Matrimonio Forzado romance Capítulo 71

Kalil.

Describir cómo me siento ahora sería imposible. Pero si debería utilizar una palabra diría que… desesperación es lo que siento.

La rabia que me consume por los hechos de Alinna no son peores que mi inestabilidad ahora que Saravi piensa que le he mentido, su mirada me lo dejó muy claro, ella debe estar pensando que estoy jugando con ella y que por supuesto estoy loco.

Sentí mucho miedo cuando ella posó su mirada en mí cuando volvió en sí después de su mareo, me había aterrado entender que no quería nada de mí después de escuchar Alinna mintiendo en mi cara. Pero definitivamente lo que terminó por matarme fue cuando dijo que iría con su prometido a preparar las cosas para el viaje.

«¿Qué podía hacer?»

Era imposible retenerla aquí por la fuerza y en contra de su voluntad, pero incluso ante la firme decisión que había tomado, en este momento de desesperación me parecía apetecible.

No tenía mucho tiempo, no dejaría que ella se fuera, así que me devolví por el camino en que ella desapareció hace unos minutos antes, y me di prisa a buscarla.

Le diría cualquier cosa, necesitaba que ella me escuchara, apelaría por ser oído y que ella me diera la oportunidad de decirle toda la verdad, pese a las consecuencias.

Pero los labios del hombre a quien más odiaba en este momento de mi vida, estaban posando sobre la boca de mi Saravi muy sutilmente cuando llegué al balcón frenándome de golpe. Ver ese escenario me dejó completamente helado y estático, era como si lo más profundo de mí, hubiese estallado en mil pedazos, y cada parte doliera en una intensidad que te hacía faltar el aire.

«No di un paso más, necesitaba irme de aquí».

Entré al salón de reuniones capacitado al menos para cien personas, y vi que mi hermano y Basim ya estaban en lugar, pero Fais no se encontraba en ninguna parte. Mi corazón y cuerpo adolecían, no podía negarlo, pero en este momento debía dar culminación a todos los tratados que tenía con los reyes de la frontera de Angkor, y luego pasaría con los representantes de otras naciones.

«No podía dejar a un lado mis responsabilidades».

Me senté en el extremo de la mesa y todos hicieron silencio con mi llegada.

—¿Dónde está Fais? —pregunté en voz baja hacia Basim.

—No lo veo desde hace rato. Si desea lo buscaré.

Lo detengo con la mano negando varias veces.

—No, debemos comenzar ya, estoy retrasado, todo este tiempo he estado retrasado, haciendo las cosas mal, todo va de mal en peor.

El ceño de Basim se pronuncia de inmediato.

—Hermano, ¿estás bien? Si quieres…

—No —corto a Kader—. Comencemos.

El foro se abrió dando paso a preguntas largas, firmas, debates en desigualdades. A la final a todos no se les podía complacer en sus preferencias. Invitaciones extendidas a sus países y muchos proyectos a futuro se había enmarcado en esta reunión. Pero en ningún momento de lo que quedó de mañana vi aparecer a Omer Bozkurt y eso me colocaba más impaciente de lo que estaba.

Por otro lado, también me satisfacía, porque por ahora no quería firmar ningún acuerdo con su país, y si él no había estado presente en este momento no se llegaría a ninguna conclusión con algún pacto entre Yomal y Angkor.

El día había sido muy largo, almorcé muy rápido junto con Kader, luego volví al salón y estuve toda la tarde con los comisionados de los países para dar conclusión a la jornada.

A pesar del trabajo, y de algunas bromas de mi hermano para levantarme el ánimo no dejaba de pensar en Saravi y su posible partida. Me desgarraba el corazón perderla de nuevo, solo el pensarlo se me hacía inconcebible, no podía volver a vivir todo este tiempo de la misma manera, y aún más sabiendo que ella estaba viva.

Pregunté casi todo el día por Fais, pero nadie me había dado razón alguna, en este momento justo donde la noche había caído sobre Angkor me estaba preocupando mucho su ausencia.

—Nadie sabe de él, majestad —Basim entró a la biblioteca mientras yo volvía a verter el líquido en el vaso.

—Estoy preocupándome mucho, ¿a dónde pudo haber ido? —pregunto para luego tomarme de golpe la bebida.

—El rey Omer cenó con… con Saravi y luego cada quien se fue a su habitación.

—No sé qué voy a hacer Basim… no puedo dejar ir a Saravi, tendré que decirle toda la verdad, pero no la puedo dejar ir —mi voz se entrecorta—. Yo prometí esperar, pero… ¿Cómo en estas circunstancias?

—¿Qué va a hacer con Alinna? —pregunta interesado.

—¡Mandarla a la mierda! Por su estupidez Saravi me está odiando en este momento. Esperaré un poco para cancelar ese jodido compromiso y la enviaré lejos de mí.

La ira que siento solo de recordar los hechos de Alinna me sobrepasan. Mi madre me pidió entenderla, me restregó que mucha culpa la tenía yo, que Alinna era la víctima en este momento, que ella estaba siendo prácticamente humillada con mis actos. Pero los hechos de la que fue una vez fue mi amiga, parecen no coincidir con sus palabras, ella no me ama, Alinna solo está obsesionada con el poder y el estar al lado de un hombre que lo tiene.

«Básicamente todo parte de allí».

Nadie podía actuar de esa forma cuando dice amar a alguien.

—Estoy seguro que si no controla muy bien la situación pondrá a gran parte de los acaudalados del país en su contra, la familia de Alinna es muy poderosa en Angkor —dice Basim mientras yo asiento.

Lo que dice es todo cierto, debo ir con cuidado en todo lo que haga, y sobre todo protegiendo a Saravi.

—Hablaré con sus padres cuando lleguen de su viaje, ellos no pueden poner en un hilo su estabilidad por un capricho de Alinna.

—¿Qué cree que harán cuando se enteren de todo lo que ha pasado? Sin duda alguna ellos estarán de lado de su hija.

Suelto un bufido. Ahora no quiero pensar en eso, ahora lo que me provoca es ir de nuevo a esa habitación, tomar a Saravi y hacerla mía tantas veces hasta que olvide la idea de irse de mi lado.

Eso es lo que debería hacer.

Coloco el vaso en la mesa, me levanto y mando todo al traste.

—Iré a verla —le digo a Basim decidido.

Entonces nos disponemos a salir de la biblioteca y solo cruzando el umbral nos detenemos en seco cuando vemos a Bozkurt de pie frente a nosotros, junto a él un hombre que desconozco totalmente.

Observo rápidamente a Basim y él se pone alerta.

—No se preocupe —dice Bozkurt alzando su mano en dirección a Basim—. Él es mi general, yo le había ordenado llegar un día antes de mi partida.

Mi ceño se frunce.

—Usted sabe señor, que nadie debe permanecer en el palacio si no ha sido pedido al rey, es la ley de este lugar —informa Basim en tono amenazante.

—No lo sabía, sin embargo, lo retiraré en cuanto de órdenes a él para mi partida mañana. Otros guardas lo acompañan y se quedarán cerca del palacio —dice predispuesto—. Pero eso no es lo importante. Quería venir personalmente antes de que fuera a la habitación de Nahid.

La ironía de sus palabras acrecienta mi rabia, y la verdad no me esperaba esto.

—Tenga cuidado con sus palabras, señor —vuelve a decir Basim en mi defensa.

«¿Sería acertado molerlo a golpes ahora mismo?»

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