Matrimonio Forzado romance Capítulo 55

Saravi (Nahid).

Annisa sonríe, y Omer se levanta separando mi silla. Entonces tomo su mano colocándome de gancho, al mismo tiempo que la reina se coloca en el otro costado.

Las personas nos observan mientras emprendemos el camino, los pasos son lentos y seguros, ya que Omer tiene cuidado de nuestros vestidos. Trato de colocar mi mejor rostro, de sonreír, de asomar una buena aptitud, para ser bien recibida.

«Pero algo sucede»

A medida que nos acercamos, toda la fila de la realeza me observa, me detalla cambiando su expresión, es como si algo aterrador estuviese sucediendo, como si de alguna forma el miedo se hubiese calado en sus rostros.

La inseguridad se impregna en mí de inmediato, me tenso enseguida, temiendo lo peor. ¿Qué he hecho mal? ¿O qué fue lo que hice? Reviso mi vestido para ver si algo ha pasado con él, tocó mi cabello sintiendo el temblor apremiante en mis manos.

«Todo iba bien, todo estaba realmente normal. ¡Pero algo ha pasado!»

«¡Que alguien me explique! ¿Qué hice?»

Antes de llegar a unos centímetros escasos de ellos, me detengo, es imposible actuar con normalidad ante sus miradas, es imposible tener tranquilidad cuando cada uno de esos rostros, están tan pálidos, y tan perplejos que las náuseas comienzan a invadirme.

Y lo peor no es solo eso, lo más atenuante comienza cuando en el desespero, encuentro una mirada.

«La mirada del Rey.»

Puedo observar cómo sus labios tiemblan, sus ojos tienen ese color intenso que ayer en la noche pude ver en el cuadro, solo que ahora mismo transmiten… Transmiten tanto en mí.

¿Qué está pasando? Que…

La mano de Omer me aprieta duramente, parece por la tensión de su cuerpo, que ha evidenciado lo mismo que yo. Sin embargo, no logro ver su rostro, porque por alguna razón, no puedo apartar la mirada del Rey. Él no deja de mirarme. ¡No lo hace!

Las sensaciones que me dominan, son tan intensas, que me desconozco ahora mismo, no puedo controlar mi respiración, ahora mismo mi pecho sube y baja sin control y el cuerpo me titila en un manojo de nervios constante.

Justo cuando Omer va a acercarse para decir algo y cortar con esta situación tan insoportable, el rey de Angkor intenta dar un paso hacia mí, haciéndome retroceder asustada.

—¡Hermano! —la princesa llega hasta él colocando sus palmas en el pecho, reteniéndolo, por alguna extraña razón quiere tranquilizarlo, pero él no la ve en ningún momento.

Tomo la decisión de quitar mi mirada de él, para llevarla a Omer asustada.

Omer no entiende nada, él está igual de confundido, así como Annisa. Los tres nos observamos sin decir una palabra, no comprendemos la situación y el porqué de las miradas de todos hacia mí.

—Señor —intenta decir Omer hacia el rey, obviando la tensión, tratando de ser pacífico y buscando la forma de salir rápidamente de esta situación—. Les saludamos con mucho respeto, mi madre y mi prometida, deseamos que su….

—¡¿Qué?! —interrumpe el Rey con un rostro indescifrable, parece muy molesto, muy enojado. Es como si, en cualquier momento su inestabilidad llegará al límite, dejándonos la boca abierta nuevamente.

—Kalil… ¡Por favor! Vayamos a otro lugar —pide la princesa suplicante a su hermano, mientras su compañera, su prometida, comienza a llorar en silencio.

Un hombre alto, el prometido de la princesa, llega de inmediato tomando a su novia y apartándola del rey. Este hombre me observa mientras pasa un trago y vuelve a girar hacia su Rey.

—Majestad… Ella tiene razón, estamos captando la atención de todos, resolvamos esto en otro sitio —dice apresurado.

Pero al parecer el Rey no hace caso a ninguna palabra, ni a ninguna persona, él no aparta su mirada de la mía, y si no es porque tiene la mano de un señor mayor que ajusta su brazo con fuerza, no sé qué estuviese haciendo en este momento.

—Es mejor que nos retiremos —dice Omer un poco impaciente, le observo de inmediato y noto que cierta molestia está incomodándolo. Pero cuando Omer toma mi mano decidido, enganchando a su madre también, la situación explota definitivamente.

El Rey se suelta del agarre de todos, mientras la furia se graba en la mirada, comienza a caminar hacia mí llegando en unos pasos cortos.

—Saravi… —dice estrellando su aliento tan cerca de mi rostro, la invasión de algo impronunciable me da una descarga al escucharlo, y, por si fuera poco, toma mi mano soltándola bruscamente del agarre de Omer.

«¡Dios! ¡Este hombre se ha vuelto loco!»

—Pero ¡¿qué es esto?! —Suelta Omer irritado—. ¿A qué se debe esta falta de respeto?

El general se interpone entre nosotros, tratando de calmar a Omer mientras suplicante observa a su Rey.

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