Matrimonio de una noche romance Capítulo 1

Cualquier pensamiento que hubiera podido tener Winter en esos momentos se detuvo, observando como frente a ella el médico se pasaba una y otra vez la mano sobre su firme barbilla. Nerviosamente se pasó las manos por las piernas, tratando de limpiarse el repentino sudor que comenzaba a humedecer las palmas de sus manos.

El consultorio estaba en completo silencio, parecía que incluso se podía cortar el silencio incómodo que había en aquella habitación con una navaja. Únicamente se podía escuchar la temblorosa y entrecortada respiración de Winter.

—¿Puede repetir lo que acababa de decir? —pidió ella, temblando en el incómodo asiento de cuero que aquel médico tenía en su consultorio.

—Observando los análisis no queda ninguna duda que usted se encuentra en su cuarta semana de gestación, felicidades. —soltó el médico con una gran sonrisa que la hizo querer regresar el estómago.

“Felicidades” pensó Winter antes de soltar una gran sonrisa nerviosa, ser madre nunca había estado en sus planes y sin duda nunca lo estaría. Ni siquiera podía recordar cómo es que su viaje a México la terminó llevando hacia aquel consultorio de mala muerte.

Estaba completamente segura de que se volvería loca, no podía ser madre, no estaba lista y nunca lo estaría. Estaba completamente segura de que nunca podría hacerlo, no había nacido para ser una madre, había nacido para ser la marginada de la familia y hasta el momento le había sido muy sencillo serlo.

No tenía un trabajo estable, no tenía un departamento de lujo al igual que su familia y sobre todo no tenía una pareja a la cual pudieran hacer responsable de aquel bebé. Con suerte podía llegar a fin de mes cada vez que ella trabajaba horas extras, no quería ser madre, no tenía el suficiente dinero para mantener una pequeña vida que seguramente intentaría matarse cada vez que ella le quitara la mirada de encima. No podía imaginarse a sí misma sin dormir por culpa de su hijo, simplemente no podía imaginarse a ella cambiando pañales cada dos horas, amamantando y cuidando de una pequeña vida cuando ella ni siquiera podía cuidarse a la perfección. Tenía miedo y su rostro no podía ocultarlo.

Su pálida piel parecía haber perdido por completo la poca pigmentación que tenía, sus labios temblaban levemente y su respiración parecía a la respiración que tenía un corredor después de un maratón.

Podía sentir como la ansiedad se filtraba bajo su piel para tomar completo control de ella, estaba a punto de entrar en pánico, quería escapar de todo pero no podía encontrar algo que pudiera ayudarla a escapar.

Ni siquiera sabía quién era el padre de aquella pequeña señal de vida dentro de ella, no podía recordar nada de lo que había sucedido en aquella pequeña escapada a México, de lo único que podía estar completamente segura era que haber bebido una gran cantidad de alcohol le había jugado en contra y ahora se encontraba en problemas.

—Señorita, ¿Usted se encuentra bien?—preguntó el médico, observando cómo frente a él su paciente se desplomaba por culpa de la repentina noticia. —¡Señorita!—gritó antes de correr y evitar que ella se golpeara la cabeza con el suelo.

Al despertar lo único que pudo hacer fue buscar desesperadamente su celular, en busca de la única persona que había estado a su lado desde que tan solo era una niña.

“En el mismo lugar de siempre, ahora. EMERGENCIA, REPITO, EMERGENCIA.”

Escribió en el mensaje de texto que envió a Vania, estaba completamente segura que ella entendería de inmediato aquel mensaje de texto. Ni siquiera pudo agradecerle al doctor antes de salir del consultorio con los resultados de los exámenes que le habían realizado unos cuantos días atrás, solo quería huir de aquel lugar, encontrar unos brazos seguros que pudieran protegerla de la gran cantidad de pánico que tenía.

El pasillo de aquel hospital le parecía tan trágico con sus colores pálidos y con cada paso que daba hacia la salida de aquel lugar se convencía más a sí misma que no estaba lista para lo que el futuro planeaba regalar. No quería imaginar lo desastrosa que se volvería su vida por culpa de un hijo, odiaba imaginar la cara que pondría toda su familia al saber la “Maravillosa” noticia. Estaba totalmente segura y convencida que cada uno de los miembros de su familia la mirarían peor de lo que normalmente solían hacerlo. La compararían con cada una de sus hermosas primas que habían terminado casándose con exitosos empresarios que normalmente gastaban a diario lo que ella podía ganar en un mes (Y con mucho esfuerzo).

Su corazón dio un pequeño brinco de alivió al entrar al restaurante que siempre solía visitar con Vania y darse cuenta que ella ya se encontraba en su mesa favorita, esperando por ella con el rostro lleno de preocupación, mordiéndose las uñas postizas que se había colocado hace unos días. Como era de costumbre movía sus piernas una y otra vez.

—Lo siento por llegar tarde. —apenas pudo decir antes que se pusiera a llorar como una niña pequeña frente a la mesa.

—¿Vas a morir? —preguntó Vania, llevándose las manos hacia el rostro. Preparándose para romper en llanto en cualquier momento.

—Estoy embarazada y no sé quién es el padre —soltó, pronunciando levemente las últimas palabras. No podía creer que acababa de decir aquellas palabras. Nunca hubiera imaginado que esas palabras tuvieran que salir de sus labios. Haberlas tenido que decir le había dejado una amarga sensación.

—¿Qué es lo que acabas de decir? —preguntó Vania, estirando sus brazos

—Acabo de decir que estoy embarazada.

—¡Pero si tu nunca has estado con alguien, ni siquiera con Walter! —dijo Vania, viendo a Winter sentarse frente a ella. —Bueno, en estos momentos no debería de estar prácticamente regañándote, mejor explícame que es lo que ha sucedido.

Winter se masajeó las sienes con suavidad, pensando en la explicación que Vania acababa de pedirle, ni siquiera había una manera adecuada de explicar lo que estaba sucediendo. No recordaba prácticamente nada y eso era lo único que sabía.

—No lo sé —susurró después de unos segundos en silencio, clavando su tímida mirada en cualquier lugar que no fuera Vania.

Estaba tan avergonzada que deseaba esconder su rostro en alguna parte, no tenía el valor de levantar la mirada de aquella desgastada mesa de madera, simplemente no tenía la osadía de fingir que se encontraba perfectamente bien cuando sentía que todo su mundo se derrumbaba.

—¿Alguien abusó de ti, eso fue lo que sucedió? Si eso realmente sucedió...puedo ayudarte. No tienes por qué tener un bebé que te recuerde a tu abusador.

—Esa para nada es una opción, es decir...el abuso.

—¡¿Entonces qué fue lo que realmente sucedió?! —gritó Vania, atrayendo unas cuantas miradas de odio de los comensales que se encontraban en aquel lugar relativamente barato.

Winter negó y clavó la mirada en el anuncio de Waffles al 2x1 y suspiró antes de señalar. Aquel atractivo anuncio.

—Pidamos eso que tengo hambre —soltó con un ligero puchero.

Vania únicamente suspiró de frustración, levantando la mano antes que uno de los cuantos meseros pudiera hacer contacto visual con ella.

—Fue en México, ¿Cierto? —preguntó, sin alejar su mirada de aquel joven mesero que se acercaba a su mesa con ligeros pasos. Por un momento miró a Winter y asintió antes de bajar el brazo —entonces no queda de otra, iremos a México a buscar al padre de ese niño.

—¿Qué? —preguntó Winter, llevando una de sus manos hacia los labios, negando al mismo tiempo que veía por primera vez en esa ocasión que veía los ojos de su mejor amiga. —Eso es imposible.

—Compraré los vuelos esta misma noche, mañana nos vamos a México.

“Ethan Miller confiesa que nunca fue feliz”

Eran algunos de los títulos que más habían escrito en las portadas de las revistas aquel día, Ethan se mantenía tranquilo a pesar que toda la ciudad se mantuviera en caos por culpa de su divorcio.

Realmente lo único que le interesaba en esos momentos, era encontrar a la mujer con la que se había casado en México. El acta de matrimonio se dobló ligeramente entre sus manos, llamando la atención de Drake por un momento.

—No puedo creer que después de un mes sigo sin poder encontrarla, únicamente necesito una firma para cancelar mi matrimonio con esa mujer.

—¿No ha pensado que esto podría ser destino? —soltó Rosa con una gran sonrisa en su rostro, recargándose en la pared de mármol mientras sostenía entre sus manos unas cuantas revistas que habían utilizado a Ethan en su portada.

—No lo digas— pidió Drake.

—Acaba de terminar un matrimonio y mágicamente ha caído en otro. ¿Nunca pensó que esta mujer podría ser la mujer que realmente lo puede hacer feliz?

—No, no lo he pensado y estoy completamente seguro que haberme casado con una mujer la misma noche que me divorcié fue un completo error.— respondió Ethan al levantarse de su asiento, pensando en los pocos detalles que recordaba de esa noche y sobre todo en los mínimos detalles que recordaba de ella.

Lo único que su memoria le había permitido conservar de aquella noche era la completa inexperiencia de aquella mujer, sus movimientos nerviosos y su pequeña sonrisa coqueta. Estaba casi completamente seguro de que aquella mujer era rubia y tenía la piel completamente pálida.

Aún podía recordar cómo había despertado en aquella gran habitación de hotel completamente solo, sintiendo como la cabeza le explotaba por culpa de la gran cantidad de alcohol que había consumido la noche anterior. Podía recordar el suave olor a vainilla que se había quedado impregnado en las blancas sábanas del lugar y sobre todo nunca podría olvidar la manera en la que había descubierto que se había casado una vez más.

La felicidad que había sentido por finalmente ser soltero se había acabado por completo al descubrir aquella acta de matrimonio en su habitación de hotel. Necesitaba urgentemente divorciarse de aquella mujer, no le importaba la gran cantidad de dinero que pudiera perder debido a ese divorcio, simplemente quería con locura estar libre una vez más.

No quería admitirlo pero estaba completamente curioso por saber quién era Winter Parker, quería verla una vez más incluso si sólo era para divorciarse. Tenía curiosidad de saber que en ella lo había hecho perder la razón a tal punto de emborracharse completamente y terminar casándose con ella a pesar de haber sido una completa desconocida.

—Está decidido, mañana mismo tomaré un vuelo hacia México. Iré a buscar a mi esposa y terminaré con toda esta pesadilla de una vez por todas— soltó, arrojando el acta de matrimonio sobre su escritorio.

—Pero esta semana tiene mucho trabajo, señor —comentó Rosa, jugando nerviosamente con las revistas.

—No me interesa, encontrar una manera de arreglar todo. Simplemente cómprame un vuelo hacia México lo más pronto posible que estoy completamente harto de esta situación.

—¿Estás seguro?— preguntó Drake, frunciendo el ceño. —La última vez que fuiste a México no terminó nada bien. Me pregunto con qué regresarás esta vez, ¿Con un hijo?

—¡Regresaré soltero!— comentó Ethan completamente seguro.

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