Matrimonio Forzado romance Capítulo 42

Hanna.

—Está muy tranquila —responde un general cuando le pregunté cómo se encontraba las calles de nuestra nación.

—La estrategia del rey en colocar a los vizcondes, para suplir necesidades en el pueblo, fue algo realmente favorecedor para estos días —agrega Fais satisfecho.

—Eso sin contar que el aporte de los presos ha ayudado a levantar muchos desastres —Papá agrega orgulloso ahora que se puede hablar sin la ansiedad y la preocupación, de hecho, el cambio en su persona y actitud me han dejado boca abierta.

Algo que no puedo decir de mi madre.

—¡Bueno, majestad!, ¡Entonces me retiro!, creo que usted también debe descansar, necesitamos estar fuertes para cuando se amerite.

Asiento satisfecha mientras asomo una sonrisa. El salón poco a poco se vacía de la pequeña reunión que había convocado para la tarde. Umar me observa antes de retirarse y como si quisiera decirme algo, se retrae.

—Está bien, puedes hablar…

—Estoy muy orgulloso de ti —suelta con su mirada cristalizada y mi sonrisa se borra.

—No hice mucho, tú estuviste en todo y…

—Kalil confió en ti por una razón —me corta—. Ahora entiendo cuál.

Le doy un abrazo en respuesta, ya que las palabras no saldrían de mí de la forma correcta en estos momentos.

—Gracias, no lo habría soportado sin ti.

Mi padre me da un beso en la frente y se retira lentamente, a pesar de la alegría de la victoria, aún hay una situación que aqueja su vida. Es como si no estuviese conforme, como si algo estuviera torturándolo.

Camino lentamente hacia el balcón mientras suelto el aire después de encontrarme sola.

La caída de sol es estremecedora y confortante al mismo tiempo. Es como si consigo se llevará las angustias, las penurias y todo aquello que quitó la paz en los días atrás.

Parece como si hubiese sido un sueño, como si en algún momento Angkor hubiese entrado en una pesadilla, en una oscuridad sin salida y de un momento a otro todo se aclaró como si las cosas no hubiesen sucedido.

El acompasado respiro, y algunos suspiros me dan la calma y sobre todo la alegría de saber que pudimos salir victoriosos de esta tragedia, sobre todo después de que el miedo se insertara en la monarquía al recoger a mi hermano prácticamente muerto de las afueras del palacio.

Una semana para ser exactos, donde el delirio y la fiebre quisieron arrancarle la vida, pero, Kalil era un digno soberano de Angkor. Fuerte, valiente, un ejemplar rey.

—Estás aquí —el sonido de la voz de Basim me hacen girar de golpe sacándome de mis pensamientos, solo para que aquel corazón tranquilo vuelva a generar sus descargas.

—Necesitaba un respiro de las adulaciones de mi madre…

—Parece que ha dado un giro de ciento ochenta grados al ver a su hijo con vida —responde llegando hasta mi lugar, mientras sonreímos satisfechos ante esa noticia. Ahora podemos hablarnos con más calma, y definitivamente su postura rígida ha cambiado hacia mí.

—No es para menos, cuando tenga hijos creo que seré así… Sobre protectora.

Basim carraspea, y la incomodidad se instala en el lugar.

—A pesar de que Kalil despertó, el médico le dio una bebida para que volviera a dormir —dice mientras que yo asiento varias veces.

—Sí, nos informó que es necesario para que su recuperación sea más rápida. Quizás en un día o dos, ya pueda despertar completamente.

Este asiente lentamente mientras la duda comienza a reflejarse en su rostro.

—Luego de que Kalil despierte, sabemos que preguntara primero, ¿cierto?

Las palabras de Basim arrugan mi corazón, de cierta forma es algo que me preocupa mucho, sobre todo por la reacción que mi hermano vaya a tomar cuando quiera saber definitivamente sobre Saravi.

—Yo prefiero esperar ese momento, no quiero perturbar la tranquilidad antes de tiempo —contesto sabiendo que eso no es lo que siento.

—Bien, entonces me retiro, debo encargarme de algunas cosas antes de que caiga la noche completamente.

—¡Basim!

Mi corazón late con fuerza, las palabras de Saravi en su carta aún siguen taladrando mis pensamientos todos los días.

“Y tú tendrás una nueva oportunidad con Basim”

—¿Qué pasa? —pregunta girándose para acortar nuestra distancia.

—¿Cuánto tiempo estaremos así?

Su rostro cambia quedando impresionado por mi arrebato. Pero sin duda termina por acercarse, tanto, que mi cuerpo se estremece.

—¿Y cómo quiere que estemos…? ¿Majestad?

En algún momento pensé que la rabia era la que conducía sus palabras, sin embargo, en la comisura de sus labios se arquea una sonrisa para tomarme en sus brazos y besarme con la pasión que a él lo caracteriza.

Me dejo llevar, me dejo llevar por sus caricias, por sus besos expertos y, sobre todo, por las ansias que nos domina a los dos, le abrazo, le correspondo sus gestos y me dejo atrapar por todo aquello que algún día nos separó…

Kalil.

Los susurros constantes hacen que poco a poco mis ojos comiencen a parpadear. Me siento un poco perdido y con un gran de dolor en la cabeza.

Reprimo los ojos lentamente para amortiguar un poco el dolor y giro lentamente hacia los lados. Mi visión aún es un poco borrosa, pero puedo jurar que Kader, mi hermano, habla de algo al parecer interesante con Basim en la puerta de la habitación.

Tengo la boca seca, puedo sentir la garganta carrasposa como si no hubiese tomado agua en años, entonces trato de apoyar mi palma en la cama para darle impulso a mi levante, hasta que un dolor rotundo me hace quejar de inmediato.

Mi brazo literalmente está enrollado de vendajes, ahora mismo no puedo ver el centro del dolor y la herida, pero aprieto para recostarlo a mi propio cuerpo, mientras aguanto la respiración.

¡Qué dolor tan insoportable!

—¡No te muevas, hermano! ¡Llamaré al médico! —no veo como se moviliza Kader, solo sé que se ha ido de la habitación porque el sonido de su voz disminuyó desde que comenzó hablar.

No sé el por qué, pero me cuesta mucho lograr sentarme, siento como si una roca hubiese caído encima de mí, y aparte de eso, la sensación del escozor de una herida abierta en el brazo ahora mismo ha comenzado a palpitarme por si sola.

—Entonces… Después de todo sobreviviste… —escucho a Basim de forma burlona. En ese momento abro los ojos por completo logrando divisarlo de pie frente a la cama.

Parece que está feliz, y pesar de mi dolor logró asomarle una sonrisa.

—Y parece que a ti no te hacen daño las espadas… ¿Tu herida del costado?

—Estoy como un roble —contesta arrogante—. Era muy superficial, además yo no combatí como un loco hasta querer morir…

Niego varias veces entre tanto me acomodo a la cabecera, y justo cuando voy a continuar con la charla, parece que un mundo de gente entra a la habitación.

—¡Gracias al cielo! —exclama mi madre llegando tan rápido que me toma desprevenido el abrazo.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Matrimonio Forzado