
- Vale, entonces te he salvado - lo señalo con la cuchara en un intento de destensar el ambiente.
- ...Y aquí viene la solución a ese sentimiento que tienes. Te prometo no volver a hacerte sentir como si no me importaras. Cada día, encontraré la manera de demostrártelo.
Noto como el peso que caía sobre mi desaparece al momento. Si él se va a esforzar tanto como está prometiendo, yo también lo haré. Podemos hacerlo, ahora estoy segura.
Se incorpora sobre la mesa para mirar mi plato.
- Buena chica ¿Preparada para el segundo?
Ni me he dado cuenta de que había vaciado el plato. Me ruge el estómago.
Vuelve con otros dos platos. Al posarlos sobre la mesa lo miro sorprendida. Esto si que ha podido cocinarlo él, pero Ian no cocinaría esto, es demasiado estirado.
- ¿Macarrones? ¿Tu? - pregunto sin dar crédito.
- Esta cena es para ti. Es tu plato favorito.
Parece un cretino egoísta que no se da cuenta de las cosas y ahora me sorprende sabiendo que los macarrones me encantan.
- Gracias - me froto los ojos para quitármelas - es tan bonito lo que has dicho... que... no puedo creer que haya sido espontaneo.
- Llevo todo el día como un tonto con la libretita por todas partes, por ti haría cualquier cosa.
Las carcajadas nacen en mi estómago. Es tantas cosas a la vez que abruma. Ian el pasional. Ian el frío. Ian el romántico, pero al final todas esas cosas se pueden resumir en una. Mi Ian.
- Eres increíble - río.
He dejado el plato completamente limpio. No tenía ni idea de que tenía tanta hambre hasta que he empezado a comer. No puedo comer absolutamente nada más, estoy tan llena que me aprieta la gomilla del pijama.
- ¿Preparada para el postre?
- Uff, creo que no puedo dar ni un bocado más.
Puede parecer un feo no probar el postre que ha preparado, pero por la cara que pone tengo la sensación de que hablamos de postres distintos.
- Este te gustará - afirma levantándose y caminando hacia mi.
Me tiende una mano que acepto al momento. Antes de que me de tiempo a reaccionar me ha levantado del suelo y me lleva entre sus brazos hacia la habitación.
- No estás montando todo este numerito para que duerma ¿Verdad?
Si me estoy emocionando y resulta que quiere que descanse, me voy a enfadar.
- Esta noche es para ti y para mi.
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