Matrimonio Forzado romance Capítulo 88

Saravi.

—Señor…

Me despegué de Kalil, pero tomé su mano.

—General.

—Las personas que fueron llamadas para la reunión de ayer, fueron instaladas en una casona cerca mientras pasa la ceremonia. Quería preguntarle, ¿quiere cancelar la reunión?

—No… en cuanto se haga la ceremonia a mi padre, me reuniré con todos.

Mi ceño se frunció.

—¿Es tan importante? —le pregunté mientras él fijaba los ojos en Basim.

—Saravi, hay cosas que debemos hablar, así que por favor dame tiempo y te explicaré la razón de esta reunión ¿de acuerdo?

Asentí.

—Deberías descansar… —dijo continuando y separándose de mi lado para colocarse al lado de Basim—. Yo debo encargarme de muchas cosas ahora, y antes de que digas nada, tienes un día entero sin dormir.

No me estaba gustando el tono, ni la incertidumbre que estaba sintiendo. No solo la muerte de Umar era extraña en el palacio. Pareciera que algo más estaba pasando y Kalil estaba tratando de ocultarlo.

Sin embargo, las fuerzas y energía que tenía en este momento eran escasas, me dolía la cabeza y estaba a punto de caer del cansancio. Asentí hacia él muy extrañada, y sin decir una sola palabra comencé a retirarme del lugar.

Quizás solo era este tiempo sin dormir que estaba haciéndome imaginar cosas. Así que en cuanto llegué a la habitación, no dudé un solo segundo por cerrar mis ojos.

Había mucha gente alrededor del cementerio. Aun cuando estaba lloviendo, la gente del pueblo que había llegado hasta aquí, no se iba, ni dejaban de estar pegados a la reja para poder alcanzar a ver la ceremonia.

Mucha gente llegó de otros lugares de Angkor, había una fila muy larga frente a nosotros quienes esperaban por dar el pésame al Rey.

La lluvia no era muy fuerte, esta apenas eran gotas que hacían parecer más triste el día y más inquietante el momento.

El rostro de Hanna y Zura realmente se veían demacrados, pero el de Kader podía asegurar, estaba devastado hasta la médula. Reprimí los labios y bajé la mirada a una nueva persona que le daba la mano al rey dándole todas las condolencias posibles. Pero no fue sino hasta escuchar esa voz que tanto conocía que me hizo levantar el rostro.

—Sabes que puedes contar conmigo, ¿no es así?

La voz de Alinna muy cerca de Kalil me puso los nervios de punta, confiaba en él, además este no era el lugar preciso para ninguna de mis niñerías, entonces me tragué la impresión y solo hice como si nunca la hubiese escuchado.

Los padres de Alinna procedieron hacer una reverencia y luego de esto, ellos se retiraron. Había una cosa que me daba alegría ante todo y era, que desde hoy esa mujer ya no estaría en el palacio…

El tiempo pasó muy rápido, la ceremonia aparte de triste fue agotadora, así que la noche llegó y solo el sin sabor estaba por el aire. Hanna no quería hablar mucho y Zura decidió meterse en su habitación. Entonces me acerqué a Kalil lo suficiente y el rodeó mi cintura con sus brazos. No dijo nada, y yo tampoco tenía mucho por decirle. A veces las palabras sobraban en un momento como este, así que en silencio me senté a su lado y comencé a dar toques suaves en su cabeza.

Kalil poco a poco se ovilló en mis piernas, mientras vi como las lágrimas caían de sus ojos. Suspiré y solo esperé que este tiempo de duelo pudiera sanar su corazón, él parecía muy afligido, Kalil parecía atormentado como si la tristeza se lo estuviera consumiendo. Entonces recé al cielo porque su corazón pudiera sanar y porque él estuviera de vuelta.

***

Jamás en todos mis recuerdos, el palacio se encontraba en pleno apogeo como ahora, parecía que la celebración de esta noche hubiese opacado los recuerdos tristes que hace ya un mes se suscitaron en estos muros. No fueron días agradables, ni cómodos, sin embargo ¿Cómo podemos frenar a la muerte?, Son golpes que sin duda alguna dejan una cicatriz imborrable y que de cierta forma uno va aprendiendo a sobrellevar.

Eso es lo que vi en Kalil en todo este tiempo de transición, en algunos momentos dudaba, había algo que se apagó en él sencillamente cuando regresé, faltaba una parte muy importante de él en el día a día, pero decidí que ya era hora de pasar todas las páginas negras que se habían adueñado de nuestras vidas.

Luego de la muerte de Umar, Alinna había desaparecido, y Omer, bueno, no volví a saber nada más de él ni de su reino. Entonces quizás esa paz de lo que todos hablaban por fin había llegado y yo estaba más que contenta por eso.

A Nadia le estaba costando trabajo adecuarse a su nuevo rol y yo le tenía mucha paciencia. Mi padre había vuelto a la casona, sin dejar de visitarme de vez en cuando, pero con respecto a mi madre por más de que le pregunté a papá donde se alojaba, este no me dio razón alguna. Y eso me preocupaba.

No todo era malo, aquí estaba yo ultimando detalles del vestido que me pondría esta noche para la boda de Hanna y de Basim, así que este palacio respiraría un aire diferente. Porque luego de una semana de la muerte de Umar, ellos habían anunciado que, al mes del duelo, se casarían, así cayera fuego del mismo cielo.

«Y era justo con ellos».

Después de un rato, di unos toques a la puerta donde encontraría a Hanna, ella parecía estar muy nerviosa, y en cuanto me vio en su habitación su rostro cambió.

—¡Oh, Dios…!, menos mal estás aquí. Estoy… estoy…

—Relájate —le dije tomando sus manos—. Este debe ser el día más feliz de tu vida.

Ella relajó su rostro y sonrió

—Pensé que jamás llegaría este momento, hemos pasado por tantas cosas.

—Sí, pero ahora no es momento de pensar en ello ¿o sí?

Negó varias veces.

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