Elías entrecerró sus ojos y preguntó en un tono claro y curioso:
—¿Cómo piensas pagarme? —Después, Elías continuó en voz baja y con esperanza—. ¿Aceptarías casarte conmigo para que mi ayuda hacia tu padre no sea nada más que yo asistiendo a mi futuro suegro?
Eso fue suficiente para que Anastasia aspirara una bocada de aire.
«¡Qué idea tan ridícula!»
—No puedo casarme contigo. Pídeme otra cosa, por favor.
Luego de decir eso, Anastasia giró su silla y comenzó a hacer garabatos. Al ver eso, la expresión de Elías se puso seria. ¿Acaso lo encontraba tan desagradable?
—Pídeme algo que sí pueda hacer —le recordó Anastasia pues no tenía manera de prometerle algo de lo que no era capaz de hacer. Elías observó su perfil delicado y de pronto se relajó. A veces, el proceso era más placentero que el resultado.
—De acuerdo. De ahora en adelante, comeré en tu casa.
Era algo que Elías pensaba que Anastasia podía hacer. Ella frunció el ceño al escucharlo. Aunque su petición no era extrema, de igual manera le dificultaba las cosas. Luego, Anastasia pensó que era un muy buen método de compensación pues no tenía dinero para pagarle y, además, él no necesitaba de dinero.
—Si no estás después, de igual manera no tengo problema con ayudar a tu padre.
Al notar que Anastasia no respondía, Elías se levantó y se dirigió hacia la puerta. Sin embargo, Anastasia giró su cabeza al instante para aceptar su petición.
—De acuerdo. Puedes comer en mi casa, pero debes prometer que te comportarás y no intentarás nada conmigo.
—No tengo interés por las mujeres —mintió Elías con una expresión seria.
Anastasia se quedó pasmada por su audacia y lo observó boquiabierta.
«¿No tiene interés por las mujeres? ¿Acaso se olvidó de la vez que me besó a la fuerza?»
Aun así, Anastasia se sentiría mejor al pagarle su ayuda de esa manera.
—Bien. Considéralo una medida de confianza —dijo Anastasia antes de levantarse y abrir la puerta de la sala de conferencias para retirarse.
—De ahora en adelante —dijo Elías detrás de ella.
—De acuerdo. Me comunicaré con ella de inmediato.
Después, Anastasia tomó su teléfono, encontró el número correcto y marcó.
—¿Quién habla? —preguntó una voz con pereza desde el otro lado de la línea.
—Buen día. Soy Anastasia Torres, una diseñadora del Estudio de Joyería Burgués. Me gustaría saber cuándo le gustaría que nos reuniéramos para discutir sobre la dirección del diseño de su pedido, señorita Heredia.
—¡Ah! ¿Qué le parece mañana por la mañana? ¡Debe preparar todo lo que necesita para no decepcionarme! —dijo Lidia con un tono de arrogancia.
—Claro. ¿Quiere que elija el punto de encuentro?
—No. Yo me comunicaré con usted y puede venir cuando sea el momento —dijo Lidia y después terminó la llamada.
Y así, Anastasia quedó sin otra opción más que seguir el protocolo. Al día siguiente, ella tendría que encontrarse con Lidia y ver qué es lo que estaba tramando.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¿Mi hijo es tuyo?
Montar más capitulos, gracias...