Matrimonio Forzado romance Capítulo 85

Kalil.

Los labios de Saravi temblaron, pero ella se colocó firme sin titubear y me observó muy seria.

—Debo ir…

Una ira devastadora se apodera de mi cuerpo. Esto no es posible ¿acaso se ha vuelto loca? ¿Ella está entendiendo lo que me pide? Esto no puede ser real.

Aunque no lo planeé, una sonrisa cargada de cinismo sale de mí mientras paso las manos por el rostro tratando de tragarme esta situación.

—No sé en qué estás pensando Saravi, pero…

—Déjame explicarte primero, no tomes decisiones sin escuchar —dijo tratando de tomar mi brazo, pero yo no dejé que se acercara.

—¿Qué hay que explicar? ¡No hay nada que explicar! Esto es… ¡Esto es inaudito! ¿Acaso deseas regresar? —pregunté yendo hasta su rostro para no darle tiempo de titubear.

—Recordé que tenía mi cadena puesta antes de golpearme la cabeza —dijo en total calma mientras sus ojos se cristalizaban—. Junto a esa cadena estaba el anillo de nuestra boda.

Hurgó en su vestido y luego sacó una bolsilla de cuero.

—Aquí se encuentra el anillo que Omer me dio para el compromiso… le entregaré esto, y él me explicará, por qué ocultó mi pertenencia.

—¡Porque es un bastardo Saravi!, sus intenciones nunca fueron buenas —dije mientras la ira se iba aplacando un poco.

Me había enojado al escuchar su relato, sabía que algo no cuadraba aquí desde un principio, ese tipo tuvo malas intenciones desde un inicio, pero me alegraba que ella estuviera abriendo los ojos a la realidad. A su verdadera cara de traidor.

—Perdí un año de mi vida —dijo mientras su rostro menguaba—. Yo no puedo creer que pude pasar ese mal rato, si él no lo hubiese querido.

—Ahora estás aquí… ahora estás conmigo ¿eso no es suficiente para ti? —le digo tomando su mano.

—Es más que suficiente, tú lo sabes muy bien. Pero no quiero que queden cabos sueltos, no quiero volver a cometer los mismos errores. Este anillo… —dice asomando la bolsilla—. No me pertenece. Y quiero mi anillo de bodas de vuelta, quiero que Omer me escuche por última vez en su vida.

—Podemos mandarlo a buscar tú, amor, tú puedes enviar esto… no tienes que ir —insisto.

—No voy a ir sola —dijo mientras juntó sus manos en mi rostro—. Puedo llevar a mi padre y a Nadia conmigo, puedes enviar a gente de confianza tuya, iré y volveré el mismo día.

—Es un viaje de casi doce horas….

—No importa, no me quedaré, volveré enseguida —dijo con convicción y muy decidida.

El acompañamiento de su padre y de la muchacha me tranquilizaba un poco, aun junto a generales que pondría a su disposición con órdenes muy claras para ellos. No quería parecer dominante no dejando que se fuera. No quería imponerle cosas, ella había confiado en mí en el asunto de Alinna, ni siquiera había querido escuchar nada de lo que hablé con ella. Saravi confiaba en mí.

Ahora ella me estaba pidiendo hacerlo con ella, y no desconfiaba, juraba que no lo hacía. Pero ese mal nacido estaba tramando lo peor en contra de nosotros, y ella no lo sabía. No quería asustarla ni hacerla sentir culpable, ahora Bozkurt tenía un punto muy negativo para con Saravi. Y si no fuese por mi padre ahora mismo, estuviese partiendo a su lado para acompañarla.

—Hubiese querido acompañarte…

—Sabes que no debes, tu padre…

—Lo sé —corté—. Sé que se pondrá bien, solo tengo algo de miedo.

Ella se acercó lentamente y me rodeó con sus brazos.

—Estaré aquí para ti en menos de lo que piensas, si me voy ahora mismo. Estaré entrando a Yomal por la noche, espero ser clara y rápida, y allí mismo volveré.

—¿No crees que es inseguro viajar de madrugada? —le pregunté mientras muchas conjeturas vinieron a mi cabeza.

—No cuando vaya bien acompañada por guardas necesarios. No pasará nada. Lo prometo.

Debía pronunciar mi palabra final, sin embargo, me costaba mucho hacerlo. Titubeé un poco y luego la miré a los ojos, quería decirle lo de la amenaza de ese hombre, pero lo haría en cuanto regresara. Este tiempo me daría la oportunidad de planear muy bien la seguridad de Angkor, mi reunión de esta tarde con los generales sería un poco menos tensa si ella no estaba, y su presencia en Yomal también le dejaría claro a Bozkurt que era en vano su pelea.

—Está bien —dije con mucha reticencia—. Daré la orden de tu partida, al menos veinte hombres te acompañarán. Prepárate y en unos minutos partirás.

Saravi me dio una sonrisa complacida mientras acercó sus labios hacia mí

—Gracias…

***

Su mano me hizo un ademán mientras su padre la ayudaba a montar en el carruaje, mi ceño estaba fruncido al igual que mi cuerpo tensionado. No era para mi grata esta situación, aunque era por un día, no quería a Saravi lejos de mí. Los guardas hicieron una señal con la mano en su cabeza y se montaron en los caballos.

Un nudo se formó en mi garganta. Todos comenzaron a andar y mientras se alejaban mi latido aumentó. Reprimí los ojos varias veces mientras me di vuelta. La sensación por arrepentirme ahora mismo y cancelar todo esto, estaba latente. Así que caminé lo más apresurado que pude.

Sin embargo, todo el caos que había dentro de mí se desvaneció cuando vi que Hanna corría hacia mí con el rostro pálido.

—Es papá…

Sus palabras eran entrecortadas. Y las lágrimas no dejaban de caer de manera cruel por su rostro. Hace una hora me habían dicho que estaba tomando un poco de caldo y me alegré por eso. No obstante, parecía que mi alegría no era más que un invento creado por mí mismo para asegurarme que él estaba bien.

—Qué… ¿Qué ha pasado? —logré preguntar con un pánico como el que nunca había sentido.

—Debes venir, él está muy fatigado y quiere verte.

Literalmente corrí con Hanna, vi que en algún momento se quedó atrás, pero no me di el lujo de esperarla. La garganta me quemaba por la agitación del aire. Tenía la boca seca y cuando llegué, mi madre estaba junto a mi padre a un lado de la cama, desconsolada junto con Kader quien me miró con angustia.

—Janí —dije buscando una respuesta.

Él solo negó y yo no supe más que hacer.

Me arrodillé cerca de mi padre quien respiraba con dificultad mientras comprimía sus ojos. No podía con el dolor en mi garganta, ni con las miradas que buscaban una solución en mí, pero yo no tenía una respuesta para darles, ni siquiera tenía una para mí mismo. Tomé la mano de mi padre y entrelacé sus dedos con los míos.

Sus ojos se abrieron dándose cuenta que estaba junto él y su ceño desapareció.

—Kalil… hijo, perdóname…

Algo indescriptible salió de mi garganta mientras el pecho se me hundió de forma cruel, no pude ser fuerte ni aguantar los bufidos que salieron de mi boca. No pude soportarlo, ni retenerlo por más tiempo.

—Por favor, papá… —le dije por primera vez—. No nos dejes… no lo hagas.

Solo el silencio impregnó mis oídos por largo tiempo mientras metí mi cabeza en su pecho tratando de abrazarlo lo más que podía.

Entonces los sollozos desgarradores de Hanna, mi hermano Kader y mi madre solo me anunciaron que este era el fin de todo.

Alcé mi rostro y vi directamente el rostro pálido de mi padre sin ninguna expresión, él ya no podía escucharme, mirarme o tener algún gesto para mí. Y tampoco podía recibir uno de mi parte. Él ya no tenía aliento dentro de su cuerpo. Mi padre había muerto en mis brazos.

Ninguno pudo controlar el llanto, ahora mismo era lo único que podíamos hacer. Llorar.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Matrimonio Forzado