Matrimonio Forzado romance Capítulo 78

Saravi.

—Había muchas cartas. Así que tomé la caja, la puse en su lugar y me llevé todas las cartas. Me instalé en mi oficina y las ordené por fechas.

Di una mirada larga a Nadia, y ella solo negaba varias veces. Sabía que una de las cosas que diría mi padre, sería sobre el engaño de mi madre con Umar. Sin embargo, la forma en como mi padre estaba contando el relato me asustaba más.

—Tienen años en eso Saravi, años de engaño, de traición… —dice mi padre afligido—. Jemina siempre me hizo creer que la corona tenía un pensamiento agradable para con nosotros. Así que tomé las invitaciones al palacio como una bendición. Pero no era de esa forma.

Mi cabeza se agacha lentamente mientras niego varias veces, quiero detener el relato que está matando a mi padre, pero él parece decido llegar hasta el final con esto. «Creo que lo necesita».

—Ahora entiendo cuando venía aquí y Jemina desaparecía. Ahora entiendo muchas cosas. Pero quise matarla en cuando vi que ella gestó un plan en su cabeza, y el idiota de Umar solo pensó con el deseo.

—¿Por qué lo dices padre? —me atrevo a preguntar.

—Saravi… Alinna y el Rey estaban destinados a casarse desde un principio. Sus familias eran muy unidas, incluso si no fuera por Jemina, tú nunca hubieses estado aquí.

Mi ceño se frunce.

—Mi madre manipuló a Umar para cambiar los planes… —digo completando la frase, porque de cierta forma ya lo sabía.

—De nada valdría si el rey Kalil no hubiese aceptado. Entonces ella iba contigo al palacio exactamente cuándo Umar le daba la información de dónde se encontraría el príncipe en ese entonces. Planearon cada encuentro, aunque tú no te dieras cuenta. Hicieron que Kalil te observara desde lejos, y su padre le comenzó a meter la idea en la cabeza. Es muy claro que iba a aceptar, tú eres muy hermosa, y Jemina constantemente te pavoneaba en los lugares donde él pudiera verte.

—Entonces yo era la que entraba a entrometerme en todo —dije casi para mí misma.

—Cuando leí esto y pensé que estabas muerta, solo quise matarla.

—Papá…

—Entonces llegó el vizconde Fais, informando que debía presentarme al palacio con urgencia.

Me levanto de un tiro mientras camino sin rumbo en la habitación. Aun y con todo el tiempo no podía entender a mi madre. Ahora no sabía cómo darle la cara a papá para decirle que lo sabía, estoy segura que esa información lo decepcionará muchísimo.

Nadia se levanta, recoge la mesa, y nos pide permiso para retirarse un momento dejándonos solos.

—Yo sabía algunas cosas… —digo casi en susurro posicionándome frente a él.

Mi padre frunce el ceño sin entender de qué estoy hablando.

—¿Respecto a qué?…

Paso un trago difícil.

—El día en que todo pasó, el momento en que fuimos llamados para presentarnos ante el rey ¿recuerdas? —Él asiente muy despacio—. Te estaba buscando, estaba desesperada y quería contar la verdad, entonces en esa búsqueda encontré a mi madre con Umar…

Un largo silencio se instala en la habitación.

—No… no me dio tiempo de decirte nada, muchas cosas estaban encima de mí. Pero mi madre no tenía ni un ápice de culpa por haberla descubierto, y yo no quería lastimarte papá… tú ya tenías suficiente… ya teníamos suficiente.

Los labios de mi padre temblaron mientras trató de sostener las lágrimas que se acumularon en sus ojos, agachó su cabeza mientras se dejó vencer. Su cuerpo creó espasmos y yo corroí inmediatamente a su lugar.

—Perdóname… ¡Por favor! Perdóname, lo que menos he querido es dañarte, yo no pude decirte, no lo pude hacer…

Mis brazos lo rodearon, pero él, él no me devolvió el gesto, después de que dije todas estas palabras literalmente sentí que una carga pesada se había ido de mi cuerpo.

—No eres tú la culpable de nada, hija —me dice con dificultad—. Yo no pude protegerte de tu misma madre, yo me hice el ciego ante muchas cosas que ella hizo. Tú eres quien debe perdonarme, porque yo te fallé como padre Saravi.

—No papá…

Los sollozos se intensificaron entre ambos por un largo rato, quedamos abrazados en el suelo hasta que nuestros cuerpos se despegaron el uno del otro. Limpié su rostro mientras él hacía lo mismo conmigo. Sentía un terrible dolor al verlo decaído.

—No quiero más a Jemina en mi casa —dijo por fin una vez se repuso—. No quiero volver a ver a esa mujer. Sé que ella es tu madre y tú puedes escoger lo que desees, pero por mi parte ella no obtendrá nada de mí desde ahora.

Asentí entendiendo su punto.

Sin embargo, yo no podría rechazarla si ella me pidiera ayuda, estaba segura que estaría aquí en un par de días en cuando se viera sola, yo había sido su plan de escape desde el inicio, mi vida había sido para ella una salida a todos sus problemas, una negociación para su propio beneficio. Ella me veía así.

Sentí un vacío en mi pecho, pero agradecía de cierta forma. Tenía el amor genuino de mi padre y al menos por esta parte no tendría más preocupación.

Por otro lado, la información que me había dado papá me hacía entender el profundo odio que debía sentir Alinna por mí, su familia debió quedar devastada al saber que su casamiento con el rey había sido desplazado por otro plan más maquiavélico. En cierta parte sentía comprensión después de todo, la mente malvada lamentablemente era la de mi propia madre.

Tomé la mano de papá mientras asomé una sonrisa.

—Te puedes quedar aquí si quieres… conmigo.

—No —respondió de inmediato—. Jamás compartiría techo con un hombre que me faltó el respeto por tanto tiempo.

—¿Hablarás con él? —pregunté.

—Lo haré.

Cierto miedo se instaló en mi cuerpo al saber la respuesta, pero nada podía hacer para frenar la decisión de mi padre. Estaba en todo su derecho.

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