Las amantes del Señor Garret romance Capítulo 86

Sus manos rodean mi cadera. Sus dedos buscan con desesperación.

Desciende hasta llegar al borde de mi vestido mientras deja un camino de besos por mi pecho. Pega sus manos a mis muslos. Cierro los ojos para sentirlo, para disfrutarlo. Levanto los brazos sobre mi cabeza y un gemido se escapa de entre mis labios sin que pueda hacer nada por contenerlo.

Levanta la falda del vestido por encima de mi cadera y con violencia me da la vuelta, pegando mi cara contra la pared.

No presto atención a nada más, solo al mar de sensaciones que me inunda cada vez que Ian me hace el amor.

Cuando termina, continúo pegada a la pared hasta que mi respiración se calma y me siento con fuerzas de caminar hasta la cama. Él se está poniendo la ropa ¿Por qué tanta prisa?

- ¿Por qué no te tumbas conmigo un rato? - le abrazo por la espalda y apoyo la mejilla sobre su hombro.

- Tengo que irme - suelta sin inmutarse.

Este era el hombre antes de que se diera cuenta de sus sentimientos hacia mi ¿Por qué vuelve a ser el mismo capullo?

Por instinto mis manos bajan hasta el vientre para proteger a mi pequeña. Me separo de Ian al momento. Mi redondeada tripa no está, solo hay un abdomen terso, suave y liso.

- Tengo que ir al baño.

¿Qué está ocurriendo? ¿Dónde está.... no puedo ni terminar la frase. Abro el grifo y me echo agua en la cara. Levanto la mirada hasta el espejo. No reconozco mi cara en él.

Una chica desconocido me devuelve una mirada fruncida. Es rubia y tiene los ojos verdes, pero no soy yo.

Vuelvo a la habitación donde Ian está terminando de ponerse los zapatos.

- ¿Quedamos esta noche?

Mi boca se mueve y emite sonidos. Quiero gritar, preguntar que es lo que está ocurriendo y en cambio, me sale esa gilipollez de pregunta.

- No volveremos a vernos. No me interesas.

En su cara no hay ninguna señal de pena o dolor por como se está comportando, realmente le da igual lo sentimientos de esta chica.

- ¿Por qué siempre me obligas a ponerme de espaldas? - vuelvo a preguntar algo que posiblemente no quiero saber.

-Porque todas sois iguales. Unas guarras mentirosas.

Doy un par de pasos hacia atrás. Si esto es una maldita pesadilla, ya he tenido suficiente.

Tras contestar, sale de la habitación y me quedo sola.

Él no es así, no diría esas cosas... pero en el fondo se la verdad. Era así y decía esas cosas. Los sentimientos del resto de mujeres le daban igual.

Era un hombre hundido y derrotado que no supo gestionar su dolor. Lo pagó con muchas chicas inocentes, probablemente buenas chicas a las que le dejó una marca de por vida.

En el último momento me decido a ir detrás de él y plantarle cara. Camino hasta la puerta, la abro y salgo fuera.

Sin saber muy bien como, he entrado en otra habitación, en la nuestra, la del ático de Ian.

Me quedo pegada a la pared. Todo está destrozado. Las cortinas las han rajado hasta dejar metros y metros de jirones inservibles. Las sábanas están tiradas por el suelo y el colchón desnudo tiene varios cortes profundos que lo cruzan por completo. Sobre él hay algo escrito con pintura roja: PUTA.

Las paredes... no hay ni un solo hueco libre. Letras de todos los tamaños la decoran para formar una única palabra, la misma palabra.

Me dejo resbalar hasta que termino sentada en el suelo. Pego la cabeza sobre las rodillas y cierro los ojos, coloco las manos sobre mis oídos para no escuchar nada.

- ¡Quiero despertar! ¡Quiero despertar! - grito una y otra vez.

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