No dejo de negar, no dejo de castigarme mentalmente mientras vamos en el carruaje a una casona donde seremos recibidos para una comida. El coche esta literalmente en silencio, cada uno en sus propios pensamientos, y es válido, nadie después de conocer esta realidad vuelve a ser el mismo. Nadie.
—Esta casona es de Nabal Marras —dice Fais, dirigiéndose a mí. El rey parece estar en otro mundo, como lo estaba yo minutos antes—. Aunque es duque decidió vivir en esta parte del reino, ahora mismo nos ayuda en asuntos como las provisiones, la mano de obra, incluso que al pueblo lleguen precios más asequibles para su alimentación y su vestimenta. Es un estratega por excelencia.
—Qué bueno… Fais…
Al llamarlo por el nombre logro llamar la atención de Kalil, quien me observa detenidamente.
—¿Cuándo se reúnen para realizar todo este tipo de convenios? Quiero decir… ¿Desde cuándo se está estableciendo todo este nuevo sistema de gobierno?
—Algunos meses atrás antes de que usted llegara —contesta el rey.
Pero, ¿cómo? Si Umar Sabagh aún estaba en el poder. Sin embargo, no lanzo mi pregunta, más bien por el contrario, digo otra cosa.
—¿Puedo estar involucrada?
Fais estaba dispuesto a contestar, pero Kalil se adelantó de nuevo.
—Sería algo muy beneficioso que usted siendo la reina, se involucre y demuestre ese afecto a su pueblo. Ya hablaremos de eso más tarde.
Asiento complacida.
Luego de la llegada a la casona conocimos más personas. Durante la comida se hablaron temas algo ambiguos al principio para luego dar pase a lo importante. Nabal Marras era un hombre de unos treinta años, estaba casado y tenía dos hijos varones, por lo que estaba relatando, era un hombre con muchos principios y con enormes ganas de cambiar el futuro de Angkor. Mientras le explicaba los asuntos concernientes a Kalil yo me retiré a una sala con su esposa a tomar el té; cosa que hice con dificultad, ya que quería saber más sobre todo lo que me comentó Fais.
Ainara Marras también demostró un deseo profundo por cambiar muchas cosas de Angkor. Luego de hablarme de su larga maternidad después de dos hijos literalmente continuos, destacó que estaba presta a cualquier cosa que podría necesitar, la cual agradecí. E inmediatamente de esto, nos despedimos para volver al palacio.
Estaba agotada, sí, pero, mi mente volaba. No dejaba de pensar y recordar todos los eventos del día desde que dimos inicio. Solo una sensación bastante incómoda oprimía mi pecho cada vez y eso solo se podía interpretar de una manera.
Mi decepción.
Al llegar al palacio me despedí rápidamente de Fais para proceder a mi habitación, Kalil por su parte se dirigió a otro lado del palacio y yo no reparé mucho en ello. Justo cuando llegué, Nadia me esperaba impaciente junto con las damas; y cuando las demás hicieron sus deberes nos dejaron completamente solas.
—¿Cómo es? —preguntó Nadia mientras me cepillaba el cabello.
—Pintoresco, mucha gente… diferente, completamente diferente.
—Qué bonito. ¿Y usted cómo la pasó? ¿Se divirtió?
Niego lentamente con el ánimo bajo.
—No fue ese tipo de visita, son… Tantas cosas Nadia, no te imaginas…
—¿Por qué su rostro me dice que está triste? ¿Extraña al señor Mishaal?
Su mención me crea un revuelo de sensaciones malas y buenas, todas entremezcladas.
—¡Dios! ¡Mire la hora! —Se exalta Nadia interrumpiendo mi pensamiento—. Ya no debería estar aquí, es una imprudencia. Hablaremos mañana, me moriría si el rey llegara a descansar y yo esté aquí.
—Ve tranquila…
Luego de que cerrara la puerta trato de conciliar el sueño, pero me es imposible, es difícil con todo lo que viví hoy. Coloco una bata encima de mí y abro un poco más la puerta del balcón de la habitación, entonces el frío recorre mi cuerpo.
Desde este lugar todo se ve tan tranquilo, tan bonito que por un momento puedo suspirar tranquila, en paz. Cierro mis ojos dejando que el viento siga chocando con mi piel.
—Se congelará aquí.
No sé cuánto tiempo pasé así, pero no me di cuenta en qué momento entró Kalil, y mucho menos cuándo se acercó hasta mi distancia.
—No podía dormir… —digo girándome hacia él, recostándome un poco al muro del balcón.
—Hay muchos sucesos que… Me hablaron del reino. Y sé que es su familia, pero debe saber que su padre hizo muchas cosas terribles también. Siento mucho hablar de nuevo de lo mismo.
—Y lo acepto, nadie es más consciente de eso que yo mismo. ¿Pero debe pagar el resto por ello?, ¿incluso su mismo pueblo? —pregunta suavemente sin quitar la mirada.
—No, por supuesto que no. ¡Por favor! Permítame ayudarle… —digo retirándome de su lado, decidida—. Permítame ser parte de este cambio.
En algún momento vi una sonrisa, pero desapareció enseguida. Y antes de que él contestara a mi petición unos toques de la puerta lo interrumpen. Un lacayo hace una reverencia y se dirige al rey.
—Majestad, su padre dice que es necesario hablar con usted.
¿Más trabajo para él? ¡No es posible! Su cuerpo suspira cansado y siento que debo intervenir. Luego de que el lacayo se ha ido, él se dirige a mí.
—Perdone, hablaremos mañana, además es demasiado tarde, descanse.
Justo cuando da media vuelta para retirarse tomo su brazo.
—Kalil… —Su mirada se posiciona en mi mano—. Su padre puede esperar, y así sea un asunto urgente, usted se matará solo, si sigue con ese ritmo. Le pido descanse también, ya tendrá cabeza fría mañana.
El hombre me observa sin poder creerlo, estático por unos segundos. Retiro mi mano de su brazo y este asiente en silencio. Entonces ninguno habla. Yo me voy a la cama, y después de unos minutos él sale del cuarto de aseo y hace lo mismo también.
Trato de alivianar mis preocupaciones, trato de dar descanso a mi mente, y como un último pensamiento, ajusto a mi decisión de que seré parte del cambio de Angkor, quiero serlo, sin esperar que otros actúen por mí.
En cuanto a Mishaal, ya llegará el momento de que me aclare muchas cosas, como también llegará el momento en que él también escuche la idea que se formó en mí desde que comenzó el día, ya que desde que presencié ciertos hechos, muchas cambiaron…
Ya nada podía ser igual.
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