Elías no pudo evitar entrecerrar sus ojos un poco mientras que observaba el largo y desordenado cabello de Anastasia que colgaba a la orilla de la almohada. Él era un depredador bestial y silencioso que se acercaba poco a poco hacia su presa; mientras tanto, la mujer que era su presa no estaba consciente de nada de lo que ocurría, él se sentó a la orilla de la cama y la observaba cómo dormía en paz. Esos llamativos labios rojos la hacían lucir mucho más seductiva. Un tramo de su cabello le cubría los ojos y él lo notó, por lo que acercó su mano al instante que lo vio para moverlo a un lado de su rostro; sin embargo, en el momento que tocó su cara, la chica emitió un balbuceo, pues daba al parecer que hablaba mientras dormía. De la nada, ella sostuvo las grandes palmas del hombre.
—Deja de jugar, Alejandro. Deja que mami duerma un poco —murmuró y Elías quedó un poco sorprendido.
«¿Acaso cree que soy su hijo en este instante?». Poco después, la mujer enrolló sus manos alrededor del brazo de Elías para luego frotar su rostro en él; casi era como si frotara su rostro contra la cabeza de Alejandro. A él no le quedó más opción que acercarse a ella para seguir con ese papel con el objetivo de que no la despertara. Él giró su propio cuerpo a un lado y estiró su brazo para que ella lo pudiera abrazar; después, él permitió con todo orgullo que presionara su propio brazo contra la parte de su pecho, por lo que un sinfín de sensaciones recorrió el cuerpo del hombre cuando lo hizo. Se mantuvo en esa misma posición tiesa mientras que la mujer dormía, por lo que no le quedó más opción que apreciar su encantador rostro que era iluminado por la poca luz; su suave y delicada piel le recordó de un platillo que lucía exquisito y eso le hizo tener un deseo por ella.
Anastasia no tenía idea de cómo se veía mientras dormía, pero el hombre ya había explorado con su mirada cada centímetro de su rostro con total admiración; incluso había contado cuántas pestañas tenía en cada ojo durante toda la noche. Ella lo tenía sujeto con fuerza, por lo que no podía retirar su brazo sin que la despertara. Elías se enfrentaba contra el desafío más grande de toda su vida en esa ocasión; era una prueba de moderación. Él hubiera hecho que Anastasia conociera sus habilidades si no tenía un buen control sobre su persona.
—Estira tus manos, Anastasia. —Él intentó hacer que ella estirara sus manos mientras que dormía, pero no funcionó porque no sabía que lo estaba abrazando en primer lugar; no solo eso, ¡pero ella también pensaba que abrazaba a su querido hijo! Elías decidió al final que ya no quería reprimir sus deseos, así que se acercó para presionar sus labios contra las mejillas de la mujer; pero, en ese instante, ella se sujetó a su cuello para luego colocar un beso en la mejilla.
«Supongo que me daré otra ducha fría». Él no volvió a entrar a su habitación después de eso y Anastasia consiguió la gran cama para ella sola, por lo que dio vueltas por todo ese espacio que tenía. Casi tocaban las 4:00 de la madrugada para cuando ella despertó por su propia cuenta. Ella abrió los ojos y se dio cuenta de que observaba un candelabro decorativo que colgaba sobre su cabeza.
«Estoy segura de que esta no es mi casa. ¡Oh cielos!».
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¿Mi hijo es tuyo?
Montar más capitulos, gracias...