Nunca había pensado que algún día me enrollaría con alguien. Como mujer conservadora, salí con mi marido durante dos años antes de al fin perder mi virginidad con él la noche de bodas.
«¿De verdad estoy haciendo esto?». El tipo que tenía delante era muchísimo muy guapo, aunque estaba borracho. Era el mejor amigo de mi marido con el que había crecido juntos.
Había entregado algo tan preciado como mi virginidad a mi marido, ¿y qué hizo el muy infeliz? Me engañó. Para colmo, lo hizo con la joven admiradora de su amigo, ¡de entre todas las personas! Sería justo que yo también lo engañara con otra persona.
Así que, mientras él estaba fuera ligando con otras mujeres, yo estaba aquí seduciendo a su mejor amigo. «Ojo por ojo».
Cristofer estaba tan borracho que apenas me reconoció, tomándome por una de sus impresionables fans. Incapaz de dejar pasar una oportunidad tan fácil, me agarró de la mano y me llevó a su habitación de hotel.
Apretó su cálido cuerpo contra el mío nada más cerrar la puerta, y el olor de su colonia invadió mis sentidos.
Cristofer tenía el tipo de apariencia encantadora que le hacía parecer un playboy travieso, pero tenía la personalidad de un hombre fuerte y dominante oculta bajo su buena apariencia.
—¿Estás aquí sola? —susurró con una voz profunda y ronca.
-Ahora estoy contigo, ¿no? -Levanté la vista hacia él, encontrándome con su mirada entrecerrada. Me fijé en cómo sus ojos se curvaban en forma de luna creciente cuando sonreía y en lo bonitas que eran sus pestañas.
«La verdad es que esto no está tan mal».
Cuando soltó una risita, sus dedos me rozaron la cara y acabaron bajando hasta mis clavículas, provocándome un escalofrío. Había una razón válida por la que tenía a tantas chicas enamoradas de él.
-No. No por completo.
—¿De qué estás hablando? —Sabía que no se trataba de eso, pero tenía curiosidad. Al mismo tiempo, me preocupaba que perdiera el interés en mí después de que le hiciera la pregunta. Por fortuna, no pareció importarle mi curiosidad. Se agachó y me agarró de las piernas para levantarme sin esfuerzo en un porte nupcial.
-No estoy contigo hasta estar dentro de ti -dijo con una sonrisa.
Resistí el impulso de poner los ojos en blanco. «Si respetas mis sentimientos, ¿por qué no me sueltas?».
-El placer es un sentimiento, pero que te suelte o no es una decisión mía.
-¿Y luego? -No entendí su lógica. Si no lo hubiera conocido antes de esta noche, habría pensado que me había enrollado accidentalmente con un psicópata.
En ese momento, se quitó la camisa para revelar una parte superior del cuerpo firme con un tonificado paquete de seis.
Su piel era clara, pero su cuerpo me recordaba a esos actores de Hollywood tan atractivos y fornidos. De repente, se me cortó la respiración.
—Pues tomaré nota de tus reacciones para ver si te sientes bien y seguiré la corriente de ahí en adelante.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Obsesionada con sus besos