Acomodé la cinta de mi vestido por décima vez esa mañana helada de noviembre, al asegurarme que estaba bien, caminé de un lado a otro, ansiosa de que ese tonto no fuese lo suficiente inteligente como para percatarse que estaría allí.
De todos modos, Hall y Black le darían más pistas en dado caso de que no lo lograra a la primera, pero con cada tick tack del reloj, mi corazón se acongojaba por el terror.
Nerviosa, mordí mi labio inferior, y dejé que mi mirada vagase por la estancia, para distraerme un poco de la tensión que corría por mis venas.
Mi madre se encontraba en la cocina preparando los últimos platos, Lucila jugaba en el suelo con Brooke y Blake, quienes le habían prestado sus juguetes encantados.
Ryan y Nia acomodaban la mesa entre bromas, Carl y Paul revisaban por última vez la canción que tocarían con sus guitarras, Katia y Lauren inflaban entre risas los últimos globos que irían en el suelo, mientras los gemelos afuera vigilaban la llegada de Jack, el cual se estaba tardando demasiado.
Cody sentado en el sofá, después de haber acomodado el letrero en su respectivo lugar, rodeaba con sus brazos la cintura de Victoria, quien estaba a su lado, cuchicheándole cosas que hacían reír al pelinegro.
En ese instante entró mi madre, con su simpático delantal aún puesto, dejó una bandeja sobre la mesa y se acercó para revisar mi estado.
—¿Estás preparada, querida? —me preguntó igual de nerviosa, asentí a falta de las palabras que se hundían en mi garganta.
Ella sonrió satisfecha y me plantó un dulce beso en la mejilla, alentándome por completo a hacer aquello que llevaba practicando días y noches enteras.
—Jack no debe tardar en llegar —canturreó Ryan, entusiasmado con lo que estaba a punto de presenciar.
—Estuvo llamándome toda esta semana para preguntarme que a dónde ibas —se quejó Nia, poniendo sus ojos en blanco—. Fue un completo martirio.
—Yo le di una pequeña pista, aunque no creo que la entendiera del todo —comentó Vico, sonriéndome con cariño.
—¡Toma, Lucy! —rugió Cody, lanzándome con agilidad aquella cajita que habíamos comprado juntos varias semanas atrás, era negra y lo suficiente bonita como para cautivarme, incluso su contenido, del cual me cerciore que se encontrara allí, era aún más precioso—. Te lo he escondido por demasiado tiempo, gracias a Dios ese tonto no se ha olido nada.
—Eso es lo importante —suspiré, aliviada de que realmente no se hubiera dado cuenta de nada, cuando todos en secreto estábamos preparando cada minúsculo detalle.
—¡Ahí viene! —chilló Camila, irrumpiendo en la estancia emocionada. De inmediato, todos se levantaron de donde se encontraban, para ponerse a mi lado para a presenciar ese momento—. ¡Es el auto de Jack!
Paul y Carl se pusieron a tocar una melodía bastante conmovedora, me mordí nerviosa el labio inferior y entonces, lo vi entrar totalmente confundido, no entendía absolutamente nada de lo que estaba ocurriendo, ni menos daba crédito a lo que sus ojos se encontraban.
Maximilian a su espalda, le dio un pequeño empujoncito para que anduviera hasta mí, antes de ponerse junto a su hermana a observar cómo yo le pedía la mano a ese chico del que me había enamorado ocho años atrás en un bar, con quien había vivido los mejores y peores momentos de mi vida.
Le pediría a Jack que se casara conmigo.
—¿Qué está ocurriendo aquí? —quiso saber, con una animada sonrisa, observándonos a todos y cada uno de nosotros consternado.
Entreabrí mi boca, pero la voz no me salía, probablemente a causa del miedo que corría por mis venas. Temía un rotundo rechazo, pero estaba segura de que no sería así, sin embargo, era inevitable sentirme aterrorizada.
—Lucy… —masculló Nia a mis espaldas, trayéndome de regreso a la realidad—. ¡Díselo!
—Yo… Yo…
—¿Tú? —insistió Kilian, levantando una de sus cejas, demasiado curioso con lo que no era capaz de decir.
Respiré profundamente, sintiendo mis mejillas ruborizarse por unos segundos, hinqué una rodilla en el suelo, abrí la cajita dejándole ver aquel anillo que había elegido para él y lo miré fijamente, dejándolo anonadado con lo que estaba haciendo.
Quizás nunca en su vida se habría imaginado que sería precisamente yo quien le terminaría pidiendo algo tan importante.
—Yo quería saber si tú quisieras… —balbucee con torpeza—. ¿C-casarte conmigo?
—¿Qué fue lo que dijiste, hermana Lucy? —preguntó Ryan burlón para fastidiar el momento, ya que estaba hablando muy bajito como para que me pudiesen escuchar—. ¿Alguien escucho algo?
—Yo no escuché nada —le siguió Cody, conteniendo la ganas de reírse. Rechiné los dientes, viendo cómo Jack soltaba risitas ante la actitud de esos dos.
—¿Quisieras casarte conmigo, Jack Louie Thierry? —dije con firmeza, con toda esa valentía que me quedaba—. Quiero que estés por el resto de tu vida junto a mí y que solo sea la muerte la que nos separe, deseo de todo corazón que nos amemos y seamos una hermosa familia. No tengo mucho para ofrecerte, pero sé que te amaré como nadie más lo ha hecho, te haré feliz todos los días de mi vida y cuidaré de ti cuando no te sientas bien, seré tu apoyo y tu más grande confidente, seré todo lo que necesites, Jack.
—Sí quiero —contestó, dedicándome una sonrisa inigualable que me dejó sin aliento.
—¿E-enserio?
—¿Acaso pensabas que te diría que no? —dijo inclinándose un poco para tomar el anillo, sin pensárselo demasiado, lo puso en el dedo anular de su mano derecha.
Con una felicidad inigualable, me puse en pie para abrazarlo. Me estrechó entre sus brazos con dulzura, embriagándome con su exquisito perfume, escuché a todos a nuestro alrededor aplaudir y gritar fascinados.
— Lo único que creo que no encaja aquí, es que yo creí sería el que te pediría matrimonio, las chicas no suelen hacer eso —farfulló en mi oído entre risas, obligándome a apartarme de sus caricias, haciéndome la ofendida.
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