Saravi.
Líneas de filas, más un silencio perturbador. Uno que ha mantenido mis manos temblorosas al punto que juntarlas, ha sido la única solución para calmar un poco mis nervios.
Todos y cada uno de los rebeldes esperan el discurso, aquel que les dará las fuerzas para enfrentar lo que se avecina.
Ha llegado finalmente al día, ese, que decidirá el futuro o el infortunio de muchos.
El aire frío de la mañana está calando mis huesos, acompañado del miedo que se ha metido en mi cuerpo desde que abrí mis ojos esta mañana. Espero que todo esté preparado, espero que todo resulte bien.
Mishaal aparece con sus guardaespaldas de siempre y me sonríe con algo de sinceridad en su rostro. En sus ojos veo como la victoria se le esboza de la piel, para luego alzar el brazo cerrando su mano en un puño, y obteniendo el mismo gesto de todos los presentes hacia él.
—¡Llegó el día! —grita—. ¡Hoy le diremos adiós a la monarquía! ¡Angkor resplandecerá con un nuevo gobierno! ¡Vamos por la victoria!
Gritos y sonidos de victoria inundan en lugar tras las palabras de Mishaal, este se gira cada vez para observarme sonriente, mientras mi corazón se comprime lentamente. Nunca quise para él tal cosa, nunca quise arremeter en contra de sus ideales.
No me complace arruinar su sonrisa, ni me complace saber que muchos de estos hombres morirán hoy mismo.
De una u otra forma siempre el resultado será fatal para alguna parte y esto no debería ser así. La congoja que siento es tan grande que a pesar de que sé que esta situación acabará, no me siento complacida, no cuando hay personas de por medio que sufrirán las consecuencias de un sueño tergiversado.
A pesar de la melancolía y la tristeza que han inundado mi vida, logro asomar una sonrisa sincera a Mishaal. Todo está preparado, caballos, armas y hombres, todo está listo para que inicie quizás la catástrofe más grande de Angkor.
Y yo estaré detrás de todo ello.
Los rebeldes se preparan para irse como expliqué a Hanna, y solo unos pocos quedarán en la aldea, mientras ellos se dividirán en grupos para ir el palacio y el centro de Angkor pensando que nada esperarán en el camino.
Quizás esa confianza ha sido el declive del grupo ayatolá, el exceso de todo siempre termina por desastre.
—Cuídate… Esto no durará mucho —anuncia Mishaal tomándome desprevenida.
—Lo haré…
El hombre junta su boca con la mía para darme un pequeño beso y justo cuando pensé que ya se iba, se devuelve envolviéndome en un gran abrazo.
—Pronto estaremos juntos… para siempre, te amo, Saravi —susurra.
Las lágrimas se deslizan por mi rostro mientras que de forma silenciosa reprimo el llanto pasando un duro trago por mi garganta.
«Yo también lo hice, Mishaal, también te quise mucho, y aún siento un gran aprecio por ti»
—Yo también… —logro pronunciar muy bajo—. Por favor, cuídate mucho.
Una sonrisa es esbozada por él mientras limpia mis lágrimas con sus dedos. En algún momento quería decirme algo más, pero fue interrumpido por Borja, ellos estaban apresurados por salir.
En silencio observo como se va del lugar. Quizás esta sea la última vez que lo veo, y espero que guarde su vida como lo prometió.
Poco a poco la aldea se vacía, los hombres van en retirada junto a todo el equipo y comienzo a contar el tiempo para colocar el plan en ejecución. Los que quedan se comienzan a dispersarse para tomar puntos estratégicos sin siquiera mirar a dónde camine o vaya, y esto es perfecto para mí.
Es todo lo que necesito.
Tomo las capas y algunas ropas de Mishaal para llevarlas hacía la cabaña. Servirá para que ellos pasen desapercibidos, aunque el problema no será entrar a su sitio, el inconveniente estará en salir con ellos.
Camino por detrás de las carpas como la otra noche, tratando de meterme por el bosque hasta llegar a la cabaña, he ensayado este tramo un par de veces, solo que en esta oportunidad la vida de estos hombres corre peligro. Así tanto como la mía.
Las palabras de Mishaal retumban en mi cabeza cada vez que avanzo…
“Sí tratan de huir, mátenlos”, esa fue la orden que dejó a los rebeldes refiriéndose a Kalil y a Basim. Pero estaba segura de que a ninguno de aquí les temblaría la mano en hacerlo conmigo también.
Justo cuando llego a la cabaña veo como dos hombres aguardan en la entrada, entonces reprimo los ojos tratando de tranquilizar la respiración que está quemándome la garganta. Observo todo el lugar inspeccionando que no haya más hombres, tomo el tronco de madera en mis manos y dejó las ropas en el suelo. Camino, sigilosa por detrás de ellos y con toda mi fuerza golpeo sus cabezas varias veces por detrás, hasta que los veo caer al suelo.
Tomar desprevenidos a los guardas de la cabaña me dio la ventaja de que no pudieran reaccionar, así que me apresuro observando a mi alrededor, y me devuelvo por las ropas y capas para entrar rápidamente a la casa.
—¡Les quitaré las sogas!, ¡pero necesito que entremos a los hombres de la puerta! No demorarán en despertar.
La mirada de Kalil está impactada y a la vez hay un brillo en sus ojos, yo no reparo en él, aunque mi cuerpo me pide a gritos que le abrace, que le bese y que esté con él todo el tiempo posible.
Rápidamente y con manos temblorosas desato sus cuerdas con un cuchillo mientras que las miradas de los dos hombres siguen fijas en mí.
—¿Saravi…?
—No, Kalil —interrumpo—. No es momento de hablar, por favor entremos a los hombres, amárrenlos rápidamente y colóquense esta ropa.
—Hagamos lo que dice, señor —intervine Basim tomándole el hombro y entonces este asiente.
De forma audaz realizan la acción mientras yo vigilo que nadie se acerque. Los hombres quedan amarrados y amordazados, completamente desmayados mientras Basim y el rey comienzan a quitarse las ropas, para colocarse las otras y así pasar un poco desapercibidos ante la huida.
Mis ojos recorren el cuerpo de Kalil mientras este de forma experta ejecuta rápidamente el plan.
—¡Estamos listos…!
—¡Bien!, esperen aquí, les haré señas para que salgan, deben caminar como ellos, como si nada pasara, hasta que se adentren a la parte del bosque allí les espero para conducirlos al río.
Los rebeldes no estaban aquí porque habían olido la trampa, simplemente tenía algunos baldes en sus manos, necesitaron agua y por simple coincidencia vinieron aquí a esta hora de la mañana.
Los rostros de los hombres parecen haber visto un fantasma, rápidamente dejan los baldes y sacan sus cuchillos con la furia en sus rostros, sobre todo dirigidos a mí.
—¡Malditos! —gritan corriendo a nuestro destino mientras Kalil corre colocándome detrás de su cuerpo, como si esto fuese a impedir la muerte de todos.
Mis ojos se cierran suplicando de forma silenciosa, hasta que un bullicio mayor me hace abrirlos de impacto.
De todos lados, de las piedras, del río y de arbustos salen hombres de insignia de la guarda del palacio, desenvainado sus espadas para arremeter contra los rebeldes. Son muchos, no pensé que vinieran tantos, pero por supuesto era la vida del rey la que está en juego.
Los rebeles quedan reducidos en cuestión de minutos, el olor de la sangre y los cuerpos masacrados yacen ahora en el suelo, mientras todos se arremolinan junto a su rey en señal de protección.
—¡Majestad! —gritan algunos—. Pensamos que podría ser una trampa al verlos vestidos así, junto a la dama. Se nos había advertido que tuviésemos cuidado a pesar de la estrategia hecha por… la reina.
Las palabras del soldado hieren profundamente mi corazón, el rostro de Kalil no está nada complacido, pero aun así no dice nada en mi favor. Basim toma algunas armas y se pone de lado de los hombres.
—¡Debemos irnos ya!
—¡Vamos! —dice Kalil tomándome del brazo.
—No podré ir con ustedes… —respondo con el nudo en la garganta quitando mi mano de la suya—. Debo dirigir a tus mismos hombres, a los que se quedarán para ir a la aldea, ustedes saben que es necesario desarmarla mientras que otro lote se irá con el rey hasta salir al centro de Angkor. No pierdan su tiempo, el palacio va a ser atacado.
—¡Jamás te dejaré aquí! —grita Kalil muy cerca de mi rostro—. ¡Te irás con nosotros!
—Ese no es el plan —digo soltándome de su agarre nuevamente—. Dijiste que confiarías en mí, que seguirías el plan. De lo contrario nada de esto servirá, ¡Si no desarman todo el grupo, será en vano esta lucha!, y sabes que nuestro pueblo no merece más muertes innecesarias.
La mirada del rey es tan fría y dolida que no me queda más que despegar mi mirada de él, para luego dirigirme a la parte más cuerda del momento.
Basim.
—Basim… Usted sabe que es necesario que un grupo regrese a la aldea, necesitan recluir a todos los hombres que quedan y desarmar ese refugio. No pueden dejar cabos sueltos, los soldados no llegarían rápido sin mí, se perderían, ellos no conocen el lugar y usted debe estar con el rey, es su deber protegerlo.
El general asiente lentamente mientras gira en dirección de Kalil.
—Sabe que tiene razón y no podemos demorar un minuto más aquí, su familia está en el palacio y ya está comenzando la trifulca en Angkor, lo más seguro es que el maldito esté en dirección al palacio, si nos apresuramos llegaremos después que ellos y acompañaremos a los pelotones, ¡Usted querrá tenerlos de frente!, ¿no es así?
Kalil tiembla ante la rabia y la frustración, este era el plan, pero sé que está luchando consigo mismo por no dejarme aquí, y lo entiendo. Yo quisiera arrojarme a sus brazos y no volver a despegarme de él. Quisiera irme con él.
Pero la vida lamentablemente no sucede como uno quiere, y quiera o no, uno va pagando sus consecuencias… hasta dejarlas saldadas
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