Los trillizos de un multimillonario romance Capítulo 7

-¡Oye! -Adriana apretó los dientes con rabia.

«Sólo me quedan tres mil en mi cuenta. ¿Cómo voy a pagar la cuenta?».

—¿No me digas que no puedes pagar la cuenta? —Marco se acercó a ella de manera intencional-. Puedes pedirme ayuda. Mientras aceptes pasar una noche conmigo, yo pagaré la cuenta. Con mi ayuda, nadie se atreverá a molestarte en el trabajo y...

¡Pías! Antes de que Marco pudiera terminar, Adriana le dio una fuerte bofetada y le gritó:

-¡Escoria!

Marco se tocó la mejilla. En lugar de enfadarse, se rio como un pervertido.

-Es la primera vez que me tocas. Tu mano es tan suave.

-¡Eres un asqueroso pedazo de m*erda! -Adriana se marchó enfadada.

-Si no pagas la cuenta hoy, tus colegas podrían negarse a seguir siendo tus amigos. Imagínate que les des tanto asco que empiecen a condenarte al ostracismo —gritó Marco detrás de ella-. ¿Quieres arriesgarte a perder este trabajo?

Adriana caminó por el pasillo abatida.

«No puedo perder este trabajo. Pero ¿de dónde puedo sacar unos cientos de miles para pagar la factura?».

Estaba sumida en sus pensamientos cuando una figura familiar apareció en una sala privada más adelante.

Un hombre estaba sentado en el sofá de espaldas a ella. Llevaba la camisa blanca atada a la cintura, lo que dejaba ver un vicioso tatuaje de cabeza de lobo y una larga cicatriz en la espalda.

«Es él».

Adriana se quedó paralizada por el shock. Su corazón latía más rápido que nunca. La última vez que vio al hombre en su auto, estaba muy nerviosa y había aguantado la respiración aturdida. Pero él se fue antes de que ella pudiera decir una palabra. Pero ahora, el hombre que había destruido su vida estaba delante de sus ojos.

Mientras miraba su espalda, aparecieron repentinos recuerdos en su cabeza.

Al despertar en el hospital de entonces, no pudo ver a su padre por última vez. Sólo pudo contemplar el cadáver rígido de su padre en el crematorio.

En el funeral, sus familiares y amigos la señalaron con el dedo, la maldijeron con dureza y la echaron. Como se quedó embarazada antes de casarse, la gente la miraba con desprecio cuando acudía a sus revisiones prenatales mensuales en la anodina clínica del campo.

Cuando dio a luz a sus bebés en el hospital, estuvo a punto de morir de una hemorragia excesiva porque estaba embarazada de trillizos.

Había un emblema de fuego dorado en la parte superior derecha de la máscara, que le pareció amenazante y salvaje.

Adriana dio un paso atrás por instinto.

«¿Por qué es tan imponente? ¿No es sólo un gigoló? ¿Me equivoqué de sujeto? No, estoy en lo correcto. Ahí está ese inconfundible tatuaje».

»¿No te acuerdas de mí? -Adriana instó-. Hace cuatro años, estaba bebiendo en la habitación K13 cuando mi amiga pidió un acompañante para mí, resultaste ser tu. Fuimos juntos al Hotel Tifón...

—Tienes un lunar rojo en el pecho. —El hombre estrechó su mirada hacia ella-. Lo hicimos siete veces esa misma noche...

—¡Te voy a matar! —Adriana se adelantó y levantó el brazo para darle una bofetada.

El hombre la agarró rápido del brazo y la empujó hacia el sofá.

-¡Cómo te atreves!

-¡Escoria! -Adriana saltó sobre él como una gata salvaje, agitando los brazos para arañarlo—. ¡Todo es culpa tuya! ¡Me arruinaste la vida! -rugió.

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