Saravi (Nahid).
Annisa sonríe, y Omer se levanta separando mi silla. Entonces tomo su mano colocándome de gancho, al mismo tiempo que la reina se coloca en el otro costado.
Las personas nos observan mientras emprendemos el camino, los pasos son lentos y seguros, ya que Omer tiene cuidado de nuestros vestidos. Trato de colocar mi mejor rostro, de sonreír, de asomar una buena aptitud, para ser bien recibida.
«Pero algo sucede»
A medida que nos acercamos, toda la fila de la realeza me observa, me detalla cambiando su expresión, es como si algo aterrador estuviese sucediendo, como si de alguna forma el miedo se hubiese calado en sus rostros.
La inseguridad se impregna en mí de inmediato, me tenso enseguida, temiendo lo peor. ¿Qué he hecho mal? ¿O qué fue lo que hice? Reviso mi vestido para ver si algo ha pasado con él, tocó mi cabello sintiendo el temblor apremiante en mis manos.
«Todo iba bien, todo estaba realmente normal. ¡Pero algo ha pasado!»
«¡Que alguien me explique! ¿Qué hice?»
Antes de llegar a unos centímetros escasos de ellos, me detengo, es imposible actuar con normalidad ante sus miradas, es imposible tener tranquilidad cuando cada uno de esos rostros, están tan pálidos, y tan perplejos que las náuseas comienzan a invadirme.
Y lo peor no es solo eso, lo más atenuante comienza cuando en el desespero, encuentro una mirada.
«La mirada del Rey.»
Puedo observar cómo sus labios tiemblan, sus ojos tienen ese color intenso que ayer en la noche pude ver en el cuadro, solo que ahora mismo transmiten… Transmiten tanto en mí.
¿Qué está pasando? Que…
La mano de Omer me aprieta duramente, parece por la tensión de su cuerpo, que ha evidenciado lo mismo que yo. Sin embargo, no logro ver su rostro, porque por alguna razón, no puedo apartar la mirada del Rey. Él no deja de mirarme. ¡No lo hace!
Las sensaciones que me dominan, son tan intensas, que me desconozco ahora mismo, no puedo controlar mi respiración, ahora mismo mi pecho sube y baja sin control y el cuerpo me titila en un manojo de nervios constante.
Justo cuando Omer va a acercarse para decir algo y cortar con esta situación tan insoportable, el rey de Angkor intenta dar un paso hacia mí, haciéndome retroceder asustada.
—¡Hermano! —la princesa llega hasta él colocando sus palmas en el pecho, reteniéndolo, por alguna extraña razón quiere tranquilizarlo, pero él no la ve en ningún momento.
Tomo la decisión de quitar mi mirada de él, para llevarla a Omer asustada.
Omer no entiende nada, él está igual de confundido, así como Annisa. Los tres nos observamos sin decir una palabra, no comprendemos la situación y el porqué de las miradas de todos hacia mí.
—Señor —intenta decir Omer hacia el rey, obviando la tensión, tratando de ser pacífico y buscando la forma de salir rápidamente de esta situación—. Les saludamos con mucho respeto, mi madre y mi prometida, deseamos que su….
—¡¿Qué?! —interrumpe el Rey con un rostro indescifrable, parece muy molesto, muy enojado. Es como si, en cualquier momento su inestabilidad llegará al límite, dejándonos la boca abierta nuevamente.
—Kalil… ¡Por favor! Vayamos a otro lugar —pide la princesa suplicante a su hermano, mientras su compañera, su prometida, comienza a llorar en silencio.
Un hombre alto, el prometido de la princesa, llega de inmediato tomando a su novia y apartándola del rey. Este hombre me observa mientras pasa un trago y vuelve a girar hacia su Rey.
—Majestad… Ella tiene razón, estamos captando la atención de todos, resolvamos esto en otro sitio —dice apresurado.
Pero al parecer el Rey no hace caso a ninguna palabra, ni a ninguna persona, él no aparta su mirada de la mía, y si no es porque tiene la mano de un señor mayor que ajusta su brazo con fuerza, no sé qué estuviese haciendo en este momento.
—Es mejor que nos retiremos —dice Omer un poco impaciente, le observo de inmediato y noto que cierta molestia está incomodándolo. Pero cuando Omer toma mi mano decidido, enganchando a su madre también, la situación explota definitivamente.
El Rey se suelta del agarre de todos, mientras la furia se graba en la mirada, comienza a caminar hacia mí llegando en unos pasos cortos.
—Saravi… —dice estrellando su aliento tan cerca de mi rostro, la invasión de algo impronunciable me da una descarga al escucharlo, y, por si fuera poco, toma mi mano soltándola bruscamente del agarre de Omer.
«¡Dios! ¡Este hombre se ha vuelto loco!»
—Pero ¡¿qué es esto?! —Suelta Omer irritado—. ¿A qué se debe esta falta de respeto?
El general se interpone entre nosotros, tratando de calmar a Omer mientras suplicante observa a su Rey.
—Saravi, mi amor —dice triste, pero en esta ocasión no me toca, solo se detiene a unos escasos centímetros de mi lugar haciendo que yo deba alzar mi cabeza para mirarlo.
Sus ojos ahora carecen de ira, ellos por el contrario parecen tener una profundidad absoluta, su intensidad de color ha menguado, y puedo ver que el círculo de su iris es amarillo. Sus ojos se encuentran con los míos, parece por su semblante que algo le atormenta, incluso puedo pensar que sufre. Su mirada se posiciona en mis labios desarmándome por completa.
—Es… está confundido… —tiemblo, logrando pronunciar mientras él niega lentamente al mismo tiempo que todos se giran hacia nosotros.
—¿Cómo puedes decir eso? ¡¿Qué pasa contigo?! —dice perdiendo la calma tomándome de los brazos.
—¡Kalil por favor! —su hermana se acerca rápidamente —. Es evidente que ella no nos recuerda.
—¡Claro que sí! ¡Ella debe recordarme!, ¡es imposible que no sepa quién soy yo! —grita desesperado.
—Y-yo… Yo No lo sé… creo que me confunden con alguien más, yo pertenezco a Yomal —digo asustada, sin tener mucha coordinación en lo que digo. Solo quiero salir de aquí.
La princesa mi mira incrédula y el Rey pierde el control.
—Pero ¡¿qué es esto?! ¿Es una broma acaso? ¡Tú eres Saravi! ¡Tú perteneces aquí! ¡Eres mi esposa! ¡Mía!
Estoy tan nerviosa que tomo la pared a mis espaldas para recostarme, la respiración se me corta produciendo leves mareos, y veo por el rabillo del ojo como Omer lucha por acercarse pese a que los guardas lo toman.
—¡Nahid! —dice forzadamente tratando de llegar a mi lugar.
Entonces varias punzadas atraviesan mi cabeza, mientras los sollozos me invaden por completo. Mis ojos se cierran y abren desmesuradamente, tratando de aliviar el mareo, pero de nada sirve.
No puedo respirar muy bien, el aire me falta y el temblor toma mi cuerpo de manera cruel.
Varias voces me llaman. “Nahid” “Saravi”, entonces no sé diferenciar si lo que escucho es real o simplemente los susurros han comenzado.
¡Suéltala!, ¡No la toques!… Gritos, llanto y forcejeo es lo último que mi conciencia puede observar, hasta que una oscuridad apremiante comienza a invadirme por completo…
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