Anastasia no pudo evitar el sentimiento de realización al ver cómo desaparecía el cerdo.
—Señor Palomares, ¿está deliciosa la comida que mi mami preparó? —preguntó Alejandro de forma inquisitiva.
—Sí. Es excepcional.
Elías no pudo evitar elogiar a Anastasia e incluso la observó mientras lo decía. Ella tosió ligeramente y dijo:
—Deberías servirte más si te gusta.
—Ya no tienes arroz —se quejó Elías.
Anastasia se quedó sin palabras mientras lo miraba.
«¿Cuántas porciones de arroz se comió?»
—Eh... A la próxima haré más arroz. No calculé bien hoy —respondió Anastasia con timidez.
En ese momento, Elías bajó sus cubiertos y eructó, lo cual causó que Anastasia casi estallara de risa. ¿Cómo podía implicar que no había comido lo suficiente cuando estaba tan lleno como para eructar? Incluso se cubrió la boca antes de acercarse a un vaso que vio en el estante que tenía al lado antes de beber el agua que tenía adentro de inmediato.
—¡Oye! ¡Eso es mío! —exclamó Anastasia de inmediato.
—No tengo problema con eso —dijo Elías con una sonrisa traviesa mientras bebía.
Las luces del vecindario no eran muy brillantes, sino que eran lo suficientemente tenues para crear un contraste elegante con la vegetación. Mientras Anastasia observaba su alrededor, de repente escuchó una voz familiar que venía de la zona de gimnasio. A pesar de estar algo alejada, ella se dio cuenta de que era el sonido de la risa de Alejandro. Su corazón se detuvo en ese momento. Había pasado mucho tiempo desde que lo había escuchado reírse con tanta alegría. Anastasia se giró de inmediato y observó que Elías y Alejandro estaban en el pasamanos debajo de una de las luces de las lámparas. El pequeño estaba sosteniendo una barra y colgando en el aire. A pesar de que Elías no lo estaba sosteniendo, estaba parado a su lado de forma protectora. Cuando los brazos de Alejandro perdieron fuerza y estaba por caer, Elías lo sostuvo y provocó que el pequeño se riera de forma estridente de nuevo.
—¡De nuevo, señor Palomares!
Anastasia no estaba muy lejos y los observó sin interrumpirlos. A decir verdad, la escena de ambos jugando juntos le recordaba a un padre con su hijo. Además, Alejandro se parecía mucho a Elías. Al ver que Alejandro insistía en quedarse en el pasamanos, Elías lo acompañó con paciencia e incluso se reía un poco de vez en cuando.
Elías lucía alto y firme debajo de la luz con Alejandro. Sus mangas estaban arremangadas y sus brazos musculosos estaban expuestos mientras sus pantalones ilustraban las líneas fuertes y firmes de sus caderas y sus piernas. Había algo hipnotizante en él y Anastasia no pudo evitar observarlo. Después, decidió que ya era tarde y no debían quitarle más tiempo a Elías.
—¡Vamos a casa, Alejandro! —gritó Anastasia mientras se acercaba a su hijo sudoroso.
—Todavía quiero jugar, mami —dijo Alejandro, quien estaba muy entretenido pues rara vez tenía la oportunidad de jugar de forma tan ardua.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¿Mi hijo es tuyo?
Montar más capitulos, gracias...