Las amantes del Señor Garret romance Capítulo 92

Espero delante de la carretera a que uno de los pocos coches que pasan a estas horas sea un taxi. En cuanto veo un coche amarillo a lo lejos, levanto la mano. Si tengo la mala suerte de que no lo es, el conductor se echará unas cuantas risas a mi salud más tarde.

Las luces de frenado se encienden conforme se va acercando a mí. Por lo menos una cosa me sale bien esta noche.

- ¿A dónde Señorita? - pregunta el taxista colocando el brazo detrás del reposa cabezas del acompañante.

-Baker street - se el número de la casa, pero prefiero que me deje al principio de la calle. Mientras menos pruebas haya, mejor.

Sin decir ni una palabra, arranca. El corazón cada vez me late más deprisa. Miro por la ventanilla. Unos minutos y llegaré.

- Pare -pido al conductor.

Esto es una mala idea. No, una mala idea es beber un litro de agua justo antes de acostarse, esto es una locura. Pero... tengo que hacerlo.

Es importante que Ian sepa que es ella, que no está de viaje.

- ¿Y bien? - pregunta el taxista con tono borde.

- Siga, siga, perdone.

Saco la carta del bolsillo. Hasta que llegue me da tiempo a leer lo que pone... un escalofrío recorre mi espina dorsal solo con imaginarme lo que puede haber escrito.

25/05/2015

No entiendo porque todo el mundo le llama "Señor Garret" poco tiene este hombre de señor y aun así, quiero estar con él.

Hoy hemos vuelto a vernos. Otro día maravilloso a su lado. Es un coñazo que no pueda vernos nadie, ni salir a cenar o ir al cine, pero él sabe compensarlo.

Hoy le he vuelto a pedir que deje a su mujer ¿Por qué sigue con ella si a la que quiere es a mí? Y una vez más me ha contestado que no la va a dejar. Está seguro de que lo desplumaría y no le conviene ¿Por qué los hombres no pueden pensar con el corazón?

A la mierda el dinero, las propiedades, todo a la mierda.

¿Tenía una amante? Todo este tiempo comportándose como un hombre roto de dolor por la traición de la que fue su mujer, y él tenía una amante.

Esta vez no me ensaño con la carta para mostrar mi frustración. La doblo una y otra vez hasta que estoy segura de que me cabe en el bolsillo y me la guardo.

- Aquí es señorita ¿Sabe el número?

Frente a nosotros hay una larga calle residencial con chalets a ambos lados. Solo un par de farolas iluminan el entorno que se parece más a una película de terror que a una zona familiar.

- Aquí está bien, gracias - le tiendo un billete - quédese con la vuelta.

El número tres, números tres. Voy por el cinco. Al ser chalets de lujo de gente súper importante con mucho dinero no pueden empezar a enumerar como el resto del mundo; por el uno.

Una zona ajardinada rodea el número tres, mi destino.

Hago visera con las manos intentando ver a través de una ventana. Todas las luces están apagadas, puede que Ian tuviera razón y esté de viaje. Voy rodeando la casa y mirando una por una todas las ventanas.

Cuando doy la vuelta completa la luz del porche se enciende. Pego un respingo, pero no me muevo de donde estoy. Hay alguien en la casa y quiero saber quien es.

- ¿Quién hay ahí? - pregunta una voz conocida.

- Soy yo, Emma - adelanto unos pasos hasta que me paro delante de ella, Sarah.

- ¿Emma? Es muy tarde ¿Qué haces aquí?

Una voz angelical me pregunta mientras se frota los ojos. Yo solo veo al demonio.

- Te vi, en el restaurante quiero decir, te vi - levanta una ceja de una manera casi imperceptible. Era ella.

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