Matrimonio Forzado romance Capítulo 83

Saravi.

Me entristecía ver ese rostro preocupado que tenía Kalil, ahora que Umar se encontraba realmente enfermo. No sabía cuál era su condición, pero mañana por la mañana iría a preguntarle a Janí en que posición se encontraba su enfermedad. Jamás había congeniado con él, su forma de actuar siempre fue déspota y siempre me mantuve a raya.

Sin embargo, él era el padre de mi esposo, y todo lo que a Kalil le doliera a mí también me afectaba, así que realmente pediría al cielo porque el hombre se pusiera estable y fuera de peligro.

Llegué a mi habitación, y Nadia estaba doblando algunos vestidos, que por petición de Kalil fueron trasladados aquí. Este era mi momento para hablar con Nadia, y esperaba que ella pudiera entender mis razones.

—Hola —dije sentándome en la cama y observándola ir y venir.

—Saravi —ella volteó con una sonrisa en los labios—. ¿Cómo se siente?

Respiré un poco mientras la calma dominaba mi cuerpo.

—Mucho mejor Nadia, muy feliz de estar aquí, de recordar, de que todo volviera a la normalidad y por supuesto de tenerte conmigo.

Ella caminó hacia la cama y se sentó en el borde.

—Y yo por usted… nada me hizo más feliz que descubrir que estaba con vida.

Tomé inmediatamente sus manos y las llevé a mis piernas.

—Nadia, hay algo que quiero proponerte… me encantaría que aceptaras, sin embargo, eres libre de decidir.

Ella frunció el ceño y pregunto: — ¿De qué se trata?

—De ahora en adelante eres libre de hacer lo que quieras, con esto quiero decirte que no tendrás que servirle a nadie, ni siquiera a mí.

Sus ojos se abrieron como platos mientras su respiración se aceleró.

—¿Qué haré entonces? ¿A dónde iré?

Estaba asustada y no era para menos, Nadia había crecido en mi casa, su nana se había ido y la había dejado junto con nuestra familia, mi madre le había asignado tareas desde muy pequeña y ella había crecido pensado que era lo único que tenía que hacer en su vida. Su madre murió cuando la dio a luz y desconocíamos la existencia de su padre, así que su abuela quien servía en nuestra casa la crio cuando era un bebé, para luego irse y dejar a Nadia a merced de mi madre.

—No tendrás que ir a ninguna parte si no quieres, podrás acompañarme aquí en el palacio…

—¿Y qué es lo que haré? —volvió a preguntar muy confundida.

—Escucha —le pedí para que pudiera entender—. Podrás quedarte aquí conmigo, sin tener que servirme, algo así como alguien quien acompaña a la reina en sus salidas, paseos, incluso cuando vaya al centro de Angkor…

Sus ojos se cristalizaron y su rostro hizo una mueca.

—¿No está contenta en como hago sus cosas?… —dijo para luego dejar derramar sus lágrimas en su rostro.

—¡No es eso…! Nadia escucha, esto no se trata de mí, esto se trata de ti. Yo… yo te quiero tanto, eres como una hermana para mí y quiero que nadie te trate de otra manera, quiero tenerte a mi lado como amiga, quiero contar contigo, y no deberás hacer más nada por mí. No tendrás que planchar mi ropa, arreglar mi cama ni nada que requiera un trabajo. Pero si quiero tu compañía y a menos que no quieras irte yo te apoyaré en todo lo que quieras hacer de ahora en adelante.

Nadia rompió a llorar ante mis palabras. No sabía si seguía confundida, tampoco si entendió mi propósito. Sin embargo, recibí su abrazo, tratando de entender el porqué de su llanto. Nada de esto estaba siendo fácil para ella.

Luego de unos minutos ella se separó de mí mientras seca su rostro.

—Gracias, gracias por todo lo que hace por mí. Hubiese estado perdida sin usted Saravi…

—No, yo lo hubiese estado —le doy una sonrisa mientras uno mi mano a su rostro.

—Ya no lleva su cadena de oro… —dijo tocando mi cuello.

¿Qué?

Mi rostro confuso hizo que ella se adelantara.

—Su collar, siempre llevaba esa cadena fina, ¿la recuerda? Debió haberla perdido.

Me levanté rápidamente de la cama mientras negaba. No, no era así, llevaba esa cadena junto con el anillo de matrimonio cuando me fui del palacio, incluso cuando Kalil estuvo secuestrado, incluso cuando estaba huyendo de esos hombres en el bosque. Recuerdo aun cuando caminé por el bosque oscuro y uní mis dedos nerviosa rozando el anillo. Lo recuerdo muy bien…

«Entonces… ¿Por qué no la tenía?»

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Matrimonio Forzado