Normalmente Winter evitaba cada uno de los lugares donde seguramente hubiera una gran cantidad de personas, odiaba con locura los sonidos altos, el detestable ruido que producían las grandes multitudes y sin duda los horribles sonidos que emanaban los aeropuertos. Siempre había preferido los lugares silenciosos, tranquilos donde pudiera escuchar hasta el más mínimo sonido que se presentara a su alrededor. Ese era el principal motivo por el cual había entrado a trabajar como editora en una de las revistas menos importantes de la ciudad. Trabajando como editora había conseguido una oficina silenciosa donde siempre se pudiera concentrar, no le pagaban lo suficiente, apenas si podía pagar las cuentas de fin de mes pero, a ella le parecía bien. No necesitaba grandes cantidades de dinero para vivir cómodamente, desde niña había aprendido a vivir con lo mínimo y aunque para muchos fuera lamentable, ella estaba bien.
Lamentablemente esa mañana Winter no se sentía nada bien, su cuerpo había recibido la noticia del embarazo de la peor manera y había pasado toda la noche vomitando cada uno de los alimentos que habían entrado en su cuerpo. Tenía sueño y la cabeza le daba vueltas por el escandaloso ruido del aeropuerto. Cada mínima voz desconocida que era escuchada por sus oídos la hacía molestar y su rostro lo reflejaba a la perfección.
—Tienes que relajar un poco tu rostro— pidió Vania, tratando de sonar lo más amable posible para que su mejor amiga no volviera a tener una extraña rabieta como la que había tenido esa mañana por culpa de una extraña rebanada de pan torcida.
—Hoy es un mal día— respondió Winter, manteniendo el ceño completamente fruncido mientras se aferraba a su pequeña maleta de cuero viejo.— no necesito buscar a ningún hombre... al menos que tenga mucho dinero y pueda sacarme de esta m*****a ciudad— añadió, soltando una pequeña sonrisa sarcástica que hizo molestar levemente a Vania.
—Tu embarazo me volverá loca— susurró, acomodándose algunos de los mechones que molestaban sobre su rostro.— al menos deberías de encontrar quien es el responsable de tu embarazo.
—¿Dónde dijiste que estaría él?— preguntó Winter, tratando de ignorar por completo el ultimo comentario que acababa de hacer Vania. Aferrándose un poco más a su maleta. Vigilando cada movimiento que podía percibir a su alrededor— habías dicho que estaría aquí mucho antes que nosotras.
—Si...bueno, tiene trabajo, ¿Sabes?— respondió de mala gana Vania, acomodándose el cabello de diferente manera, tratando de verse lo mejor posible para el chico que había prometido ayudarla.
La mayoría del tiempo Vania solía salir con un chico diferente cada mes, solía decir que los chicos con los que normalmente salía no le terminaban de gustar y por ello tenía que seguir buscando hasta que encontrara una persona que realmente le gustara por completo pero Winter sabía que el verdadero problema provenía de ella ya que al parecer le costaba demasiado entablar una relación sería. El psicólogo (que igual había salido con ella) le había dicho que su comportamiento se debía a que desde niña había visto como su madre solía salir con diferentes personas en un corto tiempo. Vania no solía hablar de ello pero era claro que era un problema que solía predominar en ella.
Durante un tiempo Winter había intentado ayudarla pero en vez de ayudarla lo único que terminaba por conseguir era que Vania se molestara con ella una y otra vez. Hace unos años había decidido en no tocar el tema nunca más y en verdad no solía tocarlo para nada pero a su vez no le importaba en lo más mínimo con quien solía salir. Así que en esos momentos le importaba un carajo conocer al chico con el que salía en esos momentos porque sabía a la perfección que dentro de unas semanas no lo volvería a ver nunca más.
Al parecer lo había conocido en la gasolinera, a Vania le había resultado atractivo y sin importarle nada se había lanzado. Había descubierto que trabajaba como piloto y se había enviciado de él con solo conocerle el nombre.
Al parecer se llamaba Albert, tenía unos “hermosos” ojos acaramelas, nariz delicada, labios gruesos y todo lo que solían tener los chicos que se cruzaban por su camino siempre.
—Me largo al baño— soltó Winter, inmediatamente huyendo hacia uno de los baños más cercanos. Nuevamente los síntomas del embarazo la atacaban, temía que si no llegaba a tiempo a la puerta del baño que se encontraba a unos metros de ella, terminaría por regresar todo el estómago en medio de aquel gigantesco aeropuerto. Al entrar al baño lo único que pudo hacer fue entrar a uno de los cubículos más cercanos para regresar el estómago. Nuevamente rompió en llanto al sentirse mareada, con un amargo sabor de boca que la hacía sentir asquerosa. Lo había pensado toda la noche y lo que más necesitaba en ese momento no era encontrar al hombre con el que había estado aquella noche en México. Lo que realmente necesitaba era acabar con aquel embarazo antes que fuera demasiado tarde.
No servía de nada encontrarse con un hombre que seguramente no recordaba ni el color de sus ojos, estaba casi segura que esa noche se había topado con un hombre que únicamente buscada diversión de una sola noche. No podía recordar casi nada por culpa de la gran cantidad de alcohol que había tomado aquella noche pero recordaba a la perfección la manera en la que había huido de aquel hotel extremadamente lujoso. Aún podía sentir sobre su piel lo detestable que se había sentido aquella mañana, siendo terriblemente torturada por culpa del alcohol ingerido, su derrumbada conciencia y sobre todo por culpa del terrible dolor que seguía sintiendo en el pecho.
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