Matrimonio Forzado romance Capítulo 74

Kalil.

Mi cuerpo se estremeció al instante, el frío se impregnó en mis huesos mientras trataba de sostener esa mirada que me gritaba que está sufriendo con cada palabra.

He vivido las emociones más fuertes de mi vida en estos instantes. Maniobré con un deseo que me sobrepasaba el alma, cuando Saravi decidió que necesitábamos estar a solas, había actuado como un ciego consumiéndome en ella, descargando todo lo que me ahogaba día tras días, y fui libre con ella entre mis brazos. Pero escuchar lo que salió de los labios de Saravi, simplemente me rompió.

Necesitaba preguntar de nuevo, quizás había escuchado mal, eso debía ser, necesitaba que esto no fuera verdad.

—¿Qué?… no, ¿estabas embarazada? —mi voz sonó inestable, ella bajó la mirada mientras sus labios temblaban asintiendo.

—No tienes idea de lo que pensé de ti…

Me despego de sus brazos solo para respirar un poco, ahora mismo el aire me falta.

Saber que Saravi estaba embarazada, que mi bebé estaba en su vientre y que ella aun en esa condición había pasado todo lo que pasó, me hicieron sentir un profundo dolor en el pecho. El peso de la culpa cayó nuevamente sobre mis hombros, quería morir, quería morir lentamente por todo lo que ella había pasado, y mientras yo dormía aquí en una cama, inconsciente, ella estuvo al borde de la muerte, y lo peor, mi hijo había pagado las consecuencias.

¿Había resentimiento en ella? No era para menos, debió odiarme incluso aun sin recordarme, debió pensar que el padre de ese bebé era un maldito cobarde.

Yo merecía eso.

Una mano cálida tocó mi hombro haciéndome volver a la realidad, las mejillas de Saravi estaban pálidas, el color que la caracterizaba había desaparecido.

—Estoy… siento que puedo andar todo el día —me dijo—. Pero siento un cansancio en la mente impresionante. A cada nada los recuerdos vienen hacia mí, es como si estuviera viendo mi propia película.

—¿Cómo supiste que estabas embarazada? —pregunté, incluso obviando la información que me acababa de dar.

—Cuando desperté en Yomal, sentí un fuerte dolor en el vientre —hizo silencio por unos minutos como tratando de recordar aquel día—. El médico estaba explicando mi situación cuando las sabanas se fueron manchando de mi sangre. El hombre me dijo que estaba embarazada, pero que mi condición era muy delicada, y por la sangre correr por las sabanas, era evidente que había perdido al bebé.

Apreté mi mandíbula fuertemente para que mi rostro no se reprima. No quiero ser débil frente a Saravi, no quiero que ella vuelva a decaer ante su propio dolor. Este debería ser nuestro mejor día.

En unos pasos nuevamente llego a ella envolviéndola, colocándola sobre mi pecho mientras ella rodea el mío con sus manos.

Las lágrimas se me escurren en silencio mientras ella solloza de forma delicada sobre mi pecho. Beso su cabeza suavemente, y limpio mi rostro.

—Perdóname —le digo con mucha dificultad. La garganta me duele tanto que me es imposible sostener una palabra más—. Yo, yo no pude hacer nada… estuve inconsciente por dos semanas, y cuando desperté nadie sabía de ti…

Ella se despegó de mis brazos para mirarme a la cara.

—No lo sabía…

—No tenías cómo saberlo, hasta ahora estás recordando quién eres.

—¿Qué fue lo que pasó? —me preguntó una vez limpió su rostro y me condujo a un mueble cerca.

—Amor, quisiera saber primero que pasó contigo… —le dije un poco preocupado, dudaba de muchas cosas que sencillamente no tenían sentido, desconfiaba mucho del relato de Bozkurt y quería que Saravi estuviera a salvo de él, y de quien sea que pusiera los ojos en ella.

—Lo haremos una vez que nos reunamos con todos, solo no quería hablar mucho sobre este tema, de nuestro bebé.

Me tensioné nuevamente, mientras asentí entristecido.

—Cuando llegamos al palacio, la situación estaba tal como tú nos dijiste, todo el ejército sublevado estaba a las afueras del palacio. Y no contaban con que nosotros llegaríamos para encerarlos, en definitiva.

—¿Qué pasó con Mishaal? —su pregunta hirió mi corazón. No debía sentirme así, Saravi era mi esposa, había puesto su vida en peligro por nuestra nación y me había dejado claro que su amor por mí era genuino.

Sin embargo, la incomodidad me invadió.

Negué varias veces.

—Sus acompañantes aún están encerrados, esperando su pena, una pena larga por traición, pero no les concedí la muerte porque ellos se rindieron en el último momento.

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