Matrimonio Forzado romance Capítulo 66

Saravi.

Después de un tiempo, sentada en la bañera de la nueva habitación, solo recuesto mi cabeza en las rodillas unidas y me abrazo. La dama aromatiza el agua mientras añade aceites y algunas infusiones que se incrustan en mis fosas nasales.

Un rato antes había sido llamada para la cena, pero definitivamente no me encontraba en condiciones de lidiar de nuevo con nadie. Omer había insistido en hablar conmigo, pero yo solo había pedido espacio, quería estar sola.

Aunque tenía hambre prefería quedarme aquí, no estaba dispuesta en ver la cara de esa mujer, que a ciencia cierta no tenía culpa de nada, ella estaba defendiendo su lugar, y yo solo era una aparecida que pretendía sentir cosas por su prometido.

¡Y que digo prometido!, él era el rey de Angkor, ¡por Dios santo!, tenía relaciones políticas con Omer y mis pensamientos y sentimientos estaban completamente fuera de lugar. Si alguien aquí debía sentirse culpable y debía tener vergüenza, esa era yo.

¿Por qué las cosas no se solucionaban en mi vida?

Limpié varias lágrimas que se escurrieron por mis mejillas, mientras la dama colocaba crema en mi cabello masajeándolo.

—¿Cree en el amor a primera vista? —le pregunto de repente en susurro a la mujer que me ayuda en el baño.

Ante el silencio levanto la cabeza y ella sonrojada y enmudecida agacha su mirada.

—Por favor…, hable conmigo —le pido con la voz un poco rota.

Ella duda por unos segundos y luego centra sus ojos en los míos. Debe tener unos años más que yo, sin embargo, es joven, y muy hermosa.

—Yo me enamoré de mi esposo, nada más lo vi —dice tímida y yo le sonrió.

—¿Dónde está su esposo? —pregunto interesada.

—Murió…

La sonrisa se me borra al instante, pero ella permanece plácida como si el recuerdo no le afectase.

—Lo siento mucho…

Ella niega.

—Él era un guarda del palacio, en los momentos de dificultad de Angkor, mi esposo perdió la vida al enfrentarse con los rebeldes.

—Debió ser una perdida indescriptible —digo compadeciéndome de ella.

—Lo fue. Pero… nuestros días fueron tan felices que, me siento muy afortunada. No estuvimos mucho tiempo casados, pero cada día fue como si fuera el último y eso hizo que la tragedia de su muerte no me matara por completo. Definitivamente ahora que recuerdo cada momento, mi cuerpo siente un alivio tremendo y vuelvo a sentir todo de nuevo, como la primera vez que lo vi.

Las palabras de la mujer no hacen sino empeorar mi situación. Con labios temblorosos suelto un sollozo que saco desde lo más profundo de mi alma. Desde el día en que desperté en esa cama, después de mi accidente no me había atrevido a dar rienda a mis emociones, no me había atrevido a llorar, ni a sentirme tan desdichada.

Yo no podía recordar nada, no podía sentirme feliz al tener un recuerdo ni afligirme por el mismo. Simplemente carecía de tener aquello de lo que todo el mundo alardeaba y les hacía por algunos momentos, ser más feliz.

La mujer se había levantado con algunas toallas, y había arropado mi cuerpo en forma silente, me sostenía en sus brazos mientras secaba mi cabello y de cierta forma me consolaba.

A pesar de todo, estaba tan sola.

Después colocarme un blusón blanco la dama peinaba mi cabello mojado, y luego sin más se había ido.

El ambiente estaba más que fresco, no sé por qué había decidido tomar un baño completo por la noche, pero ahora mismo me arrepentía mientras el escalofrío recorría mi piel cada vez que mi cabello tocaba el vestido.

Tomé las sábanas y las coloqué sobre mí mientras apagué la lámpara que quedaba encendida, cerré mis ojos aun con lágrimas y entre un suspiro me obligué a dormir.

Esa era la única manera de no pensar.

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