Matrimonio Forzado romance Capítulo 68

Kalil.

Paso un trago forzado llenándome de paciencia.

—Mi amor…

—Kalil… —ella refuta de nuevo y quitando mis manos de su rostro—. No sabes nada de mí, ni yo misma sé. En este último tiempo he estado sola, y el rey de Yomal me ha tendido la mano de una forma que jamás podría agradecer.

Me despego de su tacto rápidamente, mientras la ira comienza a circular por mis venas. Me quema y me duelen mucho sus palabras.

—No sigas… —le pido áspero.

Ella asiente espaciando más nuestra distancia.

—Yo jamás podría hacer una cosa de estas —ella quiere explicarme su situación desconociendo lo que pasa en ella, odiándose por tener este tipo de sentimientos por una persona que piensa, no conoce—. Yo no podría vivir de esa manera.

Paso mis manos por el rostro desesperado, tratando de acompasar la respiración y que mis palabras no suenen tan débiles. Tomo un suspiro necesario, la encaro y asiento lentamente en contra de toda mi voluntad.

—Entonces espero, que seas feliz así…

Giro sobre mis pies y tomo el pomo de la puerta.

—Kalil —le escucho decir.

Pero termino por abrir la puerta y la cierro una vez salgo de la habitación. Sería un error quedarme, y no porque piense que ella tiene la culpa de mi dolor, es más bien porque ya no me creo con las fuerzas necesarias de llevar un poco de control con la situación. No soporto oírle hablar de otro hombre, no soporto que ahora mismo ella prefiera no hacerle daño a ese imbécil en vez de nuestro amor.

No la quiero culpar por algo que ahora mismo no está en sus manos, ella no tiene el control de lo que siente, y sé que tiene una gran confusión en su cabeza.

Así que, si me hubiese quedado, yo le hubiese dicho toda la verdad, y me prometí a mí mismo no actuar así.

Mañana será otro día, necesito descansar, apaciguar mi cuerpo, relajar los músculos, y dejar que la rabia muera en mi almohada, en aquella cama vacía donde debería estar ella.

***

Por la mañana agilizo mi paso mientras Basim va detrás de mí dándome argumentos que ahora mismo me importan una mierda.

Enfrentaré a mi familia, y cada uno deberá escuchar lo que tengo por decir. Si alguien decidió pasar por encima de mi orden, no importa quien sea, deberá pagar por su acto.

—Solo dime si están todos allí, es lo único que le pregunté, general —digo sin mirarlo apresurándome en llegar a salón donde los cité esta mañana.

Por supuesto Fais estaría a mi lado, sin su presencia, ni un poco de consejo, mis acciones serian desfasadas y demasiado duras. Porque así me siento. Siento que quiero destruir todo a mi paso.

Puedo adjudicarlo a las palabras de Saravi que se quedaron impregnadas en mi mente, y por ende no pude conciliar el sueño.

—Están todos —responde él agitado a mi lado, y en cuestión de segundos da unas zancadas largas y me frena impidiendo mi paso—. Sea lo que sea majestad, no dejaré que involucre a Hanna en todo esto, así mi cargo tenga que ponerlo a su disposición.

—¡No digas estupideces y apártate Basim!

Este asiente aliviado y continúa el camino junto a mí, hasta que por fin llegamos al salón donde me encuentro con toda mi familia, y Alinna por supuesto.

Mi padre y hermano parecen relajados, de hecho, jamás pensé en la posibilidad de que ellos estuviesen detrás del cambio de habitación de Saravi, sería ridículo imaginarlo. Por otra parte, esta Hanna, sus palabras fueron sinceras cuando me habló de su apoyo, así que solo queda mi madre y Alinna.

—Hijo, ¿Qué ha pasado? —pregunta Zura levantándose del puesto mientras los demás quedan expectantes.

—Quiero hablar con todos ustedes —respondo seco haciendo un ademán para que se vuelva a sentar y ella lo hace enseguida.

—Adelante —dice insegura.

Fais entra en el despacho, hace una reverencia y se posiciona a mi lado.

—Este será un día muy ocupado para mí, literalmente atenderé personalmente a cada asesor de cada país, y firmaré algunos acuerdos con los reyes presentes. Como ustedes saben mañana por la mañana… muchos de ellos partirán, así que mi tiempo es escaso.

Todos asienten muy comprometidos en mi relato, y aunque no quiero redondear el asunto me era necesario explicar el inicio de mi conversación.

—Ahora pregunto, ¿hay alguien aquí en mi contra? —mis palabras hacen cambiar instantáneamente los semblantes de cada uno de los presentes. A excepción de Fais y Basim que no logro observarlos desde mi posición, ya que están detrás de mí.

—¿En contra de ti? —Responde Alinna apresurada—. ¿A qué te refieres con esa pregunta?

Desvío la mirada hacia Fais quien concuerda conmigo. Ella debió ser la que ordenó el cambio de habitación de Saravi.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Matrimonio Forzado