Matrimonio Forzado romance Capítulo 39

Hanna.

La cena transcurre en total silencio, como todos los viernes en nuestra reunión familiar por la noche. Solo que esta vez la silla de mi hermano está vacía.

La silla del rey.

En el palacio se respira a melancolía, incertidumbre y mucha desesperanza. Ya van casi dos días desde que mi hermano y Basim desaparecieron de nuestra vista, y eso está matando lentamente la monarquía y a mi familia.

Kader suspira mientras barre con su tenedor los vegetales de su plato, mamá por el contrario tiene una dura cara observando a otro destino con su cabeza, mientras que Alinna le sostiene de la mano dándole fuerzas ante el momento. Por otra parte, mi padre, Umar, tiene un rostro que clama a gritos tormento y dolor.

Por primera vez en mucho tiempo se ha acercado a mí para darme consejos en los procesos a seguir, él era el rey por lo tanto he dejado que me ayude con esta calamidad. Por supuesto he tenido mucho cuidado a las indicaciones que mi hermano una vez me dio, tratando de afincarme más en el vizconde, Fais, para no dejarme apabullar por las emociones que han hundido mi corazón.

—Mañana se enviarán pelotones nuevos —digo cortando con el silencio—. Ya tenemos otra pista de tinta del paradero de Saravi…

—¡Maldición! —Mi madre se pone de pie pegándole una manotada a la mesa—. Ya no importa esa búsqueda, ¡Debemos replantear otra para la de mi hijo!

—Estoy de acuerdo contigo, Zura —expresa Alinna, y no me queda más que pasar la mano por mi cara en señal de cansancio.

—No se trata de buscar a Saravi, madre —intento explicar con calma—. Esa dirección nos ayudará a encontrar a los rebeldes, por ende, a mi hermano y a Basim lo más seguro.

—¡No me interesa el soldado! ¡Solo quiero que mi hijo esté bien! —expresa mientras el llanto toma poder de ella nuevamente.

Quiero refutarle, quiero decirle que la vida de Basim también importa y mucho. Pero seguir la cuerda de sus alterados nervios, pondría más tenso el ambiente, y yo ya tengo suficiente.

Las puertas del comedor se abren instantáneamente mientras Fais entra apresuradamente con un general en su espalda.

—Majestad… Se requiere su presencia. ¡Es urgente!

—¿Hay noticias de mi hijo? —pregunta mamá llegando rápidamente al vizconde.

—Hay dos cartas para usted —responde Fais en mi dirección, ignorando completamente a mi madre. Él gira hacia el general tomando una especie de pañuelo envuelto y luego se acerca, mientras el resto se pone de pie inquietante y expectante.

En el momento en que recibo su entrega, retiro rápidamente el pañuelo para observar dos cartas. Tomo la primera y mis ojos se abren ente el impacto, mientras el corazón comienza a latirme rápidamente:

“Grupo Ayatolá le saluda.

Tenemos a su rey, y a su insignificante sombra… Basim.

No hay nada más que puedan hacer, la monarquía ha caído y nuestros hombres están esparcidos por todo el territorio. Por lo tanto, si aprecian la vida de Kalil Sabagh, entonces deben abandonar el palacio y todo lo concerniente a él.

Le damos dos días para que se vayan, porque invadiremos el lugar para tomar posesión de este, dándole la victoria Angkor por llegar a ser una nación libre.

Luego de comprobar que han seguido las instrucciones como se les ordena, le daremos la ubicación de su rey.

Si ustedes no acatan la negociación, de igual forma tomaremos posesión del palacio y el reino; las muertes de muchos no cesarán, incluso muchas las suyas, que pueden ser innecesarias en este caso, junto por supuesto, del derrotado rey, Kalil Sabagh.

Así que, ordenen que den la baja a todos sus soldados y esperen las indicaciones para rescatar la vida de su familia. Esta será nuestra tregua. La única que puedo ofrecerles por rendirse.

Le quedan dos días…

Atte.: Mishaal Rezhac.”

La hoja cae de mis manos y mi respiración se estanca en mi garganta.

«¡Esto no puede estar pasando!»

¡Es imposible que este sea el fin!, ¡los malvados no pueden triunfar, ellos no pueden salirse con las suya!

Mis lágrimas caen de forma frenética, mi corazón se arruga solo de pensar en lo que puede estar pasando mi hermano y Basim, porque, aunque no sé mucho de guerras, estoy segura de que de una u otra forma, mataran al rey.

Fais se agacha recogiendo la carta para leerla rápidamente y gestar mi misma reacción. Su mirada solo me asegura que mis pensamientos están en lo correcto.

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