Lorenzo la siguió como si estaba loco, pero no era posible poder alcanzar el taxi.
Lorenzo ansiaba que se detuviera el coche y alcanzarlo para decir a Camila que nunca quería que se fuera.
«Lo que dije antes son mentiras. Créeme. No he hecho nada con Leila. Te juro.»
Camila ya marcó su vida sin que se diera cuenta Lorenzo y era la parte más indispensable de su vida. Siempre descubrió su sentimiento, pero en este momento se sentía gran dolor. Estaba destinado a ser dominado por el destino. Lorenzo no podía aliviarse del dolor ni irse de la oscuridad.
No había pensado que una mujer se le acercara, pero Camila lo hizo.
Ella le dio la amabilidad, la alegría y la feliz que nunca él había disfrutado.
En el pasado, Lorenzo pensó que quería proteger esta relación y por fin tendría su propia vida de familia feliz como gente común, incluso esperó su hijo futuro.
Pero en el fondo eran burbujas. No podían soportar el peso de las esperanza y al final se rompieron.
Se despertó de los sueños tan feliz sin signo.
A Lorenzo le venía mareo y sentía que todo el mundo estaba haciendo círculos. Escupió un bocado de sangre y se cayó de rodillas en el suelo respirando profundamente.
—Señor, ¿está bien?
—¡Qué susto! ¿Qué pasa?
—No retrasa. Llama a la ambulancia. Date prisa.
En el pecho de Lorenzo apareció sangre que enrojeció la camisa. Era impresionetes y alarmante.
Sin embargo, a Lorenzo no le importaba. Aunque el mareo era grave, lo aguantó con toda su fuerza y miró hacia el taxi. Camila se fue, ¿acaso no se encontraría en el futuro?
—Camila...
Con más y más sangre se derramaba, Lorenzo no podía mantenerse. Se desmayó en la sangre y dejó las lágrimas descender por su rostro.
***
En el cuatro de vip de hospital.
El olor de desinfectante se reinaba en el catro. Lorenzo se despertó por la pesadilla. Abrió los ojos de repente y respiró profundamente.
—Lorenzo, por fin te despiertas.
Lorenzo no quería que Camila lo descubriera por eso lo aguantó. Cuando se fue Camila, la siguió corriendo, por eso la herida se abrió y la sangre se derramó. No podía aguantarlo y se cayó en el suelo.
Pero no era importante. La huella de sangre en la cama era dejado por Lorenzo cuando se apuñaló.
Era imperdonable lo que había hecho Leila.
—Lorenzo, dime. ¿Qué pasa? ¿Por qué te apuñalaste? ¿Cómo lo dices todo a Camila?
Alina lloraba.
—Lo siento. Sé que no puedo escondértelo. Hemos firmado en el acuerdo de divorcio. Mañana cumpliremos los trámite.
Lorenzo miró a Alina con mirada triste.
—¿Qué dices? ¡Dime otra vez!
Alina miró hacia Lorenzo sorprendida.
—Alina. Camila pasa infeliz. No puedo implicarla. Si sigue viviendo conmigo, morirá. No puedo hacer nada por ella, pero no la dejo morir por mí, o no puedo perdonarme toda la vida. Además, estoy contento, que no he hecho nada con Leila. No traicioné a Camila y mi conciencia. Eso basta.
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