Kalil.
—Se la llevará luego de que me mates a mí por supuesto… —digo en tono amenazante hacia su lugar.
—Majestad… —interrumpe Fais a mi lado—. Es necesario que… Saravi despierte primero, esto, esto podría asustarla mucho.
—Usted tiene razón —responde Bozkurt —. Ahora si lo permiten buscaré a mi madre, ya que, en medio de toda esta locura, la perdí de vista.
El hombre comienza a caminar en dirección de la salida, pero Hanna lo detiene.
—Señor ¡por favor! Déjeme asignarle a un lacayo, él le servirá de guía en todo lo que necesite.
Entonces el hombre asiente y sale con mi hermana del salón. Suelto el aire varias veces mientras voy dando vueltas de un lado para el otro. Necesito hacer algo, no puedo quedarme de brazos cruzados, no puedo.
El relato de ese hombre me ha hecho sentir un miserable, un maldito que dejó que Saravi pasara por todo esto, toda la culpa es mía, todo su sufrimiento cae en mis hombros, que no sé si pueda resistir. «¿Cómo llegó ella a este punto? ¿En qué momento pudo Saravi llegar hasta las fronteras de Yomal y ser encontrada de esta manera?»
Aprieto mis puños mientras las lágrimas brotan por mis ojos, tengo mucha impotencia, deseo golpearme a mí mismo, eso es lo que merezco.
Basim se acerca con un trago sin decir una palabra, la bebo de inmediato mientras desajusto los botones de la camiseta que llega hasta mi garganta.
—Yo voy a retirarme si me lo permite alteza —pregunta el médico haciendo una reverencia hacia mí.
Limpio mi rostro rápidamente y dirijo mi mirada a él.
—¿Por qué cree que ella aún no recupera la memoria? —pregunto agitado—. ¿Cree que será difícil que eso pase?
—Puedo adjudicarlo a que ella despertó en un ámbito que jamás había visto, con personas desconocidas. Eso pudo confundirla aún más, ignorando de forma inmediata cualquier recuerdo que pudo aparecer en el instante.
Aprieto los puños maldiciendo bajo.
—Lo primero que debe aparecer, son sus recuerdos más antiguos, familia, por ejemplo, niñez, entre otras cosas y eso es lo que ella no ha visto hasta ahora.
—Entiendo… Puede retirarse.
Una luz se enciende en mi cabeza y me hace arder el corazón. Espero que el hombre salga y me quedo en el salón solo con Basim y Fais.
No importa si juegue bajo o no, no me interesa si otro piensa que no es lo correcto, no repararé siquiera en la opinión que puedan dirigirme, esta vez solo haré caso a mi corazón, y no permitiré perder a Saravi una vez más. No lo soportaría.
—Fais, escribe en mi nombre y pon mi sello ahora mismo, dirige la carta lo más pronto posible a Hammed Eljal, dígale que es urgente que venga al palacio; pero por favor no menciones nada de Saravi, no aún.
—Majestad —dice Basim un poco tenso —. ¿No es mejor preguntarle al médico antes de hacer alguna cosa?
—Nadie aparte de ustedes dos sabrá que envíe la carta.
Los dos hombres se miran entre sí, y como lo esperé, Fais me sigue como perro fiel y buen consejero.
—Haré lo que dijo —dice el vizconde.
—Fais… —le retengo—. Hazle hincapié que debe traer a Nadia. No puede venir sin ella.
—¿Nadia? —pregunta confundido tratando de recordar, pero en algún momento parece que su mente se aclara y me sonríe de lado.
—Salga, cualquier cosa yo llamaré si se necesita.
La mujer observa a Saravi, y luego recoge algunas cosas del suelo y sin medir palabra sale disparada. Entonces tomo las puertas y las cierro tras de mí, soltando el aire para relajar mi cuerpo.
La habitación tiene muy poca luz, es apenas tenue con una puerta del balcón abierta para que el aire pueda entrar. Sin embargo, el calor que desprende mi cuerpo es como si la temperatura estuviese alta, como si cada vez que paso los segundos aquí, mi piel se sofocara.
Quito el botón de la camisa que comienza a apretar mi garganta y mis pies comienzan a conducirse solos hasta la cama.
Ella está tan dormida, tan inocente de todo lo que está pasando. Tan frágil. Solo tiene un camisón, uno muy fino que no oculta su figura. Entonces el cuerpo se me estremece de inmediato.
Me siento muy cerca de ella tratando de quitar mi mirada de su cuerpo para llevarlo nuevamente a su rostro. Paso mis dedos por su mejilla, y acomodo sus cabellos, delineo sus cejas con mi dedo y bajo hasta su barbilla. De repente, ella entreabre sus labios, y vuelvo a sentir el impacto de deseo en todo mi cuerpo.
—Esto es más difícil de lo que pensé —susurro cerca de su rostro —. Por favor Saravi… Recuérdame.
Su leve y pausada respiración comienzan a golpear mi rostro mientras comprimo los ojos, el pecho me late con fuerza y mis manos tiemblan. Abro los ojos de nuevo y vuelvo a posarlos entre sus labios entre abiertos y no dudo un instante más hasta llegarme a ellos.
Uno mis labios con los de ella, mientras inmensas sensaciones se esparcen descaradamente por mi cuerpo, abro mi boca y tomo cada labio absorbiendo lo que puedo de ellos, entre tanto su sabor se impregna en mi boca, una sensación candente y caliente me comienza a estremecer aumentando mi deseo, llevándome al límite.
Me separo rápidamente respirando con dificultad. Exigiéndome a mí mismo, reprendiéndome por mi falta de control. Entonces solo hay una cosa que puedo hacer ahora, y que deseé por tanto tiempo.
Me levanto un poco de su tacto y me quito en definitiva la camiseta. Paso por un lado del cuerpo de Saravi y la abrazo, la uno a mi cuerpo hasta que su cabeza queda en mi pecho, mis piernas se enredan en las suyas. Coloco mi barbilla en su cabeza mientras doy pequeños besos en su cabeza, entre tanto agradezco, agradezco al cielo por este momento y a la vez pidiendo que este momento se haga eterno…
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