Kalil.
Tomo la iniciativa y me acerco a ellos, me trago la incertidumbre, la rabia y sobre todo el miedo. Pero no hay otra manera, y yo jamás volveré a colocar a Saravi de prueba, eso jamás lo haré.
—Pueden quedarse el tiempo que tenían estipulado —digo y todos se giran hacia mí—. Se había planeado tres días, Rey Omer, sigamos el plan como está organizado, usted sabe que aún debemos reunirnos y plantear negocios con otros países, contando por supuesto las relaciones de Yomal y Angkor.
Él achica sus ojos sin entender el cambio de mi actitud, entonces sigo con el discurso.
—Sigamos el protocolo, y a la misma vez, deje que… Ella, esté en el palacio de forma natural, con esto quiero decir que nadie le impondrá nada, nadie la llamará diferente ni le hablará de su pasado. Así veremos qué pasa.
Los ojos de todos están abiertos y expectantes, Fais, como todo experto no cree mucho mis palabras, sin embargo, él y Janí, solo callan esperando respuesta de los invitados.
El corazón me late desbocado y resentido, preguntándose si me estoy traicionando a mí mismo o estoy nuevamente dejando ir la única oportunidad que me queda.
—¿Por qué cambió de parecer? —pregunta Bozkurt bajando la guardia.
Paso un trago doloroso, uno sin igual. Entonces le miro directo.
—Quiero lo que ella decida, entenderé lo que ella quiera hacer y… La Respetaré. Solo quiero que Saravi esté bien. Eso es más que suficiente para mí.
El hombre asiente de forma pausada y luego gira hacia su madre.
—Si las condiciones son así, entonces acepto —repone él —. Ahora si me lo permiten me retiro.
Bozkurt se despide de todos y de último asiente su cabeza hacia mí y yo le devuelvo el gesto, la biblioteca se vacía dejándome solo frente a un Fais confundido.
La presión en mi pecho es insoportable, junto con el ardor que siento en mis ojos y un dolor intenso en la garganta.
—¿Qué planea? —pregunta Fais acercándose cautelosamente.
—Esta vez nada… —digo en susurro—. Fais, envíe otra carta a Hammed Eljal, cancele su venida.
—¿Qué? Pero… majestad.
—No puedo jugar sucio, Fais —respondo mientras mi boca tiembla—. ¿Cómo puedo retenerla a mi lado si ella misma no quiere? ¿Si ella misma no sabe quién soy yo?
—Majestad…
Niego varias veces callándolo.
—Me odiaría si se da cuenta de que jugué sucio, conozco a Saravi, sé que no soporta la injusticia, me odiaría. Además ¿cómo puedo yo preferir mi felicidad anteponiendo la de ella?
—¿Eso quiere decir que se hará a un lado? ¿Qué no luchará por ella? —pregunta el vizconde interesado.
—Nunca dije que renunciaré a ella, solo dije que no jugaré sucio.
Fais sonríe satisfecho de mis palabras, y con una reverencia se dispone a salir…
—Recuerde enviar la carta Fais.
Él se voltea, me observa por un momento y dice: —Sí.
***
Omer Bozkurt.
—¡Espera hijo! Hablemos un momento antes de ver a Nahid… Entremos aquí.
Mi madre se desvía mientras la irritación vuelve a golpearme. Necesito ver a Nahid, necesito saber que piensa, que recuerda y cómo esta ella. Pero lo que más me martiriza y me carcome por dentro es saber que siente después de ver a toda esta gente, que al parecer es su familia, y supuestamente su esposo.
«Esposo…»
No puedo seguir escuchando a mi madre, no puedo, la observo por última vez y la dejo sola en el salón. Me retiro porque necesito aire, necesito pensar.
Es claro que lo que pasa aquí, Nahid pertenece aquí…
Me recuesto a un muro del palacio mientras trato de acompañar mi respirar.
“No me dejes”, escucho dentro de mí, recordando cuando me lo dijo sollozando y la emoción me embargó la existencia. Nahid llegó a mi vida para disipar el dolor que había en mi reino, y en mí, ella hizo que pudiera olvidar toda esa oscuridad en que se sumió Yomal por mi falta de responsabilidad.
Reprimo los ojos tratando de poner orden mis ideas y pensamientos, hasta que vuelo a recordar aquel día…
“— ¿Hay algo que tenga ella con que puedan reconocerla? —pregunto mientras observo el cuerpo de la mujer tendido en una camilla improvisada.
No puedo apartar mis ojos de ella. Es la mujer más hermosa que he podido ver en mi vida, a pesar de su condición.
—Sí señor, en sus manos tenía enredado una cadena de oro muy fina.
—¿Una cadena de oro?
—Sí, alteza, es esta —dice el hombre colocando en mi palma la cadena de la que habla.
Pero no es solo la sutileza de la cadena de oro lo que me llama la atención. En ella hay una argolla colgando, una alianza sencilla, pero a la vista se ve que es costosa. Una cortesana no podría adquirir esto en toda su vida, ella debía pertenecer a la clase alta, sin embargo, yo mismo conocía cada persona de renombre en Yomal. ¿Acaso había pasado desapercibida de mis ojos todo este tiempo?
Imposible.
Además, este símbolo solo significaba una cosa, ella tendría un esposo. Y por más oscura que fuera mi idea ahora mismo, no dudé en ejecutarla.
—Llévenla al palacio —digo dando la orden de inmediato mientras rozo mis dedos en su mejilla lastimada—. Esta cadena nunca se encontró en sus pertenencias, ¿entendido?
Los hombres se miraron entre sí, pero ninguno refutó mi orden. Solté el aire una vez me dieron la espalda y miré al cielo esperando que nadie viniera por ella.”
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Matrimonio Forzado