He releído la carta muchas veces. Nada en ella me hace pensar que pueda ser alguien de la oficina.
Max nos lleva de vuelta a casa de Ian. La carta la he dejado en mi piso. Solo pensar que por casualidad la pueda encontrar y se entere de que no le he dicho nada ni a él ni a la policía... me pongo nerviosa.
Entramos en el garaje. Dentro de la seguridad del coche impone bastante menos. Todas las bombillas han sido cambiadas por nuevas, está totalmente iluminado. Los cristales del suelo han desaparecido y los coches con las pintadas y los faros rotos también, no hay ninguno a excepción de los dos nuevos que compró.
Me siento segura y tranquila. Me alegra ver que la Emma llorona a la que le daban ataques de ansiedad ha desaparecido.
- ¿Te sientes con fuerzas o prefieres que volvamos a tu piso? - pregunta Ian con su mano rodeando mi cintura.
Max está al otro lado, mirándome con cara de circunstancia.
- Estoy bien. Venga vamos.
Los tres nos montamos en el ascensor. Entramos en casa, ya la siento mía. Estoy más cómoda aquí que en el piso que compartí con Toni. Tendría que plantearme venderlo, total solo es un gasto.
Nada más entrar por la puerta noto algo raro. Algo no está en su sitio, ha cambiado, pero por más que miro no logro identificar lo que es.
- ¿Has cambiado algún mueble? - pregunto arrugando las cejas.
- ¡Emma! - grita Dorotea caminando hacia nosotros - ¡Ven conmigo! Te voy a hacer algo rico.
Le dedico una sonrisa y voy tras ella. Le lanzo una última mirada a Ian. Él y Max se han mirado y han apretado los labios.
Tengo que averiguar que ha cambiado. Sea lo que sea, todos lo saben y quieren ocultármelo. No puede ser nada relacionado con alguna mujer, lo se por la mirada de Max.
Estoy cansada de que me traten como si me pudiera romper en cualquier momento. Si es algo que nos afecta a los dos y doy por sentado de que así es, tengo derecho a saberlo.
Dorotea me sirve un té caliente y ella se sirve otro. Otra cosa que nunca había hecho durante su horario de trabajo ¿Estaré perdiendo la cabeza? ¿Me estaré obsesionando sin ningún motivo?
- Le han dado las notas a mi hijo mayor.
- ¿Han sido buenas? - levanta una ceja como si mi pregunta fuera una tontería.
- Seis suspensos. Le he castigado todas las navidades sin salir y encima se ha enfadado. Los jóvenes de hoy en día no tienen vergüenza.
Ya son famosos los problemas que tiene con su hijo. Es un niño trabajoso que para colmo está en una edad complicada.
- Vaya, lo siento mucho. Si necesitas algo... no se... que le de una charla sobre su futuro o algo así -bromeo -dímelo.
Emma - me llama Ian - ven, tengo una sorpresa para ti.
Dejo la taza sobre la mesa y le sigo ¿Una sorpresa? Espero que sea contarme la verdad.
Entramos en nuestra habitación. No se parece en nada a la que era. Todo es nuevo y distinto. La cama, las mesitas de noche, las puertas del armario, las cortinas... todo.
Es bonito y está decorado con muy buen gusto, pero este cambio así de repente...
- Es muy bonita ¿Por qué te has decidido a cambiarla?
Y más importante todavía ¿Por qué no has contado conmigo? Somos un matrimonio que vivimos juntos y nos queremos. Lo normal sería tomar este tipo de decisiones en pareja.
- Ya te lo he dicho, quería darte una sorpresa. Si hay algo que no te gusta puedes volver a cambiarlo.
- ¿...Y no se te ha ocurrido pensar que esa carta era importante para la investigación? Pensaba que eras más lista.
Un poco más de desprecio en su voz y podría tocarlo con mis manos. Tiene toda la razón he sido una estúpida, no ha pensado nada en lo importante que podía ser.
-Lo se, no lo pensé - vuelvo a sujetar sus manos y él vuelve a quitármelas.
- ¿Dónde está?
- Debajo del colchón - admito avergonzada por mi comportamiento infantil.
- Perfecto - hace una mueca con la cara.
- No quería que la encontraras - intento excusarme - lo siento mucho, Ian por favor.
- Estoy intentando controlarme porque no debes alterarte, pero... usa la cabeza para algo Emma. Voy a ir a buscarla y voy a llevarla a la policía. Le dije a mi madre que iríamos a cenar - suelta serio y enfadado - en cuanto termine vengo a buscarte.
Cierra la puerta tras él sin darme ninguna oportunidad de defenderme, aunque poco puedo decir a mi favor. Es cierto, no he usado la cabeza, pero eso no quiere decir que no duela escucharlo.
Me tumbo sobre la cama dándole vueltas. Un rato después me he convencido de que no es tan grave lo que he hecho.
He ocultado una prueba, pero ¿Hasta qué punto es importante? Es un trozo de papel en el que no aparece ni un solo nombre escrito. La fecha es el único dato y seguramente ese año Ian estuvo con más de una mujer.
En realidad es culpa suya ¿Quien se ha creído que es para decirme que tenga cabeza? ¡Precisamente él! Que tanto daño ha hecho a infinidad de mujeres.
Estoy segura de que la carta no la dejó un empleado descontento, ha sido una de las mujeres con las que se acostó para intentar separarnos.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Las amantes del Señor Garret