Luego de despedirse de Carlos y Ciro, Sonia regresó a la antigua casa de su padre. Había polvo por todas partes, lo que significaba que no se había limpiado por mucho tiempo, así que de inmediato, se puso el delantal y comenzó a limpiar. Encontró una foto de la boda con Tobías debajo del sofá, en la foto, ella sonreía como una flor, mientras que él, que estaba parado junto a ella, se veía indiferente, con la impaciencia marcada entre ceja y ceja. Al lado, también estaba su diario, en el cual estaba registrado lo que le gustaba comer a Tobías, lo que le gustaba usar y una lista de sus pasatiempos. Antes, su vida giraba en torno a él, se esforzaba para lidiar con ese matrimonio que había ganado con tanto esfuerzo, mas la realidad le dio una buena bofetada.
Al pensarlo, Sonia levantó la cabeza y se obligó a contener las lágrimas. En el siguiente instante, le llegó un mensaje y cuando recogió el teléfono, vio que Ciro lo había enviado.
«Sonia, hace seis años me ayudaste, ahora yo te ayudaré. Deja ir tu pasado y haz lo que quieras, yo seré tu respaldo».
El corazón de Sonia se envolvió en calidez mientras lo leía. A pesar de que sabía que Ciro lo decía con buena voluntad y solo quería compensarla, ya no quería depender de nadie. Desde que se casó con Tobías, había ocultado su carácter y personalidad para ser una buena esposa; casi se olvidó de lo fantástica y despreocupada que solía ser. Mientras recogía el teléfono, marcó un número.
-Sonia, ¿qué más quieres? -Sonó la voz indiferente de Tobías del otro lado.
-Mañana es lunes, recuerda ir a la Oficina de Asuntos Civiles para realizar los procedimientos de divorcio. —Su voz también era indiferente, como si él fuera un extraño.
Tobías frunció el ceño.
-Tú...
Antes de que pudiera terminar de hablar, cortó la llamada y dejó a Tobías sosteniendo el teléfono con firmeza con la mirada tajante mirando perplejo a la nada.
—Tobías, ¿quién te llamó? -En la cama de su habitación,
Tañía miró curiosa hacia el balcón donde él se encontraba.
Al escucharla, guardó el teléfono y fingió que nada había sucedido, luego, se acercó con indiferencia y presionó la colcha que la cubría.
—No es nada, toma tu medicamento.
El rostro pálido de Tañía hacía que cualquiera sintiera compasión por ella; lo tomó de la mano e hizo puchero de manera penosa.
-El medicamento es demasiado amargo y el sabor es tan fuerte que me hace sentir mal.
Tobías arqueó las cejas.
-¿Pero acaso cuando éramos amigos por correspondencia no dijiste que no le temías a la amargura de los medicamentos? Sé buena; te sanarás más rápido luego de beber el medicamento. —Solo lo dijo de manera casual, mas no notó que algo brillaba en los ojos de Tañía.
Enseguida, ella volvió a levantar la cabeza.
-De acuerdo. Sabes que siempre te haré caso -dijo mientras sus grandes ojos estaban colmados de lágrimas.
-¿Dónde fue Tomás? No lo he visto en todo el día.
En cuanto terminó de hablar, la puerta se abrió de un golpe y Tomás apareció con un rostro sombrío, colmado de ira.
-¡Tomás! ¿Qué te sucedió? -Jorgelina bajó el cuenco de prisa y fue a ver a su hijo menor.
Tomás apartó la mano.
-Estoy bien, madre.
Poco después, miró a su hermano mayor con expresión dubitativa y dijo:
-Tobías, hoy vi a Sonia en el bar. Estaba muy cerca de un modelo y parece que tienen una relación inusual.
—¿Quién era?
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: obsesionado con mi ex-esposa