Mi Esposa Astuta romance Capítulo 226

—Si dejas salir a Camila, ¿qué sería tu vida? ¿Has pensado cómo la pasarás?

Alina se calló un rato y dijo con voz suave mirando a Lorenzo afectuosamente.

—Como la vida pasada. La he pasado muchos años, también lo hago ahora. Mejor que Camila muera por mí.

Lorenzo se rio de sí mismo.

Su apariencia era desmazalada como si pidiera todas las esperanzas, regresara al infierno del que no pudiera escaparse.

Alina lo quería mucho, así que le acarició la cabeza consolándolo.

El destino de los hombres de la Familia Cambeiro era así. Solo amaban a una mujer toda la vida y jamás la traicionaría.

Raúl Cambeiro, el padre de Lorenzo, era así, y Lorenzo también.

Alina recordó la memoria de estos días bajando la cabeza. ¡Qué feliz!

Tal vez todo no debía empezar.

Camila se casó con Lorenzo, los dos no pasaron la vida feliz. Aunque se querían, solo podían dejarse salir para el futuro de ambos.

—Estoy bien. No te preocupes. Todo está bien. Quiero pedirte que me prometas que no visite a Camila. Era una mujer buena. Ya que la deje, no la llevaremos al infiero. Quiero aceptarlo solo. Y te prometo que reciba tratamiento.

Lo que podía hacer para Camila solo era así.

En este momento, Alina también no tenía remedio mejor. Asintió con la cabeza. Respetaba la decisión de Lorenzo.

***

Al escuchar el sonido del timbre. Amara se apresuró a levantarse y abrió la puerta. Al ver a Camila, se sorprendió creyendo que estaba equivocada.

—Camila, ¿qué pasa? ¡No me asustes! Entra.

Amara la dejó entrar.

—Díos míos. Estás enferma. Dime qué pasa.

Amara sabía que Camila no era una persona fácil de enfermarse por su especial carácter de cuerpo.

Pero le preocupaba su apariencia. Tenía presentimiento malo. Era su primera vez ver a Camila así.

—No tengo sitio de alojarme. Si está bien, ¿puedo vivir en su casa?

Camila lloraba y dijo con voz temblorosa.

—Somos amigas. No digas cosas así. Me alegra que vivas en mi casa. Pero necesitas decirme si pasó algo entre Señor Lorenzo y tú?

Amara sabía que solo Señor Lorenzo la hacía tan triste.

—Lo espero, pero no es así. Quiere divorciarse conmigo. Vamos a cumplir los trámites mañana.

Camila estaba temblando. Era difícil para ella decirlo todo.

—¿Qué? ¿Queréis divorciaros?

Amara miró a Camila sorprendida.

—Sé que no quieres comer por eso, pero tienes que cuidarte bien. Tienes mucho tiempo que pasar.

Preparo la comida para ti. Me esperas.

Amara no sabía cocinar, pero había comida rápida en su casa. Calentó las comidas y una botella de leche. Los puso en los platos y se los sirvió.

Camila sentía agradecida pero no tenía apetito. Dijo a Amara lo que pasó.

—¡Leila! ¡Qué puta! ¡Sin vergüenza! ¡Qué asco! Es mujer así como su madre, pero Señor Lorenzo no es así. ¿Por qué lo hizo? No entiendo.

Amara se enfadó mucho que quería matar a Leila.

—Pero lo entiendo. Lorenzo no es una persona deshonesta. Leila lo amenazará con el rescate.

Amara puso las comidas en el plato de Camila. Creía que Camila tenía que llenarse entonces consideraba otras.

Camila no quería preocupar a Amara por eso empezó comerlas.

—No pasa nada. Ya que te traicionó, no necesitas apreciarlo. Tienes que luchar por su propio derecho. ¡Te debe!

Amara estaba más y más enfadada.

—Ya no lo quiero, tampoco incluso su dinero.

Camila lo negó.

—Camila, ¡estás loca! ¿Quieres ver que todos los dineros será de Leila?

Amara se enfureció.

Al escuchar sus palabras, Camila sentía más y más triste. No paró de llorar.

—Cariño. Está bien. Está bien. No llores. No pasa nada. Toda saldrá bien.

Amara simpatizó a Camila.

Esta se acostó en los brazos de Amara emocionada sin dejar de llorar.

Amara la conocía más.

Ya eran amigas cuando pequeñas. Hablaban todo. Amara sabía qué fuerte era Camila.

Incluso en el desierto, eran tan fuerte que podía consolar a Amara sin fruncir el ceño.

—Sé que estás penosa, pero a Lorenzo no le importa. Solo piensa en esa puta. ¡Qué puta sinvergüenza! ¡Le tocará mala suerte la Familia Cambeiro!

Amara dijo fríamente.

—Cariño, sé fuerte. No deja a la puta despreciarte.

La voz de Amara era suave.

—Solo quiero expresarme. No te preocupes. Estoy bien. Lo pasaré bien. Quiero a Lorenzo mucho que nunca he querido a una persona así como si fuera toda mi vida. No puedo dejarlo, pero es tan cruel.

Camila secó las lágrimas.

—Está bien. Llora si te sientes triste. No pasa nada. Será peor si lo ocultas. Te apoyo siempre y sigo acompañándote.

Amara le dio las servilleta.

Camila y Señor Lorenzo no tendrían ninguna relación mañana cuando terminara las trámites.

Dejaría a Lorenzo, dejaría a lo que quería.

***

A la puerta de la agenda.

Lorenzo llegó antes de que llegara Camila. Se llevaba un tarje negro con corbate y se veía desmazalado, que no quería que nadie se le acercara.

« ¿Está enfermo?»

Estaba macilento.

Camila había llorado toda la noche por derrumbarse. No podía ocultar su mala condición los cosméticos.

—Vamos.

Camila miró hacia Lorenzo.

—Vamos.

La voz de Lorenzo era baja.

—No es juego el divorcio. ¿Estáis seguros? No tendréis ninguna relación después de los trámites.

El funcionario los reconoció y dijo sorprendido.

«¿Por qué se divorcian los dos que se quieren?»

Camila firmó sin duda, y Lorenzo también.

El funcionario no los impidió y les dio los certificados pronto.

Cuando salieron de la agenda, hacía frío, pero era verano.

—Te envío en coche. No es fácil tomar taxi aquí.

Lorenzo dijo primero.

—Gracias. Pero no.

Camila lo negó.

Habían pareja, pero en este momento solo eran desconocidos.

—Señor Lorenzo.

Amara detuvo el coche al lado de Camila y miró hacia Lorenzo con risa fría.

—Ya no sois pareja. No necesitas expresar tu amabilidad. Ya que decides dejar, no la molestes.

—Vamos. Camila.

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