Las amantes del Señor Garret romance Capítulo 90

Al final dejamos el coche aparcado y volvemos a casa dando un paseo. Los cuatro caminamos arrebujados en las chaquetas, pero vamos charlando y riendo, seguramente por las cervezas que se han animado a tomar los hermanos.

- Si me quedo en el paro... - balbucea Will - me voy a vivir contigo Hermanito. Tendrás que darme la paga.

Que bromee sobre su situación nos hace gracia a todos. No es como si no tuviera un dólar en el banco. Tienen terrenos, propiedades, una familia con mucho dinero y ceros en el banco. No está en la ruina.

- Siempre te puedo contratar como mi secretaria - Ian le saca morritos tirándole besos.

Estos dos están más locos de lo que pensaba. Helena ríe sin soltarse del brazo de Will.

- ¡Claro! Y me pongo faldita para enamorarte. No te ofendas Emma.

Lo miro de arriba abajo.

- Las faldas jamás te quedarán como a mi, lo siento.

Llega el momento de que cada uno tire por su camino. Nos despedimos con un afectuoso abrazo y la promesa de volver a repetir lo de esta noche.

No he querido fastidiar la noche y por eso no he insistido en la posibilidad de que Sarah estuviera allí también. No pienso ni por un momento que fuera una coincidencia. Cuando esa mujer aparece en tu vida nada bueno trae.

Llegamos a la casa. Con cuidado coloco la chaqueta en el perchero buscando las palabras adecuadas para volver a sacarle el tema a Ian.

- Te has quedado muy callada - pregunta soltando la chaqueta a mi lado.

- Ian... Sarah estaba allí, estoy segura.

Cierra los puños alrededor de la solapa.

- ¿Cuánto tiempo la viste? ¿No ves que no tiene sentido? Si ni le viste la cara, Emma por dios - respira un par de veces intentando cambiar el tono a uno más tranquilo - Es imposible. La conozco bien y contraté un detective privado. Las últimas noticias fueron que se montaba en un avión para salir del país.

Odio cuando no me cuenta las cosas. Llevo mucho tiempo pensando en ella, estando segura de que es ella la que está mandando las cartas, pero si no está en el país...

No, no. Es Sarah, estoy segura. Ian la conoce pero Sarah también lo conoce a él y es lista, muy lista.

- Pues ha vuelto sin que os enteréis - suelto encarándolo.

Mantengo la mirada desafiante unos segundos antes de rendirme. No entiendo porque le cuesta tanto creerme, no es una idea descabellada. Ian le quitó todo lo que la hacía poderosa, la dejó sin nada y una mujer como ella no se da por vencido ni se rinde.

Comienzo a caminar para irme a la habitación. Cuando llevo la mitad del camino suena el teléfono de Ian. Es tarde, y el vuelco que me da el corazón me dice que algo ha pasado.

Descuelga la llamada sin decir nada. Yo me quedo donde estoy buscando cualquier signo en su cara que me diga algo, alguna pista.

- Voy corriendo, cálmate papá.

- ¿Está bien tu padre?

Vuelve a coger la chaqueta. Abre el cajoncito del mueble de la entrada buscando las llaves del otro coche.

- Mi madre. Está en el hospital, creen que es un ataque al corazón.

Salimos corriendo. Llegamos al coche. Ian intenta meter la llave en el bombín para arrancar y al fijarme bien, veo el temblor de sus manos.

- Déjame que conduzca yo - pido tendiendo una mano para que me de la llave.

- Yo puedo.

- Ian por favor. Estás nervioso, es tu madre y es normal. Deja que conduzca yo.

A regañadientes intercambiamos asientos. Estamos a unos pocos minutos del hospital, pero hasta que llegamos me ha parecido una eternidad.

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