Matrimonio Forzado romance Capítulo 43

Kalil.

4 meses después…

Los viajes al centro de Angkor siempre me dejan a la expectativa de querer mucho más por mi nación, de realizar nuevas obras y de gestionar nuevos proyectos. Ver el rostro tranquilo y feliz de mi pueblo sin duda alguna suma una gran satisfacción para mi vida, e inclusive tener a tanta gente inmersa en los nuevos planes, me dejan muy satisfecho.

Las calles ahora solo respiran esa paz que de una u otra forma reclamaba mi país desde hace mucho, el hecho de que Angkor prácticamente camine sola hace que el pecho se me hinche de orgullo, porque no es para menos después de tanto agravio.

En estos últimos meses hemos entablado acuerdos muy beneficiosos con otros países vecinos, de hecho, muchos de ellos que actualmente aún tienen rey como mi país, harán surgir estas tierras como una catapulta.

«Meses», pienso.

Han transcurrido cuatro meses desde la última vez que vi a Saravi, cuatro meses desde que me despedí de esos ojos que me gritaban que no la dejara.

El corazón me arde porque a pesar de las búsquedas exhaustivas, a pesar de ir y venir yo mismo hacia cada rincón, nunca di con el paradero de ella. Por lo tanto y a pesar de mis negaciones, luego de dos meses la declararon muerta sin hallar un cuerpo. Y literalmente se legisló que el rey ahora era viudo.

La misma sensación desde el principio cala mi corazón como el primer día, porque a pesar de que trato de pensar que ya no hay solución para el dolor que se metió en mi corazón, aún siento como si me susurra en el oído:

Kalil…

Reprimo los ojos mientras echo mi cabeza hacia atrás dentro del carruaje, y suspiro pesadamente ante los recuerdos, ante mi mente que no deja de pensar un solo segundo en ella.

—Sería excelente colocar un pequeño centro de compras aquí en este sitio —dice Kader sacándome de mis cavilaciones. Su dedo señala un amplio terreno plano por donde pasamos, inclusive estoy llegando a pensar que mi hermano ha cambiado tanto como mi padre, de hecho, ahora es mi sombra queriendo participar en todo lo que puede.

Observo el lugar y pienso que sin duda alguna Kader es un futurista, solo que su ideal está más ajustado a la clase rica del país. Él sigue la etiqueta al pie de la letra. Y es un engreído sin cansancio.

—Es una buena idea —dice Fais sonriendo haciéndome una mueca de que Kader está en lo cierto.

Sonrío para asentir a su dicho, pero la sonrisa de Fais se borra al ver mi expresión. En efecto sabe lo que me pasa y en lo que estoy pensando.

—Imagino la alta gama de Angkor comprando vestidos para sus mujeres y joyas, y si la monarquía invierte en ello también, traería mucha riqueza, hermano… Para compartir con el pueblo claro está…

Una carcajada por fin sale de mis labios, junto con la de Fais hasta que mi hermano se une terminando por decir:

—Piénsalo hermano, valdrá la pena.

Afirmo afianzando su ideal. Un pensamiento muy maduro para su edad.

Por la tarde al llegar al palacio, sigo de forma rutinaria todo mi trabajo, firmando documentos, dando las órdenes necesarias, ocupándome el tiempo posible para terminar rendido por la noche y que no me dé un minuto más para pensar, porque es exactamente lo que no quiero.

No quiero pensar, ni tampoco sentir.

Desabotono la camisa y las mangas, me levanto y me estiro yendo hacia una mesa de vinos de la biblioteca, «el lugar favorito de Saravi, de donde no he salido en todo este tiempo», parece que estas paredes olieran a ella, quiero pensar como si estuviera aquí mirándome de reojo, haciendo que mira un libro nerviosa para no enfrentarse al hecho que le resulta estar a mi lado.

Una sonrisa se dibuja en mis labios, para luego dar paso a la sensación insoportable de dolor que me ha estado consumiendo. Toco por encima de la tela, la cicatriz que quedó en mi brazo mientras me sirvo una bebida fuerte que trate de amortiguar la aflicción que he estado ocultando a todos, para que no me digan ni una palabra más sobre el asunto.

Camino lentamente al balcón donde la penumbra de la oscuridad ha arropado el cielo. Los pasos de alguien disipan los pensamientos, entonces giro lentamente hasta que Basim llega a mi dirección.

—El padre de Saravi está aquí…

Mi ceño se frunce levemente.

—¿Hammed? —pregunto entre tanto Basim asiente.

—Hanna quiso prepararle una habitación, pero el duque no quiso, dijo que no se quedará, que solo quiere hablar con usted y después se irá.

—Claro… Hazlo venir, Basim, y por favor que nadie nos interrumpa.

El general asiente y sale de inmediato cumpliendo la orden. Tomo de golpe lo que queda de la bebida mientras recuerdo la última vez que el duque estuvo en el palacio con la madre de Saravi.

Sé que ellas nunca se llevaron muy bien, Saravi me lo dejó saber varias veces, e inclusive lo comprobé cuando se dictaminó su muerte y ellos estuvieron presentes, su madre no se inmutó de ninguna manera ante el suceso.

En cambio, el duque Hammed tenía otra actitud, su rostro me hacía sentir peor, él estaba devastado e incluso no quiso aceptar nada de la monarquía, hasta el punto de entregar su título, acto que no acepté y situación que a su esposa le irritó en gran manera.

La puerta se abrió nuevamente mientras Basim entró con Hammed siguiéndole los pasos y mi cuerpo se agitó levemente con su presencia.

—Majestad —dice este, y hago una señal para que el general se retire y nos deje a solas.

—Hammed…

Su rostro me grita dolor en cada poro, trato de respirar acompasadamente mientras permanezco recto a la expectativa.

—¿Con usted? Pero… ¿Cómo? —pregunto agitado—. Yo la busqué, nunca supe de su paradero.

—La encontré en una casa vecina trabajando para ellos, no quería ser encontrada estaba muy asustada después de lo que le pasó. Nadia es apenas una niña, mucho más joven que Saravi.

Doy largos pasos había él.

—¿Qué le dijo? ¿Ha dicho algo de Saravi? ¿Sabe alguna cosa que nosotros no?

Me doy cuenta por su expresión que he pasado mis límites, mis manos están prácticamente apretando sus brazos como si estuviera arrancándole las palabras. Entonces lo suelto mientras paso el trago.

—¿De Saravi? No sabe más que nosotros dos… así como usted también la enterró, ella lo hizo, así también como yo y como todos…

Asiento, y como si me llevara el arrebato me voy del lugar dejándolo allí de pie, sin escuchar una palabra más, sin querer mencionar más del tema. Porque sinceramente ya no lo soporto. Ya no doy para más.

Ordeno a algunas damas que conduzcan a Hammed a la habitación, yo no podría estar presente ni observar en detalle lo que él quiere hacer para con su hija. No quiero y no puedo.

Luego de que me preparan otra habitación, sucumbo en las sábanas despojándome de toda la ropa, hundiéndome en la cama y pidiendo al cielo que el sueño me domine por completo.

Aún recuerdo el día que Saravi llegó al palacio. Recuerdo su abierta irritación por mi familia, su altanería desde que estuvo a mi lado y de su deslumbrante belleza cuando la volví a ver desde el día que quedé flechado por ella. Ignoraba sus ideales, para mí solo era una niña caprichosa que se rebelaba para con sus padres, para mí era la mujer que, aunque fuera mi esposa necesitaba conquistar y ganarme su amor. Era claro que desconocía lo que mantenía su cabeza, como también el engaño que había sufrido por ese mal nacido.

Recuerdo su incierto, su inseguridad y como sus ojos se abrían para recibir el cambio que estaba teniendo su cuerpo y sus sentimientos, así como iban aflorando las corrientes que se esparcían por toda ella, porque yo mismo las pude sentir en mi propia piel. Al principio fui regio e iracundo para con ella, no quería revelar a desmedida lo mucho que me importaba, quería que ella también sintiera lo mismo que yo, deseaba que Saravi pudiera tener en su corazón aquello que yo pedía a gritos.

Amor.

Aún la sentía en mi cuerpo, aún recordaba como su rostro se estremecía en mis brazos. Era imposible borrarla de mi mente cuando sus ojos me decían tanto. Aún recuerdo cuando me dijo:

“Yo me enamoré de usted”

Mis ojos se cierran lentamente con un último retrato en mi cabeza, con la única imagen que ni mi mente, ni mi cuerpo, ni mucho menos mi corazón, olvidará.

Y es el rostro de Saravi. Mi Saravi…

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