Kalil.
Si pudiera describir este día, decir perfecto, me haría quedar corto. Había descubierto la mejor etapa de Saravi a pesar de que su mal genio la destacaba, su carisma era sensacional, aunque ella no se conocía completamente, podía irradiar una sensualidad que te hacía parecer un tonto mientras la mirabas. La escuché por mucho tiempo mientras la veía llevar comida a su boca. Describir su infancia la emocionaba, la sonrojaba y en muchos momentos hacía que perdiera la cordura.
Ella estaba feliz.
Y yo estaba viéndolo.
Después de una comida exquisita, nos estábamos preparando para volver, y respiraba lentamente para que de cierta forma eso no desvaneciera todo lo que se recuperó en este tiempo. Caminamos en silencio por los pasillos mientras pensé por un momento en el palacio. Quería con todas mis fuerzas que al llegar ya no estuviera ese bastardo, y que por una vez en su vida nos dejara en paz.
El carruaje estaba esperándonos para cuando salimos. Y Basim estaba de pie junto a él sin demostrar nada en su rostro.
Una vez estuvimos dentro del carruaje, tomé las manos de Saravi junto a las mías mientras ella me sonrió sincera. Desvié mi mirada hacia Basim mientras ella divisaba el viaje en silencio, y este me hizo fruncir el ceño por la forma en que me observaba.
Algo me incomodó en su gesto, sin embargo, parecía que no era algo que se debía hablar en presencia de ella. Y aunque estaba más que ansioso por lo que debía informarme el general. Esperé.
Luego de unos minutos llegamos al palacio. Ya había pasado la hora del almuerzo, así que todos debían estarían tomando el té, o simplemente reunidos por grupos.
—¡Bienvenidos! —dijo un lacayo mientras hacia una reverencia.
—Gracias —esta vez, fue la voz de Saravi—. ¿Sabe dónde se encuentra mi padre y mi dama?
—Sí, señorita —respondió el lacayo y mi sonrisa se borró, él no se dirigía a ella con el respeto que se merecía, pero eso no le importó a Saravi, su cabeza solo asintió—. Ellos se encuentran en el jardín.
—De acuerdo, muchas gracias —luego giró hacia mí—. ¿Puedo pedirte algo?
Sonreí en su dirección mientras coloqué mis dedos en su mejilla.
—Lo que ordene, su alteza —lo pronuncié alto para que al lacayo le quedará claro, y él se avergonzó.
—No quiero que Nadia sirva a nadie aquí, en ocasiones ni siquiera a mí. Quiero que ella sea más mi compañía, si ella lo desea.
Su petición arrugó mi corazón.
—Me parece bien… Haz como creas conveniente.
Ella asintió, me dio un beso en la mejilla y cuando iba a irse la voz de Basim la detuvo.
—El rey Omer me pidió darle esto personalmente.
Mi cuerpo se tensó de inmediato cuando Basim saca un pedazo de papel y se lo entrega a Saravi. Quiero tratar de mantener la calma, pero es muy difícil. Aprieto mi mandíbula con todas mis fuerzas y ella se gira un poco nerviosa.
—Omer…
—Se fue esta mañana —respondió Basim mirándome fijo.
—Lo leeremos después ¿de acuerdo? —dijo ella girando hacia mí, esperando mi respuesta y yo asentí lentamente.
Ella no sabía si irse o preguntar, quería saber si ese acto me había molestado, pero decidió irse, en definitiva.
Cuando ya no logré divisar un ápice de ella, giré bruscamente hacia el general.
—¡¿Por qué hiciste eso?! —Expulsé con ira acorralándolo lo más que pude—. ¿Por qué no consultaste conmigo antes de joder todo?
Basim trató de mantener la calma, pero era imposible que fuera tan estúpido.
—Hay otra para usted, y creo que esa si no la compartirá con Saravi.
—¿Qué?
—Omer Bozkurt también dejó una hoja para usted…
Fruncí mi ceño y asomé mi mano para recibir el papel.
No había muchas líneas, pero las pocas que leí, me hicieron estremecer por completo
“Hay quienes disfrutan humillar a quienes tienen menos, algunas veces creen asegurar su victoria con su arrogancia, sin embargo, la unión de muchas fuerzas, derriban imperios que parecen indestructibles”
La hoja se escurrió por mis manos, un pensamiento muy oscuro atravesó mi mente temiendo lo peor de este hombre. Por donde se vieran estas palabras, su significado era amenaza, entonces levanté mis ojos hacia el general y pregunté:
—¿La leyó?
—Así es. Y me parece que es muy delicado lo que dijo, prácticamente lo…
—Me amenazó, amenazó mi nación —dije casi como un susurro.
—Si así es.
—¿Qué dijo al irse? —pregunté agitado.
—Solo me dijo que entregará las hojas, y sonrió como el bastardo que es, y como usted sabe que lo hace.
—¡Maldita sea! ¿Hasta cuándo? —me pregunté a mí mismo.
—Debemos estar alertas, incluso reunirnos y comenzar a tomar previsiones. ¿Usted le responderá? —Preguntó Basim mientras comenzamos a caminar.
—No. No tengo nada que decirle. Ahora, esperaré a que Saravi me muestre su bendita nota.
—¿Le dirá sobre esto?
—No lo haré, no quiero que se sienta culpable, ni tampoco se le meta en la cabeza que debe ir a hacerle cambiar de opinión. De todos los modos ella no sabrá nada de esto.
Basim resopló fastidiado.
—Basim —me detuve—. Convoque para mañana una reunión, solo altos mandos militares, Fais, Kader y llame algunos vizcondes importantes, diga que la reunión será en la tarde, también daré la cara, pediré disculpas públicamente y cancelaré este supuesto compromiso con Alinna.
—Sus padres llegarán hoy por la noche, esto se volverá una locura de nuevo.
Acuesto mi cabeza hacia atrás mirando el cielo mientras tomo un suspiro.
—Trataré de lidiar con ellos, pero ella ni sus padres pueden seguir en el palacio, no con Saravi aquí.
—De acuerdo.
—Necesito hablar con mi padre, ¿dónde está él?
—Creo que lo vi junto el padre de Saravi, sus rostros no eran muy alegres, así que decidí no interrumpir.
—¡Por Dios santo! —bufé—. Bien Basim, por favor mantenme al tanto. Cualquier cosa estaré con mi padre.
Caminé rápidamente con muchos pensamientos irrumpiendo nuevamente mi tranquilidad, podía estar llevando todo al extremo, pero sabía que ese hombre no era de fiar. No me quedaría de brazos cruzados esperando una acción de su parte, esta vez había aprendido un poco más y quería tomar la delantera.
Necesitaba hablar con mi padre con urgencia, aunque no quería usar sus relaciones, este era un punto muy delicado donde no podía dejar a mi nación desprotegida a cualquier ataque.
Tenía claro que, Yomal no era ni la mitad de Angkor, por sí solos jamás podían atacarnos de ninguna forma posible, pero esas últimas líneas solo me dejaban claro que haría treguas con otras personas.
«Y el muy idiota me lo había dejado claro».
Por otro lado, rodaban muchas preguntas dentro de mí. Él no tenía como colocar a ningún país en nuestra contra. Eso jamás pasaría.
Janí comenzó a examinarlo mientras me hice a un lado para facilitar las cosas. Luego me observó nervioso y trató de ocultar su mirada.
—Majestad debemos llevarlo a la habitación.
Sin esperar, junto a un lacayo comencé a trasladar a mi padre a su habitación para que lo ayudaran a ponerse más cómodo. Estaba muy nervioso por su estado, su rostro no parecía normal, respiraba de una manera muy difícil, y su color ya no era el mismo. Algo le estaba pasando a mi padre y definitivamente eso me estaba agobiando.
Después que lo pusimos en su cama, el médico le dio algunos remedios que mi padre tomó sin dar larga al asunto, Janí revisaba cada rato sus pulsaciones y de forma insistente creaba círculos en su pecho.
En cuestión de unos minutos Hanna y mi madre llegaron a la habitación posicionando sus ojos en mí.
Janí se levantó mientras Hanna fue a su cama a tomarle la mano. Sin embargo, mi madre, aunque estaba preocupada, se mantuvo a distancia.
—Señor, ¿podemos hablar un momento? —me dijo Janí bajo y la presión aumentó en mi pecho.
Salí rápidamente con él al pasillo y no titubeó en expresarse de inmediato.
—Creo que lo aqueja es alguna falla en su corazón. Tomé sus pulsaciones, su ritmo es acelerado para estar en reposo. Se queja por el dolor en su pecho, y se siente fatigado.
—¿Cree que es necesario que lo llevemos a algún hospital que lo atienda mejor? —pregunté ansioso.
—Sería lo mejor, sin embargo…
—¿Qué pasa?
—No es nada majestad, solo que hay ataques del corazón que son instantáneos y hay otros que pueden durar un tiempo más con la fatiga. Quizás su padre esté presentando el segundo —dijo desviando sus ojos hacia la habitación.
—Entonces no hablemos más, debemos llevarlo.
Entré rápido mientras me dirigí a la cama de mi padre.
—Padre… creo que es necesario que te llevemos al hospital de Angkor, aquí en el norte tenemos uno de los mejores, debemos…
—No. No iré a ninguna parte, descansaré y se me pasará. Es más, ahora mismo después de la medicación de Janí me siento mejor —respondió obstinado.
—¡Esto no es un juego Umar! —me atreví a decirle mientras Hanna abría los ojos de par en par.
—Me quedaré aquí y nadie me obligará a abandonar el palacio.
Refuté varias veces antes de decir cualquier cosa, pero Hanna se adelantó.
—Padre, por favor.
—¡No! —dijo mientras arrugaba un poco su rostro. Mi madre entonces, llegó a la cama y le tomó el brazo.
—No tienes que alterarte, si no quieres ir, no iremos. Solo tú sabes si esto es un dolor leve que puedas soportar.
Mi padre alzó sus ojos hacia ella muy arrepentido mientras asintió. Janí me miró con preocupación mientras preparó otro medicamento para él.
No sé qué grado de dolor tenía mi padre, pero estaba sobrellevando las cosas bien. Se recostó en la cama y Zura comenzó a acariciarle la cabeza. Estaba a punto de retirarme, pero su voz cansada finalmente me dijo algo que en esta situación había olvidado completamente.
—Fais sabe dónde guardo aquellos papeles, puedes enviar las cartas a esas direcciones. Y mándales saludos de mi parte, todos me deben favores.
Asentí enviándole una sonrisa y salí completamente de la habitación con la preocupación latente en mi pecho. Umar nunca había expresado sus sentimientos a sus hijos, lo más cariñoso que había sido, es cuando abrazó a Hanna en una época y eso había sido un paso que había dejado boca abierta a todos.
Pero no por ello dejaba de respetarlo y amarlo, él había sido muy injusto en el pasado con mucha gente, pero después de todo era mi padre. Así que sí, rezaría fervientemente por su recuperación…
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