Saravi
—No es eso… —respondo por fin, pero muy nerviosa.
—¿Entonces qué es?
—No lo sé… Quizás no tenga mucho apetito…
El rey asiente y moja sus labios con su lengua, todo pareciera que se hace lento mientras lo observo hacer sus gestos, un poco devastadores para mi cuerpo.
—¿Qué aumenta su apetito?
Mis ojos se abren un poco incómoda con su pregunta y él lo nota de inmediato porque se esfuerza por no abrir su boca ante la sonrisa que se le forma en el rostro.
—No sé a qué se refiere —digo un poco seria.
—Pues estamos hablando de la comida, por ello pregunto, pero igual haré que la cena sea de su mayor agrado. ¿Qué le gusta comer?
—No… yo no he dicho que no me guste esta comida —repongo mirando mi plato, para no parecer tan nerviosa—. Es solo que…
—Está nerviosa —afirma más como un susurro.
Abro mi boca para refutar, pero no puedo responder a su insinuación. Es como si de cierta forma me sintiera perdida en este momento. Ante mi duda creo que es preferible callar.
—Bien —dice alejándose y aprovechando mi silencio—. ¿Qué le parece si después de la tarde, luego de la entrega de regalos, se une y damos un paseo por el palacio?
«¡No aceptes!, ¡no es correcto!, ¡no aceptes!»
—¿C-con… con otras personas? —es lo único que me sale preguntar.
Él vuelve su mirada por el comedor y luego la centra de nuevo en mí.
—Sí, puede ser… —contesta.
—Y-yo… Está bien.
—Perfecto —dice ampliando su sonrisa.
—Nahid puede responder a eso, ¿verdad, Nahid?
Enderezo mi cuerpo hacia la mesa ante mi mención, había olvidado siquiera que había gente aquí. Carraspeo varias veces observando a los demás que parecen esperan una respuesta de mi parte.
«¡Esto es un desastre!»
—Discúlpeme —me excuso observando a todos—. No escuché la pregunta.
Omer frunce el ceño, pero rápidamente repone su mala cara.
—Les comentaba que tú misma puedes describir el palacio, podría parecer engreído si lo digo con mis propias palabras —finaliza Omer totalmente incómodo.
—Es precioso —aseguro obviando las malas caras de algunos y los gestos incómodos de Omer—. Además, las personas son muy cálidas, atentas y cordiales.
—Eso es porque vives en el palacio —interviene la prometida del rey.
—No, de hecho, he compartido con el pueblo varias veces cuando voy de compras con Samira.
—¿Quién es Samira? —preguntan algunos.
Los ojos de Annisa están un poco alarmados y Omer nuevamente se sufre tensión.
Dudo entonces por mencionarla aquí.
—Es una amiga de la corona que a veces nos visita —termina por decir Omer y luego me observa.
Las mujeres se observan entre ellas sorprendidas, y la princesa hace un ademán para que la servidumbre reciba mi regalo.
Zura, se acerca y toma la cajita de ella y la prometida del rey, Alinna, duda si tomar el obsequio por un momento, pero al final lo hace sin interesarse por su contenido.
—Es muy bonito, muchas gracias —repone nuevamente la princesa colocando el collar en su palma. Luego observa la bolsilla de cuero que queda en mis manos—. ¿Te falta un regalo?
Asiento con un miedo impresionante en mi pecho.
—Sí —susurro, entonces lo miro a él—. Es para usted, majestad.
El rey, que, aunque todo el tiempo estuvo callado y pasando desapercibido, observando la escena que se llevaba a cabo, se levantó un poco extrañado y frunciendo el ceño. Giré hacia todos los lugares comprobando que esto no fuese una locura, pero no logré tranquilizarme, hasta que el hombre se posicionó delante de mí.
—¿Un regalo para mí? —pregunta divertido, obviando las reacciones alrededor de su madre, prometida y del mismo Omer.
—Sí, por supuesto.
El rey Kalil asoma su mano hacia mí y yo trato de controlar el temblor que agitan mis manos para entregarle rápidamente la bolsilla de cuero, retirando mi tacto al instante. Al contrario de mi pensamiento, este se dispone abrir el obsequio creando un miedo mayor.
¿Por qué debía abrirlo frente a mí?
El reloj dorado de bolsillo que compré para él cae en sus manos luego de que voltea la bolsilla de cuero, para volver sus ojos hacia los míos.
—Un reloj… —pronuncia.
Tengo la necesidad de explicarle la razón del por qué escogí ese regalo. En ese entonces solo pensaba en el rey de una nación. ¿Pero serian adecuadas mis palabras ahora?
Su rostro se detiene en mí, con miles de incógnitas en sus ojos y hasta puedo decir que con una indecisión apremiante. Trato de pasar el trago y levanto mi rostro tanto como puedo.
—Es muy importante que una persona como usted, tenga presente que el tiempo, es lo más valioso que una persona puede gastar…
Veo como él pasa lentamente el trago por su garganta, mientras puedo sentir como su respiración se acelera. Su rostro se gira en dirección a su hermana y esta le mira con aflicción…
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