Anastasia miró a Elías a la vez que intentaba alejarlo de ella y su voz venía teñida de una advertencia cuando dijo:
—¿Qué es lo que estás haciendo, Elías? —El aspecto de la mirada del hombre era oscura y profunda, tal cual como un charco de tinta derramada. Él apretó los dientes y rugió:
—Anastasia, yo puedo satisfacerte si necesitas de un hombre. —Un zumbido pasó a través de la mente de Anastasia.
«¿Pero qué tonterías está diciendo?». En ese momento, las puertas del elevador se abrieron con el sonido de una campana y afuera se encontraban unos cuantos huéspedes del hotel, los cuales quedaron boquiabiertos ante la pose tan íntima en la que se encontraban. Ella alejó al hombre que estaba encima de ella de inmediato y salió corriendo del elevador para huir de esa escena; tomó la decisión de perdonarlo por esa ocasión debido a que él literalmente la rescató esa noche.
Anastasia después decidió conseguir un taxi para que la llevara a casa, pero no podía ver ninguno que estuviera a la entrada del hotel a tal hora. Ella estaba a punto de caminar un poco más hacia la carretera principal para conseguir su transporte cuando la profunda voz de un hombre resonó detrás de ella.
—Yo te llevaré a casa.
—No, está bien. No quiero ser un inconveniente para ti —respondió Anastasia cuando giró a ver al hombre.
—¿Por qué? ¿Tienes tan poca confianza en mí? —Elías estaba enojado mientras que sus largas manos la sostenían de la muñeca y la jalaba hacia él al paso que caminaban en dirección de su auto. No había nada más que ella pudiera hacer que no fuera seguirlo hacia su vehículo debido a que no podía soltarse de su agarre; él abrió la puerta del asiento del pasajero y la metió con empujón, por lo que tuvo que entrar. Ella ya había pasado por tantas sorpresas esa noche que sus piernas se sentían debilitadas y sentía como si su cuerpo fuera vaciado. Al recordar una cosa, tomó con rapidez su celular y lo miró para averiguar que el hombre no le había contestado. Ella solo podía desear que ese hombre simplemente desapareciera de su mundo de una vez por todas en ese instante, que nunca volviera a aparecer de nuevo. Elías no había conducido por mucho cuando sonó el teléfono de Anastasia. Era una llamada de Miguel, por lo que ella contestó.
—Hola, Miguel. —Tan pronto como terminó de hablar, pudo sentir una pesada mirada sobre ella.
—Hola, Anastasia. ¿Me llamaste? Estaba ocupado hace unos momentos, así que no me di cuenta. —En su voz se podía escuchar lo mucho que se disculpaba.
—Ya todo está bien, no te preocupes por mí. Por accidente presioné el botón incorrecto —dijo Anastasia mientras trataba de aparentar lo más natural como fuera posible.
—Te veré mañana al mediodía y luego podremos almorzar juntos.
—¡Por supuesto! Te veo mañana al mediodía, entonces.
—¿Me extrañaste? Yo sí y mucho. —Miguel tomó la oportunidad para confesarse.
«¿Por qué insiste en que sea mañana?».
—Está bien. Mejor invitaré a Miguel a cenar para que tú puedas quedarte con el almuerzo. —Ella reorganizó sus planes; sin que ella lo esperara, esa nueva organización hizo que el hombre se volviera más molesto.
—¿Entonces Miguel es más importante para ti que yo? —preguntó con un bufido y Anastasia se quedó sin palabras.
«¿De qué se está poniendo tan celoso este hombre? Yo llevo conociendo a Miguel por unos cuantos años, ¡pero a Elías apenas lo llevo conociendo desde hace poco tiempo! Además, ¿qué no los dos son primos? ¿Cuál es el alboroto?». Anastasia suspiró y sonrió en señal de fastidio.
—Está bien, presidente Palomares. Entonces, ¿qué le parece esto? Lo invitaré tanto al almuerzo como a la cena el día de mañana.
«Él tendrá todo el día para él, me imagino que ya debería estar feliz, ¿verdad?».
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¿Mi hijo es tuyo?
Montar más capitulos, gracias...